"Salvo el primer lustro de su pertenencia a la CFE, a la que ingresó en 1938 a los 19 años de edad, el resto de su relación laboral con ese organismo lo ejerció desde cargos en el sindicato."
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Rodríguez Alcaine Leonardo Rodríguez Alcaine fue un dirigente sindical profesional casi toda su vida. Salvo el primer lustro de su pertenencia a la Comisión Federal de Electricidad, a la que ingresó en 1938 a los 19 años de edad, el resto de su relación laboral con ese organismo lo ejerció desde cargos en el sindicato, a cuya fundación asistió en 1943. Desempeñó inicialmente puestos en la sección uno (su vía de ingreso al trabajo fue el campamento de Colorines, en Valle de Bravo) y a poco andar se incorporó al comité nacional, donde se acopló a las tareas de Francisco Pérez Ríos, a cuya carrera quedó adosada la suya propia. Ese sindicato, en su origen llamado de electricistas federales, se convirtió en 1953 en Sindicato nacional de electricistas, similares y conexos de la República Mexicana. Era una de las tres agrupaciones que, como reflejo del desarrollo de la industria eléctrica, representaban a los trabajadores del ramo. Las otras era una federación de pequeños órganos que se convirtió después en el Sindicato de trabajadores electricistas de la República Mexicana, contraparte de las plantas extranjeras adquiridas por el Gobierno de Adolfo López Mateos; y el Sindicato Mexicano de Electricistas, que contrata con el organismo público denominado Luz y Fuerza del Centro, como lo hizo desde la segunda década del siglo pasado con la Mexican Light and Power Company. Cuando no quedó ninguna empresa privada en la industria eléctrica, el Gobierno federal empujó a los sindicatos a unirse en uno solo, movimiento del que se excluyó siempre el SME, pues era manifiesta la intención de no sólo unificar a los agrupamientos sino inducirlos al colaboracionismo que se practicaba en otras ramas industriales. El SNESCRM y el STERM accedieron a fusionarse, para lo cual iniciaron en 1972 un proceso impregnado de tensiones, en que la porción principal de la representación correspondió al nacional, encabezado por Pérez Ríos y en donde Rodríguez Alcaine era ya el número dos, como secretario de organización. Desde los años 50, ambos se alternaron la representación política del sindicato en el sistema de posiciones vigente entonces. Dejaba la curul Pérez Ríos en la Cámara de Diputados y la ocupaba Rodríguez Alcaine. Y el relevo comenzaba a practicarse en el Senado cuando Pérez Ríos falleció en marzo de 1975. Su muerte ocurrió en uno de los varios momentos críticos de la pugna entre las tendencias trabajosamente reunidas en el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana, cuya sola denominación era vista en el SME como una amenaza contra su existencia. Rafael Galván, un dirigente de izquierda que se había avenido a pactar con Pérez Ríos, fue despedido de su cargo en marzo de 1975, junto con los miembros de su Tendencia democrática. En esos mismos días murió Pérez Ríos y la CTM apoyó el relevo asumido por Rodríguez Alcaine, a título provisional. Después de que la oposición democrática se diluyó en noviembre de 1977 (tras un largo periodo represivo que incluyó la toma militar de instalaciones eléctricas donde los trabajadores democráticos eran mayoría), en 1978 fue elegido para su primer cuatrienio completo, que a través de sucesivas reelecciones le permitieron mandar en el SUTERM hasta el día de su muerte. Allí se hallaba, en consecuencia, cuando el 21 de junio de 1997 murió Fidel Velázquez, que había sido determinante para el ascenso de Rodríguez Alcaine en el sindicato de electricistas y para derrotar a la Tendencia democrática. Como estarían las cosas en el momento de la sucesión, que el dirigente del SUTERM reemplazó a Velázquez porque no era tan viejo como quienes lo precedían en el orden de sustitución. Emilio M. González y Blas Chumacero, en efecto, fallecieron muy poco después, mientras que Rodríguez Alcaine se mantuvo más de 8 años al frente de la CTM y del Congreso del Trabajo, hasta que decidió ceder la presidencia de esa cúpula obrera, el año pasado, al dirigente ferroviario y Diputado federal Víctor Flores. El líder fallecido el sábado anterior encarnó cabalmente las funciones de la representación sindical en el sistema político mexicano, diseñada para el control y no la promoción de los trabajadores. Ejerció ese papel a partir de una noción vulgar del poder, sabedor de que sus acciones serían siempre benditas por el gobierno a condición de que mantuviera el orden en la industria eléctrica. Sin rendir cuentas, dispuso de los cuantiosos recursos de un fondo mutualista de jubilaciones, sin que los tribunales ni el poder político hicieran revertir ese aprovechamiento contrario a los intereses de los trabajadores. Su práctica autoritaria quedó manifiesta en la víspera misma de su muerte. Cuando ni siquiera se ha lanzado la convocatoria respectiva, dispuso que el sector obrero del PRI apoyara la precandidatura de Roberto Madrazo y, en consecuencia, propuso al recién elegido aspirante de la Unidad Democrática Arturo Montiel declinar su intención de contender por la postulación presidencial. No tuvo necesidad de consultar con nadie para tomar esa posición, porque ni en su sindicato ni en la CTM hay tradición en tales materias. Días atrás, evidenciado que el conflicto laboral en el Canal 40 es mucho más que eso y que el interés de los trabajadores le importaba poco, dispuso desatender la oferta de pago de los salarios, que era y es el punto nodal de la huelga. Su sucesión en el sindicato y la central nos ocupará más tarde, si no se resuelve con prontitud.