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"Despropósito"

"Se ha vuelto lugar común decir que como México no hay dos"

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25/11/2009 00:00

    Geovanni Osuna

    Se ha vuelto lugar común decir que como México no hay dos. Pareciera que el destino manifiesto nos persigue. Después de nuestra gesta revolucionaria, una vez derrotados Villa y Zapata, que eran los caudillos que representaban las ansias de libertad y justicia del pueblo de México, se oscureció el futuro del País.
    Con la Constitución del 17 muchos pensadores de este País creyeron con viva fe que con el instrumento de la ley podría arribarse a la vida democrática en el País; pero ya sabemos que nuestros caciques criollos se las arreglaron, y se las arreglan aún hoy, para hacer nulatorios los efectos de dicho ordenamiento jurídico.
    Pero recordar su origen y evolución es abrir las páginas de la historia de México, que nos hace ser conocedores más sensibles y admirar el papel trascendente de quienes nos legaron este País de instituciones con sustento en las leyes. Porque el cambio nacional, para que sea real, justo y se afiance ha de tener necesariamente una expresión en las leyes.
    Por ejemplo, en lo que se refiere al reparto de la tierra, ésta se estableció claramente en el Artículo 27 constitucional. El reparto agrario fue una de las demandas centrales de los campesinos que fueron a ofrendar su vida en los campos de batalla de la Revolución, por lograr la extinción de las haciendas y sus oprobiosas tiendas de raya que mantenían esclavizados a los campesinos.
    La poderosa División del Norte, comandada por el General Francisco Villa, fue la que derrotó al Ejército de la dictadura de Porfirio Díaz, en las decisivas batallas de Ciudad Juárez, Torreón y Zacatecas.
    Emiliano Zapata, desde muy joven tomó conciencia de los derechos agrarios de los habitantes de su pueblo y emprendió la lucha por la tierra para los campesinos pobres, lo que sería su estandarte a lo largo de la Revolución de 1910.
    Un episodio imborrable en la historia de la Revolución Mexicana fue el encuentro del General Francisco Villa y el General Emiliano Zapata en Xochimilco, llegando hasta el Palacio Nacional en la Ciudad de México en 1914, lo que generó una corriente revolucionaria leal a los intereses del pueblo mexicano.
    Cuando Pancho Villa, al lado de Zapata, se sienta sólo para tomarse una foto en la silla presidencial, fija el momento simbólico al que aspiraba, y aspira aún hoy, el pueblo de México: un Gobierno de y para el pueblo.
    El movimiento Zapatista aportó a la Revolución Mexicana el Plan de Ayala, cuyos ideales y principios democráticos y de justicia social siguen vigentes; a casi un centenario, su proclama de "Tierra y Libertad" aún no se ha cumplido cabalmente.
    Zapata luchó y murió por los más pobres, por los desheredados del campo, por los indios y nunca traicionó los principios revolucionarios. Fue derrotado por los carrancistas mediante una traición, urdida por Pablo González y ejecutada por José María Guajardo en Chinameca el 10 de abril de 1919.
    Recordar la Constitución de 1917 es coherencia histórica, porque esta carta magna recoge los ideales de los grandes movimientos libertarios y de emancipación de nuestro País; incluyó gran parte de los ordenamientos de la Constitución de 1857, e incorporó con un pensamiento más avanzado las libertades y derechos sociales.
    Con ello, se hace una gran aportación de la tradición jurídica mexicana, al constitucionalismo universal, dado que fue la primera Constitución en el mundo que incluyó derechos sociales; la mexicana se proclamó dos años antes que la Constitución alemana de Weimar de 1919.
    Sin embargo, la letra Constitucional no siempre ha sido cumplida por los gobernantes. No fue sino hasta el periodo presidencial del General Lázaro Cárdenas cuando se cumple parcialmente la demanda del reparto de los latifundios.
    En lo que se refiere al mandato constitucional del Artículo tercero, que establece el derecho inalienable de todos los mexicanos a la educación gratuita, fue hasta 1922, cuando fue nombrado Secretario de Educación Pública el filósofo José Vasconcelos, que empezó a tener viabilidad este derecho de todos los mexicanos.
    En la práctica el mandato constitucional del Artículo tercero se incrementó ostensiblemente en el periodo cardenista, sembrando escuelas primarias, normalistas y técnicas agropecuarias, en todo lo ancho del País, en un despliegue inusitado de educación, dotando de elementos tecnológicos y humanistas a las escuelas, permitiendo a la juventud mexicana llegar a altos niveles del conocimiento humano.
    En este periodo surge el Ateneo de la Juventud, donde hombres como Antonio Caso, Genaro Estrada y Alfonso Reyes dieron realce a la Filosofía y las Letras en México.
    Subrayo todo lo anterior porque a partir de Gustavo Díaz Ordaz, el máximo, pero no el único, enemigo que ha tenido la educación y los derechos democráticos en México, los gobernantes parecen buscar el desmantelamiento de la educación pública garantizada en la Constitución.
    Hasta culminar con la etapa que estamos viviendo actualmente en el campo de la educación, desprovista de su humanismo intrínseco, llegando incluso al despropósito increíble de plantear la desaparición de la filosofía en todo el sistema educativo nacional.
    lqteran@yahoo.com.mx