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"Siete puntos"

"¿Para qué canonizar?"

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30/04/2014 00:00

    1. La canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, el pasado domin­go, además de manifestar la continuidad con una muy antigua tradición en la Iglesia Católica, de proponer modelos de vida cristia­na, sirvió también para renovar los cuestionamientos clásicos sobre el hecho mismo y, en especial con el Papa polaco, la persona merecedora de tal distinción. ¿Es necesario man­tener este esquema de validación?
    2. En primer lugar, conviene re­cordar que la canonización -incluir en el canon de la santidad a alguien- significa reconocer méritos ejem­plares en las personas acreedoras al nombre de sant@. Con esta califica­ción no se está afirmando que quien es elevad@ a los altares sea per­fect@, ni que jamás haya cometido errores o hasta pecados. Much@s de l@s sant@s reconocid@s fue­ron grandes pecador@s, pero se convirtieron.
    3. Valga esta aclaración sobre todo en el caso de Juan Pablo II. No pocos analistas se han preguntado, con irritación, por qué la Iglesia Ca­tólica canoniza a quien fue cómpli­ce de Marcial Maciel. Argumentan que durante años se le presentaron pruebas de las atrocidades cometi­das por el fundador de Los Legiona­rios de Cristo, mismas que fueron desestimadas por el entonces Papa. Este silencio culpable debió evitar su promoción a la santidad.
    4. Es entendible la molestia por tratarse de algo tan sagrado como el respeto a l@s niñ@s. Pero también es necesario considerar la enorme habilidad de Maciel para engañar no sólo a Juan Pablo II sino a cien­tos de donadores que posibilitaron construcciones y proyectos, confia­dos en la santidad del solicitante. Es cierto que el entonces Papa debió atender a los justos reclamos de las víctimas y no lo hizo. Estamos ante un grave error.
    5. Es por ello, quizá, que el Pa­pa Francisco decidió incluir a Juan XXIII en el mismo proceso que Juan Pablo II, como para equilibrar la de­cisión y colocar a una figura como la suya al mismo nivel que Juan Pablo II. El Papa bueno, como se llamó al italiano, presenta una imagen de compromiso cristiano más cercano al actual Papa: misericordioso pero con vigor profético, cálido e inclu­yente, pero también transformador.
    6. No estamos, entonces, ante dos personajes perfectos, ajenos a los cotidianos problemas del mundo, sino ante quienes dieron un excelente testimonio de vida cristiana, no obstante los errores cometidos. Siempre pensé que la experiencia vivida por Juan Pablo II en Polonia, en donde encabezó la lucha contra el comunismo, lo marcó de tal manera que lo llevó a perseguir a teólogos que, en su opinión, podían simpatizar con ese sistema. Otro error.
    7. Ojalá y el evento referido sirva no para ocultar defectos del pasado, como en el caso de Juan Pablo II, si­no para motivar a esa aspiración na­tural que debería tener tod@ discí­pul@ de Nuestro Señor Jesucristo: la santidad. Entendida ésta no como el resultado de un esfuerzo para lo­grar la salvación eterna, sino como la búsqueda continua de mejora en todo lo que hacemos, de aspiración permanente a la calidad total.
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