1. Aunque el Diccionario de la Real Academia define la voz "rapiña" como robo, expoliación o saqueo que se ejecuta arrebatando con violencia, el uso coloquial del término agrega otros elementos.
El ilícito, por ejemplo y de acuerdo a este imaginario colectivo, se realiza sin que la víctima pueda defenderse, en ocasiones porque ya no vive, y su cuerpo o su entidad material es despojado de aquello que le quedaba todavía útil para el delincuente.
No es lo mismo, en esta perspectiva, utilizar la astucia para ejecutar un difícil robo que aprovecharse de una desgracia para ejecutar ese latrocinio.
2. "No hay que hacer leña de árbol caído", reza el adagio popular.
Y es que, aún entre quienes han asumido el apoderarse de los bienes ajenos como una profesión, existen ciertos códigos de conducta, que buscan dar algo de moralidad a lo que es inmoral.
Existen ladrones que respetan ciertos bienes o que, en caso de haberlos sustraído sin comprender el valor agregado, espiritual o simbólico de los mismos, los devuelven en un acto de comprensión para quien sufrió esa agresión. Pero la rapiña no. Ella ignora cualquier principio ético.
3. Un ejemplo de esta lamentable degradación lo acabamos de ver por la televisión, en los noticiarios que nos informaban sobre tales actos en Cancún, recibida la furia de "Wilma".
El saqueo a domicilios evacuados y, sobre todo, a comercios y tiendas de conveniencia, fue la nota principal durante varios días.
Los objetos robados eran lo mismo agua y alimentos que aparatos electrodomésticos y enseres deportivos. No se pretendía, entonces, la satisfacción de necesidades primarias, sino la acumulación de cosas que pudieran ser vendidas.
4. ¿A qué se debe, en dónde se origina, esta actitud tan ruin, tan deleznable de la condición humana? Dos pueden ser las respuestas: una de corte esencialista, y otra de tenor existencialista.
La primera apuesta por la necesaria propensión a la maldad del ser humano. Estamos marcados por el sino de la imperfección, del egoísmo que nos impide ver más allá del presente y del propio yo, de mis problemas personales y de la búsqueda de respuesta para ellos.
De acuerdo a esta tesis, la rapiña sólo muestra el mal que llevamos por dentro.
5. Pero existe otra interpretación del fenómeno, que analiza más bien las condiciones externas que influyen en quienes abrazan esta conducta.
Miseria, abandono de las instancias oficiales, necesidades no satisfechas, hambre y sed, preocupación por el sustento de la familia, orillan a muchas personas a tomar este camino.
También la desesperación por el trabajo que se niega, la corrupción oficial que se constata, el desencanto en las instituciones, la desesperanza por la posibilidad del soñado ascenso social que nunca llega.
6. Porque: ¿no es rapiña también el robo a los salarios de los trabajadores, el enriquecimiento inexplicable de los políticos, el abuso de poder, el nepotismo, el influyentismo, el abandono a las colonias marginadas, las injusticias laborales con las mujeres embarazadas?
Es cierto que el pillaje y el vandalismo ponen al descubierto las alcantarillas sociales siempre ocultas, pero también lo es que tales acciones reflejan un alto grado de rencor social, de respuesta violenta a lo que se considera una violencia estructural.
7. Durante el terremoto de 1985 la Sociedad Civil dio muestras de gran solidaridad, y el voluntariado, antes coto exclusivo de filántropos y militantes religiosos, adquirió carta de ciudadanía.
Aquella tragedia nos enseñó que podemos ser buenos, generosos, desprendidos.
"Wilma" ha mostrado la otra cara de la moneda, un rostro que no podemos ni debemos ocultar.
Aceptando que esas manifestaciones vandálicas forman parte de nuestra esencia, también debemos comprender que se agravan por condiciones sociales injustas. Sólo cambiando éstas, se minimizarán aquéllas.
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