"¿Qué si lo voy a extrañar? ¡Por supuesto! Es más, siento que ya lo extraño."
Gestionan
¿Qué si lo voy a extrañar? ¡Por supuesto! Es más, siento que ya lo extraño. Confieso que de alguna manera me he acostumbrado a él, a su modo de ser, a su mirada, al timbre de su voz, pero sobre todo, a sus declaraciones. Nadie, absolutamente nadie, puede negar que son de una originalidad apabullante, ya quisieran muchos políticos atreverse a decir las cosas que él dice. No, no estoy bromeando... A todos nos queda claro que no es el momento de hacer bromas. Lo único que sostengo es que lo voy a extrañar. Hay algo en su personalidad que me conmueve y que me simpatiza. Sin embargo, bien a bien, no sé a qué se deba. Será que los dos somos muy optimistas, será que lo siento como a un hombre llano y sincero o será que en el fondo le estoy muy agradecida por haber consolidado la alternancia. A ver, ¿quién de todos los candidatos que contendieron en las elecciones de 2000 hubiera podido sacar a los priistas de Los Pinos? ¡Nadie! Si no hubiera sido por él, seguramente en este momento me encontraría quejándome de los priistas, es decir, estaría enumerando, una vez más, sus mismos atropellos y sus mismas corruptelas de siempre. No es que los panistas no incurran en ellas, pero tienen otro estilo. Un estilo más discreto, como que son mejor educados para robar. En fin, es otra cosa. El caso es que sí lo voy a extrañar. A mí no me da pena confesarlo. El otro día osé decirlo durante una cena, y todos se rieron. No me creyeron. ¿Por qué lo extrañarías?, me preguntó un viejo amigo. Porque... porque... porque... porque, pues... porque ¡sí!, respondí con firmeza. Esa no es una respuesta..., agregó su esposa. Es que lo ha hecho lo mejor que ha podido. Él cree lo que dice y lo que nos dice. Él jura y perjura que México va muy bien... porque en su fuero interno es lo que más desea en el mundo... que a todos nos vaya muy bien. En otras palabras, es un hombre de muy buena intenciones. Lo que sucede es que le exigimos demasiado. No acababa de terminar mi frase cuando todos se me echaron encima. "¿No que eras perredista?" "¿No que estás con Andrés Manuel?" "¿No que este gobierno te tenía muy decepcionado por mediocre e inepto?" "¿No que el PAN formaba parte del complot?", comenzaron a preguntarme a gritos. Okay, okay, y créanme que no me desdigo de todo lo que me están reprochando. Lo que les quiero decir, es que al que voy a extrañar es al hombre, no al Presidente. ¿Me entienden? A partir de ese momento, mis amigos ya no supieron qué decirme. Pero, ¿qué aspectos extrañarías del hombre? volvió a inquirir mi amigo. Su buen corazón, su ingenuidad, su aspecto varonil y toda su ternura que siempre ha manifestado hacia los chiquillos y las chiquillas. Además, me encanta que sea alto, porque como decía mi tía Guillermina, "caballo grande, aunque no ande". No hay que olvidar que ha sido, en toda la historia de nuestro país, el primer Presidente más alto que el Mandatario de los Estados Unidos. Al decir lo anterior, se hizo un silencio. De pronto la anfitriona se puso de pie bajo el pretexto de ir a buscar otra botella de vino. Mientras tanto, su marido continuaba jugando con los restos de un corcho. Se veía pensativo, de hecho, todos se veían pensativos. No, si yo no digo que sea un mal hombre, lo que digo es que ha sido un pésimo Presidente, terció uno de ellos. Pero, es que él no sabe que ha sido un mal Presidente. Él está convencido que México, efectivamente, está avanzando. Así se lo dicen en su gabinete y como no lee los periódicos, pues no puede saber cómo está la situación realmente. No es su culpa. Así es él. Les apuesto que cuando era presidente de la Coca Cola tampoco leía los periódicos. Bueno, ni cuando era Gobernador se informaba. Los caricaturistas lo van extrañar. Los editorialistas, los chinos lo van a extrañar, los marroquíes ahora también lo extrañarán; el Rey de España, Bush, el Papa, sus guaruras, el Estado Mayor. También Manlio Fabio Beltrones dijo que lo extrañaría porque es muy simpático. ¿Por qué ninguno de ustedes admite que terminarán extrañándolo? No sean hipócritas. A ver, ¿cuántos votaron por el voto útil? les pregunté ya un poquito alterada. Prácticamente todos alzaron la mano. No me había equivocado, todos habían votado por él, menos yo. Ya ven... Y al votar por él, no lo hicieron por un político brillante cuyo contenido de sus discursos de campañas los había impresionado por su profanidad y por su inteligencia. Votaron por el hombre, es decir, por el candidato que nos ofreció sacar a los priistas de Los Pinos. ¿Acaso no lo hizo? ¿Acaso no nos permitió la transición tan deseada por millones de mexicanos después de 70 años de un Gobierno autoritario, corrupto, mentiroso y lleno de mañas? ¿Acaso no ha sido gracias a él, que ya no tiene tanto peso la figura presidencial? No podemos dejar de reconocerle todos estos logros. Por eso digo que voy a extrañar al hombre, al hombre que logró lo que nos parecía imposible. ¿Me entienden? Muchos empezaron a emitir unas sonrisitas muy extrañas. Me di cuenta que se miraban entre ellos. Era evidente que no los estaba convenciendo, más bien, lo que estaba haciendo era irritarlos. Pero ahora lo que está logrando es, precisamente, lo contrario de lo que hizo; está haciendo todo por que regresen ¡los priistas! ¿Te das cuenta?, me preguntó furioso uno de los invitados. Estaba realmente enojado. Tenía la cara muy roja y sus ojos echaban chispas. No, no podía debatirlo, tenía razón. Justamente por eso lo vamos a extrañar. Y eso lo sabe él, por eso dijo muy claramente en España: "Me van a extrañar después de que me vaya, me van a extrañar después de 2006". Fue como una advertencia. Si lo dijo fue para que nos fuéramos preparando porque en el fondo sabe que los priistas tienen muchas posibilidades de regresar. Qué barbaridad, nunca debí de haber dicho lo anterior. Todos, todos se me echaron encima; no me bajaban de cínica, de payasa, de insolente y hasta de esquizofrénica. "Que se te haga la boca chicharrón", decía el anfitrión. "Es evidente que no sabes nada de política", apuntaba su mujer "Se diría que te mueres de ganas por que regresen los priistas", me reprochaba una amiga economista. Cinco minutos después todos los invitados nos levantamos de la mesa. Nos despedimos de nuestros anfitriones y cada quien se fue para su casa. Por lo que a mí se refiere, de regreso a mi casa, comencé a sentirme extraña. Tenía una sensación de pérdida, como si estuviera a punto de perder un objeto muy querido. Una vez que reflexioné respecto a mi estado de ánimo, llegué a la conclusión de que estaba nostálgica por una ausencia anunciada: tendré muchos defectos pero eso sí, no soy malagradecida. Es obvio que él también va a extrañar a todas las mexicanas y a todos los mexicanos. A lo mejor también hasta terminará por extrañarme a mí y cuando termine su mandato, tal vez empiece a leerme, comience a leer todos los periódicos, a ver los noticiarios. Ay, pobre, seguramente lo hará con mucha nostalgia. Que digan misa, pero yo sí lo voy a extrañar, no al Presidente, pero sí al hombre bueno, ingenuo, cándido, simpático y muy alto...