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"El Samuel Ruiz que yo conocí"

"Samuel Ruiz había entrado en colisión con el Estado mexicano desde que el entonces Gobernador Patrocinio González Garrido quiso impulsar la despenalización del aborto en Chiapas"

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11/02/2011 00:00

    (Segunda parte)

    Un día de 1997, siendo yo Consejero, recibimos en la Embajada de México ante la Santa Sede una llamada de la Secretaría de Estado en el Vaticano. Querían platicar sobre un asunto de manera urgente. El Embajador me pidió que lo atendiera. En la Secretaría de Estado me mostraron una carta de Monseñor Samuel Ruiz, tramitada por la Nunciatura, mediante la cual se enviaba un alarmante mensaje: según el Obispo de San Cristóbal, el Gobierno y sus aliados en la zona estaban cerrando templos católicos. Se adjuntaba una lista con más de 30 de éstos, indicando lugar y fecha de cierre.
    Obviamente, en la Secretaría de Estado estaban escandalizados, pues en el imaginario eclesial este asunto remitía directamente a la guerra cristera. Era suficiente para alarmarse y automáticamente alinearse con el Obispo, aún si él había estado bajo sospecha y vigilancia durante años. La situación no era exactamente la descrita por Samuel Ruiz, pues no era precisamente el Gobierno el que estaba cerrando templos y ciertamente el escenario era mucho más complejo.
    Pero con este movimiento, Samuel Ruiz logró sortear durante dos o tres años la animadversión existente contra él en ciertos círculos del Vaticano, particularmente en la Secretaría de Estado, hasta que llegó la hora de su renuncia por la normativa establecida en el Derecho Canónico y aceptada alegremente por más de alguno.
    Samuel Ruiz había entrado en colisión con el Estado mexicano desde que el entonces Gobernador Patrocinio González Garrido quiso impulsar la despenalización del aborto en Chiapas. Luego, para empeorar las cosas, González Garrido fue nombrado Secretario de Gobernación. A él le estalló la rebelión del EZLN, el 1 de diciembre de 1994.
    Pero el conflicto había comenzado años antes y no era únicamente un problema del Estado mexicano contra la Iglesia. Había muchas fuerzas políticas y sociales involucradas; las del propio Gobierno federal, pero también el estatal y los caciques locales, las diversas tendencias dentro de la jerarquía católica, las de los diversos grupos protestantes, las de los llamados "católicos tradicionalistas", las de las diversas organizaciones sociales que se habían estado constituyendo en las décadas recientes y por supuesto las del mismo EZLN.
    Samuel Ruiz tuvo que sortear la situación pues tenía muchos enemigos, dentro y fuera de la Iglesia, por las posiciones que había asumido, que para muchos eran de complicidad con el levantamiento armado y para otros constituían parte de su necesario papel profético de denuncia. El mismo Obispo de San Cristóbal admitiría años después que, en efecto, él sabía acerca del planeado levantamiento armado, pero que su papel no era el de "un soplón".
    También fue más o menos evidente que no hizo mucho para evitarlo. Debido a sus posiciones en la Regional Pastoral Pacífico Sur, ya desde fines de la década de los 70, Samuel Ruiz había sido señalado como parte de la teología de la liberación y por lo tanto vigilado y perseguido por el entonces Delegado Apostólico, Girolamo Prigione. Sus informes al Vaticano acerca del Obispo de San Cristóbal no eran por lo tanto los mejores; más bien tendían a mostrarlo como parte del problema en Chiapas, no de la solución.
    Sin embargo, la estrella de Prigione, a pesar de todos sus logros diplomáticos también comenzó a apagarse, hasta ser sustituido por el Nuncio Justo Mullor. Por otro lado, en el contexto local Samuel Ruiz también estaba amenazado por varios frentes; los caciques locales que llegaron a planear su muerte, los católicos tradicionalistas, que rechazaron las posturas de la diócesis, los grupos de autodefensa o paramilitares, algunos obispos ultraconservadores y no pocos políticos estatales y federales que veían con desconfianza la labor del Obispo, al que no consideraban neutral (porque no lo era) en el conflicto.
    No está de más recordar que el ambiente de tensión y de conflicto era real, al grado que condujo a la masacre de Acteal, en diciembre de 1997. Así que Samuel Ruiz se tenía que mover con extremo cuidado, arriesgando su vida y ciertamente su de por sí difícil situación en el Vaticano. La tragedia de este asunto es que, quizás por sus antecedentes y formación, Samuel Ruiz nunca alcanzó a ver que quizás sus mejores aliados eran algunos sectores del Gobierno federal.
    Por lo que respecta a los templos cerrados, como era de esperar, la reacción inmediata de la Embajada fue pedir informes sobre la situación. En efecto, algunos templos estaban cerrados, sobre todo en ciertas regiones del estado, donde la actividad del grupo "Desarrollo, Paz y Justicia", por algunos calificado como de "autodefensa" y por otros "paramilitar", era ostensible. En los años siguientes, el Gobierno federal, en conjunto con el de Chiapas intentó reabrir los templos, con la ayuda del episcopado mexicano. Fue imposible.
    Después de algunos meses se hizo evidente que la última persona interesada en reabrir los templos era el Obispo de San Cristóbal. Ante la Santa Sede la situación lo ponía del lado de las víctimas perseguidas por el Estado mexicano. La estrategia le permitió por lo menos eliminar temporalmente un frente de batalla, hasta que llegó el día de su obligada renuncia.
    blancart@colmex.mx