"Quizá el último Gobernador de Sinaloa que gozó de una mirada amplia fue Francisco Labastida"
Noroeste / Pedro Guevara
Quizá el último Gobernador de Sinaloa que gozó de una mirada amplia fue Francisco Labastida. No fue el gran estadista que hubiésemos deseado pero al menos estableció las bases para que Culiacán contemplara un desarrollo urbano digno de una capital estatal, y también trazó las líneas de una política cultural que, a pesar de Renato Vega, posteriormente resurgió y continuó. Es cierto que en 1986 no ganó las elecciones con aseo y fue actor de la primera negociación electoral ilegal, llamada concertacesión, entre el PAN y el PRI, concretada por Diego Fernández de Cevallos y Carlos Salinas de Gortari, para entregarle Mazatlán al blanquiazul a cambio de no ceder Culiacán, y que fue débil ante los narcos, pero en contraste impulsó políticas de Gobierno que trascendieron su sexenio.
Labastida no logró que Sinaloa recuperara uno de los primeros lugares en desarrollo económico del País como había sucedido décadas antes con el auge agrícola, pesquero y turístico, pero al menos dejó líneas de Gobierno que han perdurado.
Los gobernadores que le prosiguieron son recordados por memorias poco gratas que más vale la pena no detallar.
El estancamiento de Sinaloa no se debe tan solo a las limitaciones de sus gobernantes y de sus instituciones, sino también a fuerzas muy poderosas, como las del crimen organizado, que han atemorizado, debilitado, acorralado y desalentado a personas, grupos, proyectos, empresas y organismos públicos. La atmósfera de violencia e inseguridad no ayuda a la creatividad y al emprendurismo; además provoca la emigración de muchos capitales y talentos.
Por supuesto que un Gobernador por sí mismo, por más talentoso y visionario que fuera, no podría cambiar el rumbo lento o desviado de un estado, se necesitaría de un equipo de Gobierno muy preparado y sólido, además de una sociedad civil alerta, propositiva y emprendedora, para que se tomara aliento sostenido y prolongado.
En la Sinaloa de inicios de este siglo, la senda firme y de avance se podría retomar, aun a pesar del narco, si se aprovechan las oportunidades que en gran parte nos están llegando por fuera. En efecto, tal y como dice Francisco Labastida, hijo, son otros estados los que están presionando para que Sinaloa, particularmente, Mazatlán, construya la infraestructura necesaria para aprovechar el movimiento comercial y turístico que traería la autopista Durango-Mazatlán. Pero, diciendo las cosas con franqueza, nos hemos dormido. Incluso Durango, una entidad con mayores carencias que Sinaloa, se ha ocupado más asertivamente en crear obras para aprovechar la nueva vía de comunicación que nosotros, quienes potencialmente deberíamos ser los más beneficiados.
Sin hablar de las limitaciones del puerto para recibir un masivo movimiento de transportes y mercancías, y tan solo refiriéndonos a un mayor arribo turístico nacional a través de la autopista, en efecto, tal y como lo dice Labastida, no se han construido las obras viales para recibirlos adecuadamente. Si se lograra traer turismo carretero de Nuevo León, Texas, Zacatecas, Aguascalientes y Tamaulipas, mediante la autopista, se estaría creando una demanda que ahora no existe pero que aumentaría sustancialmente el mercado turístico estatal y, más específicamente, el de Mazatlán y Escuinapa. Lo malo es que lo sabemos pero no nos hemos preparado para ello.
No es tarde para iniciar las obras necesarias; sin embargo, hará falta el concurso de la federación, el Gobierno estatal y, por supuesto, de los municipales.
Estos ejemplos bastan para ilustrar la carencia de gobiernos con visión estratégica en Sinaloa.
Si hablamos del Gobierno de Mario López Valdés, después de casi dos años de administración no es ningún atrevimiento afirmar que le ha faltado humildad, paciencia y reflexión para analizar las debilidades y fortalezas de Sinaloa, así como flexibilidad, agudeza y rapidez para buscar el diálogo con los individuos, grupos e instituciones que contribuyan a definir líneas más claras de desarrollo a corto y largo plazo.
Sinaloa goza de una privilegiada ubicación geográfica, de ricos recursos naturales, firmes vocaciones productivas y abundante capital humano para avanzar más sostenidamente en el escenario económico nacional, pero la ausencia de liderazgos claros y respetados no crea las sinergias para lograrlo.
La clave del asunto está fundamentalmente en el liderazgo político. Malova tuvo la incomparable oportunidad histórica de hacerlo al iniciar su gestión, pero muy rápido la empezó a estropear. Quizá en los cuatro años que le restan pudiera darse el milagro de que Sinaloa tomara buen rumbo y horizonte claro, pero es muy difícil que eso suceda debido al lamentable arranque del actual Gobierno. Por si fuera poco, los gobiernos de los principales municipios tampoco contribuyen gran cosa.
Así las cosas, la apertura de la autopista que va a enlazar a Sinaloa con el centro y este del norte de México, a pesar de su enorme importancia, no parece que nos va a encontrar preparados para aprovecharla, al menos en lo inmediato.
Ojalá las presiones y demandas de los estados del corredor del norte nos despierten y alienten a encontrar los liderazgos necesarios para ubicar a Sinaloa en un lugar destacado dentro del escenario nacional.