FIFA
Acabo de ir a ver este espléndido espectáculo. "Performing Arts", le dicen en una alusión quizá precisa (muy a la gringa) pero irremediablemente reduccionista (muy a la gringa). Su corazón es la danza clásica china. Espectáculo mágico. Sublime. Bello. Inspirador. Estimulante. Shen Yun armoniza una tradición artística de 5 mil años con la tecnología multimedia de hoy, mediante el uso de una prodigiosa imaginación firmemente anclada en la mejor mitología de esa cultura milenaria. Lo arman, diferente cada vez, cientos de bailarines, músicos, coreógrafos, cantantes, escenógrafos, todos chinos en el exilio que preparan por meses cada espectáculo.
Shen Yun tiene su sede en Nueva York y de continuo están en gira mundial. Ya sabemos que nada chino puede ser no multitudinario, pero aquí se preservan, de un modo sutil y respetuoso, las naturalezas individuales: en los pocos minutos que dura cada escena, el espectador distingue rápida y nítidamente a cada uno de los personajes, su carácter, su mensaje, su intención.
En el remoto origen de la danza clásica china se presupone un pueblo iletrado, y por ello los movimientos, las cadencias, los silencios, y los vestuarios están meticulosamente diseñados; pero la ayuda adicional de la presentación de cada cuadro por los maestros de ceremonias, un hombre y una mujer, en chino (mandarín, supongo) y en idioma local, se agradece, lo mismo que las traducciones en español vía láser de las canciones en chino.
Del grado de dificultad técnica exigido a todos y cada uno de los intérpretes, quizá baste decir que nada más aprender a caminar como si flotaran, ya es todo un reto para las bailarinas... y eso es apenas el principio del comienzo de su arte grácil y vaporoso. La orquesta, en vivo, es una fascinante amalgama de instrumentos occidentales modernos con tradicionales chinos; su directora, inglesa, es uno de los muy pocos integrantes no chinos del numeroso equipo. La música está compuesta especialmente por compositores chinos para cada cuadro, y es sorprendentemente sencilla y a la vez intrincada, expresiva y a la vez misteriosa, descriptiva y a la vez abstracta.
Pero bueno, todo esto es visible, escuchable, sensible, material en una palabra; no es poco, pero no es todo. Hay en Shen Yun una dimensión adicional: el ámbito de los valores. El espectáculo lo patrocina la asociación Falun Dafa, que es fundamentalmente el custodio de una herencia intangible que subyace y rebasa al escenario: valores que no solemos asociar con la asombrosa pujanza del "modelo chino de desarrollo económico". Valores como la bondad, la rectitud, la belleza, la pureza, la compasión... y esa palabra prohibida: la divinidad. Ya es un lugar común decir que el Siglo 21 será chino; probablemente así será.
Si a la incontenible fuerza material de la China que está dominando al planeta se integra esta dimensión espiritual de su propio pasado (la "China Profunda", por usar un término caro a la sociología de café), al mundo le espera una era realmente luminosa. Ruego porque así sea.
Referencial
Ya en el plano anecdótico, fui al espectáculo con mis nietos y su mamá. Por azares de la descoordinación nos tocaron asientos bastante distantes. En el intermedio, cuando se encendieron las luces y Vasco preguntó dónde estaba yo, su hermano Santiago le respondió, apuntando con el índice, "Allá está, ése del pelo blanco y poco". Me acordé de la clasificación de don Hermenegildo Torres de "pendejo de referencia: el que sirve para ubicar algo: ¿Ves aquel pendejo de allá? Dos lugares a la izquierda". Bendita sea la inocencia de mis nietos: todavía creen que el cabello blanco y escaso me define mejor que otras características menos neutras. Pronto descubrirán maneras alternativas de orientarse, me temo (en esto de la ubicación geográfica, no viene al caso y precisamente por eso es relevante, alguna vez supe que en artillería marítima se utiliza la técnica llamada "horquillar" para afinar la puntería: disparar un proyectil adelante del blanco, otro atrás, y luego tirar a dar).
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