Héctor Tomás Jiménez
En casi todos los países de América se celebra el "Día del Estudiante", y en nuestro País no es la excepción. El origen de esta festividad, se remonta al año 1929 cuando los estudiantes de la ahora Universidad Nacional Autónoma de México, se lanzaron a la huelga en favor de la Autonomía Universitaria, la que se logró el 23 de mayo de ese mismo año.
En la actualidad, en todos los estados de la República se celebra este día en esta misma fecha y las formas de celebrarlo tienen mucho más que ver con aspectos de diversión y festejo que con el estudio, la academia o la investigación. En este sentido, la fuerza de las costumbres es la que prevalece; pero al margen de todo, vale la pena reflexionar en el profundo significado del ser estudiante, con el fin de no caer en reduccionismos que propician confusiones y de alguna manera, deformaciones conceptuales.
Ser estudiante es una actitud del ser humano frente a la vida; sobre todo una actitud positiva que propicia una formación como persona, respetuosa de los derechos de los demás y consciente de sus responsabilidades frente al entorno social y ecológico. Esta actitud formativa inicia desde la edad más temprana cuando el niño empieza a tener conciencia de su realidad y empieza a comprender el mundo que lo rodea y no termina nunca a lo largo de la vida.
Hoy en día, lo que hay que aprender en los entornos en los que nos desarrollamos, es mucho mayor que hace algunas décadas, sobre todo por la aparición de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, donde la Internet y las redes sociales tienen una gran influencia formativa aunque no siempre de manera positiva. En este punto, la responsabilidad de los padres en la formación de los hijos es mucho mayor que la de los maestros en la escuela, pues es dentro del hogar donde se abrevan los valores morales esenciales propios de la misma familia y de la sociedad en la que se convive.
Ello significa que toda la familia debe estar involucrada en el proceso formativo, de ahí que todos deban ser considerados como "estudiantes", pues en muchas ocasiones los hijos o los nietos, aportan conocimientos a los padres o a los adultos mayores de la familia. En este sentido el aprendizaje debe ser considerado como un valor cultural de toda la familia.
Con referencia a los hijos que van a la escuela desde el nivel básico hasta la universidad, ellos deben de recibir el mejor ejemplo de los padres o mejor dicho de la familia, pues si bien es cierto que la escuela está estructurada por grados académicos cuyos contenidos deben cursarse y aprobarse para lograr la certificación necesaria que lo compruebe, la familia es la que aporta el contenido moral del estudiante y con ello, el perfil de persona que se está formando. Es decir, la familia aporta las "actitudes" y la escuela "las aptitudes".
Es por ello que nunca se termina de aprender y por lo mismo de estudiar, lo que significa que ser estudiante es algo continuo y permanente y por lo mismo el estudiante debe:
- Dar lo mejor de uno para asegurar un futuro digno y demostrar que las enseñanzas y aprendizajes dentro de la familia y la escuela rinden sus frutos en el largo plazo.
- Comprender que aunque el camino es cuesta arriba y bastante largo, al final siempre se obtiene la mejor recompensa.
- Integrar la mente con pensamientos positivos para propiciar acciones para transformar en colectivos los hechos individuales.
- Ser el protagonista de la transformación positiva del entorno para la creación y obtención de todas las metas y propósitos individuales.
- Asumir el reto de formarse como ciudadanos del mundo.
En resumen, ser estudiante es algo mucho más grande que ser solamente un alumno en una escuela, formarse en una profesión, o aprender un oficio, ya que estudiar significa una disposición permanente frente a los retos de la vida y una actitud humana formativa digna y responsable.
JM Desde la Universidad de San Miguel
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