"¿Resignar o reasignar?"

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27/04/2015 00:00

    Sugey Estrada/Hugo Gómez

    En la vida nos topamos con muchos obstáculos y adversidades, pero lo importante es observar cómo reaccionamos ante estos desafíos.
    Hay quienes los asumen con pasión, coraje, entrega y lucha. Otros, optan por la salida más fácil y peligrosa: se resignan y esperan que las cosas cambien por sí solas, sin percibir que su dejadez aumenta la magnitud del problema.
    Quien se resigna ante la muerte, sufrimiento, dolor y enfermedad contempla todo calzándose los anteojos del fatalismo, impotencia y frustración. Es alguien que claudica y se abandona, que renuncia a vivir. "La resignación es un suicidio cotidiano", dijo atinadamente Balzac.
    De acuerdo a su etimología, resignar es renunciar, entregar o devolver un cargo que se tenía. Se trata de una actitud pasiva, cómoda, inerte y perniciosa. Quien se resigna se declara impotente para cambiar las circunstancias, se cruza de brazos ante el remolino que lo engulle, se convierte en marioneta de los avatares del destino.
    Es cierto que se deben aceptar los reveses para buscar soluciones. Pero una cosa es aceptar y otra, muy distinta, conformarse y soportar pasivamente las embestidas del infortunio.
    Existen ocasiones en que parece que alguien se resigna, pero es que soporta estoicamente la adversidad porque su cometido es apoyar e impulsar a otra persona. "¿Sabe la flor que por ella se resigna la raíz a no conocer la estrella?", preguntó el poeta Juan Eulogio Guerra Aguiluz.
    No obstante, lo más positivo -aunque la Real Academia Española no acepte estos neologismos- es no resignarse, sino reasignar o resignificar esas tareas; es decir, interpretarlas con diferente sentido, a través de reestructurado contenido y enfoque que les otorguen nuevo valor. Así, se recupera el optimismo, se mejora la autoestima y se eliminan la ansiedad y angustia.
    ¿Me resigno, o modifico y reasigno tareas?


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    Twitter: @rodofodiazf