"Referirse a El Indio rebasará siempre la metáfora y los adjetivos porque su vida fue de toda una trayectoria de hechos y de acciones concretas por la Universidad, por la justicia, por la democracia y la libertad. Ahora, al recordarlo una vez más"

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27/12/2006 00:00

    Geovanni Osuna

    La semana pasada, en mi penúltima entrega del año, aquí mismo comenzaba haciendo una referencia, más aún, dediqué el artículo a su memoria, a quien nombré "universitario de toda la vida, luchador social infatigable y gran compañero, José Elías Reyes Castellanos", mejor conocido por propios y extraños como El Indio, quien, para sentida pena de sus familiares e ingratísima sorpresa para todos sus amigos, falleció de repente en la madrugada del pasado miércoles 13 de este diciembre que se acerca a su final, en Mazatlán, misma ciudad y puerto donde había nacido.
    Curioso periplo o destino, vaya usted a saber, el de muchas personas, desde luego sin excepción de aquellas que han viajado lejos y experimentado una existencia de mil peripecias, que el último aliento vital les ocurre precisamente donde nacieron a la vida.
    Sin más, literalmente, tal fue el caso de El Indio: hombre de mil andanzas por Sinaloa, México y el mundo, así como de un quehacer que no se daba tregua a sí mismo, las cosas que le llevaron al término de su existencia determinaron que volviera exactamente al punto de partida, tanto que el velorio sobremanera sentido de sus restos se hiciera en la casa paterna de Avenida Insurgentes y Privada de la Puntilla, un rincón proletario del viejo Mazatlán.
    Decidí que la entrega de fin de año a Noroeste fuera por completo dedicada a mi dilecto amigo y camarada José Elías Reyes Castellanos porque, no sé, él ahora para mí representa la tristeza callada que todos llevamos en los fines de año. No me va usted, sensible lector, lectora amiga, a dejar mentir: entre el alborozo de las fiestas por la Navidad y el acercamiento del Año Nuevo, a todos, a unos más, a otros menos, a unos explícita, a otros calladamente, nos va quedando ese rezago de melancolía por infinidad de motivos: los proyectos no cumplidos durante el año o apenas adelantados en una modestísima parte, los desamores sufridos, los momentos especialmente difíciles y casi insalvables, los desaires recibidos, los pecados evitables cometidos para perjuicio de cualquiera de nuestros semejantes, las faltas graves a la conciencia propia de las cosas, en fin; pero, especialmente por esto: el callado llanto que guardamos por los seres queridos que se fueron y no estarán nunca más con nosotros.
    Vea usted lo digo de El Indio, pero igual cualquiera de quienes lo conocieron de cerca: fue un compañero de una sola pieza, que no tenía dobleces y su humanismo se entregaba y expresaba a raudales. Así lo ha recordado casi toda la prensa porteña.
    Y así lo retienen en su memoria en un semanario local el escritor José Luis Franco, en siluetas instantáneas sobre su cercanía y apoyo alrededor de la ahora importantísima e infaltable Feliart, que en Mazatlán reúne año tras año a lo mejor del medio literario y artístico; el maestro Pedro Brito Osuna, quien lo conceptúa como el gran camarada entregado a las mejores causas; sus compañeros de militancia política, del perredismo y las redes ciudadanas porteñas que le rinden homenaje como uno de sus más abnegados miembros que deja un sitio insustituible; y los mismos comunicadores, quienes se solidarizan con su colega periodista, Marcia, la esposa del compañero desaparecido.
    De mi parte sólo quiero y puedo decir dos que tres cosas que me constan y confirman ese común parecer sobre José Elías Reyes Castellanos.
    Personalmente no sabía de El Indio hasta que lo conocí en medio de la azarosa actividad política de los años setenta, cuando la izquierda en el estado y el país luchaba a brazo partido por su legalización. Empecé a saber entre el conjunto de militantes de las distintas formaciones, pero especialmente del PCM, que Elías Reyes era uno de aquellos muchachos que no tenían término a su participación en las mil y una actividades, desde hacer y pegar volantes y carteles, impulsar candidaturas y estar día y noche participando en las luchas reinvindicativas de sectores sociales diversos, asambleas y manifestaciones aquí y allá.
    En Culiacán vine a encontrarme con El Indio, un mazatleco bueno (al inicio de la década se hablaba de los mazatlecos malos, los "gorilas", que querían resolverlo todo por la violencia y para que ganaran los malos de siempre que pretendía el gobierno), pero que además se ponía a la par de compañeras y compañeros de todo el estado, e iba y venía siempre con la pasión desbordada en pro de lo que todos creíamos y sabíamos era políticamente incorrecto.
    Por mi ocupación invariable en la Universidad, trabajos editoriales y de prensa, después seguí viendo a El Indio en las jornadas por hacer realidad la Universidad Democrática, Crítica y Popular. Y más tarde en Unidad Democrática, agrupación universitaria que pretendía lo mismo pero además se esforzaba por darle a la UAS el mayor contenido académico posible.
    De regreso de muchas jornadas por la justicia, la libertad, la democracia y la universidad, que había librado como los mejores en múltiples partes, ya en los años noventa y hasta hace muy poco, el reencuentro con Elías Reyes normalmente era festivo, muy serio, pero casi invariablemente de prisa porque le apuraban compromisos con la UAS en la zona sur, con asuntos de su familia y con la infaltable militancia en la izquierda.
    No dudo que fue en recompensa a esa vida de abnegación a lo que él creyó como lo más importante: dar todo por lo que a sus ojos aparecía justo, verdadero, digno, democrático y libertario, y por su entrega sin límites a la Universidad, fue que sus compañeros universitarios de Mazatlán y de las distintas partes de la UAS, el jueves 14 pasado en la CU de aquella ciudad y puerto, en solemne acto que pasó a ser reunión de multitud, le rindieron homenaje y le dieron emocionada despedida a Elías Reyes, a El Indio que todos conocimos y quisimos.
    Referirse a El Indio rebasará siempre la metáfora y los adjetivos porque su vida fue de toda una trayectoria de hechos y de acciones concretas por la Universidad, por la justicia, por la democracia y la libertad. Ahora, al recordarlo una vez más desde aquí, personifica esa tristeza por lo que en el año se fue sin remedio posible, en su caso con la ventaja a nuestro favor de que volver a la vida y obra de José Elías Reyes Castellanos será encontrar su figura levantada, siempre optimista, y tener el eco renovado de su voz y su risa que invitan a no desmayar jamás. Por todo lo que falta y queda por delante.