"Panzer Kardinal"

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25/04/2010 00:00

    BELIZARIO REYES / SAÚL VALDEZ

    La política es la persecución del poder, la historia es el relato de esa persecución. Así lo define Dick Morris en su libro Juegos de Poder.
    Quién fuera el súper asesor de Bill Clinton durante 20 años identifica seis estrategias donde los grandes hombres de la historia han ganado o perdido sus propias apuestas. Al hablar de la estrategia 1, Mantenerse fiel a sus principios, apunta: "Para algunos líderes, el arte de la política no se relaciona con el movimiento, sino con el posicionamiento. Más apasionados con sus ideas que con los tejes y manejes de la política, se agazapan en su lugar a la espera del momento oportuno para imponer su ideología, profundamente convencidos de que ésta seguramente llegará."
    Joseph Alois Ratzinger cumplió el 19 de abril cinco años como Benedicto XVI. Con 83 años de edad, el sucesor de Juan Pablo II es un hombre de polémica. Su admiradores lo consideran un hombre de ideas fijas, muy trabajador, dispuesto a abatir la dictadura del relativismo cómo única vía para alcanzar aquellos días gloriosos de la Iglesia católica. Por el contrario, sus detractores lo acusan de atacar a las reformas del Concilio Vaticano II y de despreocupación o impotencia ante los problemas que afronta su iglesia.
    Los 114 purpurados que lo eligieron no se demoraron en decidir qué Papa querían. Con el pomposo título de Príncipes de la Iglesia, los Cardenales eligieron a quién durante los últimos 24 años había presidido la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio de la Inquisición.
    En un cónclave formado, salvo una sola excepción, por cardenales nombrados por Juan Pablo II, ¿porqué los electores eligieron al único que llevaba aún la púrpura concedida por Pablo VI, un Papa del Concilia Vaticano II? O, mejor dicho, ¿para qué?
    El largo ocaso del Karol Wojtyla hizo de Ratzinger el hombre de la situación. Durante los últimos años y, cada vez con mayor intensidad, la enfermedad de Juan Pablo II le impidió ejercer a plenitud su papado. A su muerte, nadie tenía tanta información, nadie conocía tan a profundidad la crisis, y los pecados, del cristianismo romano, como el presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Sus ideas, aunadas a su mano de hierro sentida durante lustros, hicieron de él el único con autoridad moral y política suficiente para la sucesión.
    Ratzinger sabía a lo que se enfrentaría cuando se postuló.
    Lo dejó sentir en sus palabras aquél 24 de marzo del 2005, con un Papa ya moribundo, a punto de superar los 27 años en el cargo.
    Su discurso electoral fue clamoroso, era Viernes Santo, y el presidente de la Congregación sustituía al pontífice en el tradicional Vía Crucis: "¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar entregados al Redentor! ¡Cuánta soberbia! La traición de los discípulos es el mayor dolor de Jesús. No nos queda más que gritarle: Kyrie, eleison. Señor, sálvanos."
    Fue un discurso alarmante, ahora sabemos que no fue coincidencia. Sin duda, relacionado con aquella epístola que había enviado a los obispos de todo el mundo para ilustrarles sobre cómo comportarse ante posibles casos de pederastia y otros abusos a menores por el clero católico.
    En la misiva, es imposible discernir entre pecado y delito, porque Ratzinger reserva para su congregación doctrinal qué hacer ante un abuso sexual si se comente con un menor de 18 años. También da instrucciones para denuncias de homosexualidad o zoofilia.
    Ideas al margen, solo quedan los hechos.
    El balance de cinco años es desolador: 1) Se ha provocado varías veces la indignación de los judíos, por ejemplo cuando readmitió en la Iglesia católica a sacerdotes que niegan el Holocausto y el Concilio Vaticano II; 2) Ofendió a los musulmanes, cuando en uno de sus discursos en 2006 dijo que Mahoma impuso la fe con la espada y proclamó la guerra santa; 3) Irritó a los protestantes y cristianos cuando, en un documento oficial de 2007, identifica a las iglesias ortodoxas como imperfectas; 4) Agravió a las comunidades indígenas latinoamericanas cuando en su discurso inaugural de la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano afirmó que, una supuesta vuelta a las religiones precolombinas no era un progreso, sino un retroceso.
    Aun más criticada ha sido su visión de la planetaria lucha contra el Sida. Durante su viaje al continente africano, el Papa se manifestó en contra del uso de los preservativos, porque "no solo no solucionan el problema, sino que lo agravan todavía más."
    Al resultar electo Ratzinger, vendría un proceso de transición en la Iglesia católica. Su llegada fue leída como el arribo del panzer kardinal (tanque de combate) que venía a poner orden y concordia a una institución cada vez más desdibujada entre sus propios feligreses. Benedicto XVI actúa a través de su lucha contra la dictadura del relativismo. Es sólo que, confieso que empiezo a dudar sobre la efectividad de su estrategia por posicionarse, antes que evolucionar.

    Que así sea,
    PS. A Rodolfo López y Tomás Osuna, mis compadres.
    Me identifico con una moral cívica plenamente diferenciada de la respetable moral religiosa. El Estado se debe ocupar únicamente de los problemas del aquí y del ahora; no resuelve los asuntos del más allá. Ningún credo religioso debe condenarse, ni perseguirse; pero sólo puede ser regla obligatoria el credo político aceptado democráticamente por todos. El civismo puede nutrirse opcionalmente de la moral religiosa, pero nunca el interés general habrá de subordinarse a las convicciones particulares.
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    juanalfonsomejia@hotmail.com