1. La canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, el pasado domingo, además de manifestar la continuidad con una muy antigua tradición en la Iglesia Católica, de proponer modelos de vida cristiana, sirvió también para renovar los cuestionamientos clásicos sobre el hecho mismo y, en especial con el Papa polaco, la persona merecedora de tal distinción. ¿Es necesario mantener este esquema de validación?
2. En primer lugar, conviene recordar que la canonización -incluir en el canon de la santidad a alguien- significa reconocer méritos ejemplares en las personas acreedoras al nombre de sant@. Con esta calificación no se está afirmando que quien es elevad@ a los altares sea perfect@, ni que jamás haya cometido errores o hasta pecados. Much@s de l@s sant@s reconocid@s fueron grandes pecador@s, pero se convirtieron.
3. Valga esta aclaración sobre todo en el caso de Juan Pablo II. No pocos analistas se han preguntado, con irritación, por qué la Iglesia Católica canoniza a quien fue cómplice de Marcial Maciel. Argumentan que durante años se le presentaron pruebas de las atrocidades cometidas por el fundador de Los Legionarios de Cristo, mismas que fueron desestimadas por el entonces Papa. Este silencio culpable debió evitar su promoción a la santidad.
4. Es entendible la molestia por tratarse de algo tan sagrado como el respeto a l@s niñ@s. Pero también es necesario considerar la enorme habilidad de Maciel para engañar no sólo a Juan Pablo II sino a cientos de donadores que posibilitaron construcciones y proyectos, confiados en la santidad del solicitante. Es cierto que el entonces Papa debió atender a los justos reclamos de las víctimas y no lo hizo. Estamos ante un grave error.
5. Es por ello, quizá, que el Papa Francisco decidió incluir a Juan XXIII en el mismo proceso que Juan Pablo II, como para equilibrar la decisión y colocar a una figura como la suya al mismo nivel que Juan Pablo II. El Papa bueno, como se llamó al italiano, presenta una imagen de compromiso cristiano más cercano al actual Papa: misericordioso pero con vigor profético, cálido e incluyente, pero también transformador.
6. No estamos, entonces, ante dos personajes perfectos, ajenos a los cotidianos problemas del mundo, sino ante quienes dieron un excelente testimonio de vida cristiana, no obstante los errores cometidos. Siempre pensé que la experiencia vivida por Juan Pablo II en Polonia, en donde encabezó la lucha contra el comunismo, lo marcó de tal manera que lo llevó a perseguir a teólogos que, en su opinión, podían simpatizar con ese sistema. Otro error.
7. Ojalá y el evento referido sirva no para ocultar defectos del pasado, como en el caso de Juan Pablo II, sino para motivar a esa aspiración natural que debería tener tod@ discípul@ de Nuestro Señor Jesucristo: la santidad. Entendida ésta no como el resultado de un esfuerzo para lograr la salvación eterna, sino como la búsqueda continua de mejora en todo lo que hacemos, de aspiración permanente a la calidad total.
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