"Si encimáramos todos los planes hechos en pro de la mujer por los gobiernos de los diferentes partidos durante el último siglo, tal vez ya tendríamos a una mexicana en la luna."
CIZAÑAS DE CECEÑA
El lunes, el Presidente Felipe Calderón colgó del firmamento burocrático una nueva estrella: el Programa Nacional por la Igualdad entre Mujeres y Hombres, Proigualdad.
Si encimáramos todos los planes hechos por los gobiernos de los diferentes partidos durante el último siglo tal vez ya tendríamos a una mexicana en la luna.
El 8 de marzo volvió a celebrarse el Día Internacional de la Mujer. Durante varios días supimos de reconocimientos y denuncias y escuchamos sentidos discursos oficiales donde se reconocían pecados y se hacían actos de contrición creando programas y planes.
Por los medios de comunicación nos enteramos de relatos escalofriantes o de logros heroicos teniendo como protagonistas a mujeres de diversas clases sociales.
Los derechos de la mujer ya son parte de la agenda nacional. Tanto así que ¡el 96 por ciento de la población cree que el gobierno debería hacer esfuerzos para prevenir la discriminación!
En un estudio hecho en 16 países por el Programa de Actitudes Internacionales de Política Pública (en México la encuesta la levantó el Grupo Reforma, ver edición del 7 de marzo) tenemos el primer lugar en buenos deseos.
Parecía que Felipe Calderón respondía a esa encuesta porque, en su discurso del lunes, repasó lo hecho por el Gobierno federal. Son tantos los portentos narrados que cuesta trabajo contener la admiración.
Lo malo es que según la encuesta antes citada sólo el 12 por ciento de la población piensa que el gobierno está haciendo lo suficiente.
Tal vez por el escepticismo el Gobierno federal creó Proigualdad que, entre otros objetivos, está el de coordinar las acciones del Gobierno federal, para lo cual tendrá como Secretaría Técnica al Instituto Nacional de las Mujeres dirigido por Rocío García Gaytán. Los propósitos suenan bien.
Un par de fuentes confiables me contaron una historia que descarna la distancia entre palabra y realidad. "Rosita" es una indígena mixe que vive en Jaltepec de Candayoc, Oaxaca. Se cree que tiene entre 10 y 13 años; no se sabe porque fue abandonada por sus padres alcohólicos y recogida por un familiar. El drama humano conduce a una tragedia nacional.
"Rosita" sólo pudo estudiar el primer año de primaria porque, para cursar el segundo, le pidieron, en la escuela pública, los "papeles", es decir el acta de nacimiento. Por faltar sus padres no la obtuvo y se quedó sin educación.
Como la niña quería ir a la escuela, un vecino bienintencionado preguntó al profesor porqué no la admitía de oyente. La respuesta condensa los motivos tras el escepticismo que provocan los programas de gobierno: el maestro respondió que no tenía caso aceptarla porque ni le iban a dar un certificado ni le iba a poner la misma atención que a los otros niños.
Y como todo el mundo sabe: a la escuela sólo se va para recibir una constancia, se sepa o no razonar, leer y multiplicar.
Sobran programas. Falta que mejoren en su compromiso, eficacia y coordinación con otras dependencias oficiales. Hay una Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y una de sus funciones es lograr que los indígenas utilicen sus lenguas tal y como está consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Lingüísticos (1996).
Sin embargo, en Jaltepec hay un bachillerato que se dice intercultural y que tiene tres asignaturas de lengua mixe, las cuales no se imparten porque no hay maestros que hablen el mixe.
Pese a todo se avanza. Por ejemplo, una especialista en asuntos de la mujer, Martha Lamas, me comenta que el Distrito Federal es la única entidad del país que ha incorporado un presupuesto con "enfoque de género". Eso quiere decir que todas las dependencias del Gobierno capitalino ya incluyen en sus programas y presupuestos las necesidades y los derechos de la mujer.
Ahora nace Proigualdad, creado para coordinar dependencias de gobierno y homologar leyes. En temas como la interrupción del embarazo difícilmente lograrán una conciliación entre lo aprobado por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y la postura del Inmujeres y de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Existen, sin embargo, algunos aspectos en los cuales sí pueden coincidir la postura progresista y la conservadora. Uno de ellos es la calidad de la educación.
"Rosita", la niña oaxaqueña, sí quería ir a la escuela aunque aceptó con resignación la decisión tomada por el profesor. Suena bien que el Gobierno federal intente armonizar las políticas federales para combatir la discriminación de la mujer. Lo preocupante es que no controlan el sistema educativo nacional en manos de un sindicato poco dispuesto a mejorar la educación.
Tendrán que aguzar la imaginación; Proigualdad podría invitar a Juan Camilo Mouriño a que imparta conferencias motivacionales a mujeres indígenas sobre cómo hacer negocios con Petróleos Mexicanos (de ahí podría salir un betseller de nombre Brega de prosperidad).
La educación informal depende de los medios masivos de comunicación poco dispuestos a incluir en su programación mensajes sobre los derechos de la mujer, de los trabajadores o de los niños. En ese ámbito los partidos políticos podrían jugar un papel estratégico.
En los próximos días transmitirán spots gratuitos por radio y televisión y sería deseable que se abstuvieran del auto-elogio o la retórica grandilocuente. Ya que todos ellos se dicen comprometidos con la igualdad de las mujeres podrían dedicar una parte de sus spots a promover la necesidad de que se organicen para defender sus derechos.
En tanto sabemos qué sucede con Proigualdad, resulta evidente la urgencia de que la ciudadanía presione a las diferentes dependencias y funcionarios para que cumplan con lo que prometen en sus discursos y con todo lo que aparece en los mil y un programas que, como Proigualdad, siempre nacen cargados de buenas intenciones.
La miscelánea
Miguel Ángel Granados Chapa tiene una vida admirable. Como consejero del Instituto Federal Electoral demostró que se puede ser un excelente funcionario público sin dejar de cumplir con las tareas del analista que hace rimar la precisión fáctica y la corrección sintáctica.
Ahora rompe viejos tabúes y se convierte en el primer periodista aceptado en la Academia Mexicana de la Lengua. Un reconocimiento merecido a quien ha sabido enfrentar retos y adversidades con profesionalismo y calidad humana. Un aliciente para que siga construyendo, incansable, una obra memorable. Estamos a tu lado.
saguayo@colmex.mx