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"Reflexiones"

"Para entender mejor la esencia del matrimonio, debemos recordar que desde el punto de vista de la iglesia, este es un sacramento donde dos seres humanos, se unen por voluntad propia para la formación de una familia"

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12/01/2008 00:00

    Héctor Tomás Jiménez

    Cuando lo esencial resulta invisible

    Esta frase de que lo esencial resulta invisible, resume muy bien la concepción que debemos tener los seres humanos del matrimonio y de su importancia en el logro de un equilibrio emocional de la pareja.
    Para entender mejor la esencia del matrimonio, debemos recordar que desde el punto de vista de la iglesia, este es un sacramento donde dos seres humanos, se unen por voluntad propia para la formación de una familia, tanto que en uno de los documentos de la iglesia se lee:
    "... La preparación al matrimonio, a la vida conyugal y familiar, es de suma importancia para el bien de las personas, pues de hecho, es un sacramento que posee de manera general, un gran valor para la comunidad cristiana y en de manera particular, para los esposos, cuya decisión es tal que no puede dejarse a la improvisación o a decisiones apresuradas".
    Por su parte, desde el punto de vista del estado, el matrimonio es un contrato civil que otorga derechos y obligaciones a ambas partes, y es definido como
    "... la unión libre de un hombre y una mujer para realizar la comunidad de vida, en donde ambos se deben respeto, igualdad y ayuda mutua con la posibilidad de procrear hijos de manera libre, responsable e informada".
    En la práctica, el matrimonio es una de las situaciones más cotidianas donde el ser humano tiene la oportunidad de poner en práctica todas y cada una de las virtudes relacionadas con la vida en pareja, pues es donde ambos cónyuges, al conocerse mutuamente, experimentan de manera casi imperceptible, los diferentes roles que la vida y las circunstancias les ofrece.
    Esta experiencia casi imperceptible, es lo que nos lleva a considerar que l o esencial resulta invisible, pues en efecto, el matrimonio debe verse con una óptica diferente a la que nos marca el derecho civil, y que nos limita a una serie de responsabilidades y obligaciones desde el punto de vista jurídico, sino que además, debe de concebirse como la oportunidad que tenemos los seres humanos, hombres y mujeres, de iniciar un proceso de trascendencia de nuestro yo interno, es decir, de ejercer la responsabilidad de amar de manera incondicional y como fruto de ese amor incondicional, procrear una familia donde poco a poco, vayamos descubriendo lo esencial de la vida en pareja.
    Es común suponer que los roles que ejercen los cónyuges, se resume a que el varón piense que su función principal dentro del hogar es la de ser proveedor, en tanto que la mujer, asume la función de ser guía de las conductas de los hijos y administradora de los bienes familiares, situación ante la cual, es fácil advertir que ni el hombre es solo un proveedor, ni la mujer es solamente la orientadora de las conductas de los hijos, pues ambos tienen la obligación y la responsabilidad de asumir los roles que les competen y ser complementarios, más que competitivos entre sí.
    Si estamos consientes de esto último, la obligación de los cónyuges es trabajar intensamente en el crecimiento de las virtudes que apuntalan tres principios de convivencia a saber: 1. El respeto y la tolerancia mutua, 2. el apoyo incondicional y, 3. la seguridad conyugal de la familia.
    El respeto y la tolerancia actúan como el freno natural para las malas acciones, y se nutre fundamentalmente de otras vertientes que tienen que ver con la admiración y el reconocimiento de las virtudes y cualidades de la pareja.
    Es la oportunidad que tiene cada cónyuge de aceptar a su pareja con sus defectos y virtudes, y además, no pretender cambiar sus modos y conductas para que se "ajusten" a su propia manera de pensar.
    Debemos reconocer que hemos perdido o bien no hemos cultivado la virtud de ser respetuosos y por lo mismo, hemos dejado de ser sociables y tolerantes, olvidado que la sociabilidad recobra su sentido real, desde el momento en que considera a la persona humana como un ser social, y entre ellos, estamos nosotros.
    El apoyo incondicional por su parte, es la más clara manifestación de la semilla del amor, donde es más importante dar que recibir y donde en consecuencia, se recibirá más de lo que uno espera. Significa una actitud de desprendimiento y al mismo tiempo, una ausencia de egoísmo.
    La seguridad conyugal de la familia es como un bálsamo que alivia anticipadamente los dolores que implica la relación en pareja por ser desiguales. Es también el cúmulo de acciones que ambos realizan, para darle a la familia la sensación real de solidez e indestructibilidad, y debe de estar nutrida de un permanente estado de ánimo que permite a la pareja caminar juntos.
    Un autor dijo acerca de la seguridad conyugal que: "Es como la luz del sol para la planta que la hace ser hermosa y florida, a diferencia de que si se le deja en la oscuridad, sin los rayos luminosos que provocan su marchités".
    Darse seguridad es decirse mutuamente frases como: ¡Eres tan valioso para mí, que pase lo que pase estaré siempre a tu lado!
    Estoy seguro que siguiendo estos sencillos principios o reglas conyugales, nos llevará a construir una vida conyugal amistosa y placentera y por ende de felicidad plena.

    JM Desde la Universidad de San Miguel
    udesmrector@gmail.com