"Sinaloa es tradición y es historia"
Martha Araujo
Antiguo emporio eminentemente minero durante la Colonia, Sinaloa, donde litorales, valles, ríos y montañas compiten por la primacía, se convirtió en una potencia agrícola, pesquera, turística e industrial a partir del Siglo XX.
Sinaloa es tradición y es historia. Sinaloa es Cozatl, "lugar del bello atardecer", que hoy llamamos Cosalá. Y es el Fuerte del Marqués de Montesclaros, que ahora conocemos solamente como El Fuerte. Ambos son hoy los dos pueblos mágicos de Sinaloa, cuna de insignes mujeres y hombres que dieron a su estado relevancia.
El Fuerte, en 1824, se convirtió en la capital del Estado de Occidente, que comprendía las provincias de Sonora y Sinaloa, pero dos años más tarde, a raíz de una insurrección de los indios yaquis y mayos, la capital se mudó precisamente a Cosalá.
Y fue justamente en 1825 cuando en la Villa de El Fuerte se estableció la primera imprenta de Sinaloa.
Oriundo de El Fuerte es Rodolfo G. Robles, quien al estallar la Revolución Mexicana se unió al general Ángel Flores; fue uno de los firmantes del Plan de Agua Prieta en 1920, y debido a su reputación de hombre honrado fue nombrado jede de Hacienda del Estado de Occidente. Murió, qué casualidad, en la pobreza extrema en 1932. Una calle de Culiacán lleva su nombre.
También de El Fuerte es don Francisco Gil Leyva, otro sinaloense ilustre: egresado de la Escuela Nacional de Maestros, se inauguró como profesor de primaria en Guamúchil cuando tenía 19 años.
El periodismo en Sinaloa no es concebible sin la aportación, específicamente, de su columna Aquí entre nos, que durante décadas marcó el ritmo de la crónica política en el Estado. En 1955 fue director de La Palabra, icono del periodismo sinaloense también.
Don Francisco fue, a partir de 1958, y durante cuatro ocasiones, secretario general de la Universidad de Sinaloa, antes de que ésta fuera autónoma.
Gil Leyva ocupó, asimismo, el cargo de secretario del Ayuntamiento de Culiacán, en 1972, pero nos dejó prematuramente, en 1985, al acudir al llamado final e ineludible del cigarrillo.
El otro pueblo mágico, Cosalá, cuna de nuestros ancestros acaxes, xiximes, lacapaxas y sabaibos, es también lugar de origen de la nunca suficientemente reconocida Mona Rico, cuyo verdadero nombre era Enriqueta Valenzuela, actriz que actuó en Hollywood en varias películas del cine mudo.
Entre sus rodajes figuran Eternal Love (Amor eterno) y Shangai Lady en 1929, y A Devil With Women (El diablo conquistador) en 1930. Mona, cosalteca sinaloense talentosísima y bella, murió en Los Ángeles, California, en 1994.
Hijo de Cosalá también es Fausto Burgueño Lomelí, nacido en 1943, otro sinaloense que partió prematuramente, justo hace dos meses.
Economista eminente, Burgueño fue director de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la que estuvo a punto de ser rector. Al fallecer fungía como director del Centro de Ciencias de Sinaloa.
Durante los movimientos estudiantiles en Sinaloa, Fausto legó a la juventud su ejemplo de liderazgo inteligente, sagaz, resuelto e incorruptible.
Cosalteco como ellos fue Luis Pérez Meza, a quien se le conoce como "El Trovador del Campo" por su peculiar estilo de interpretación. Autor de la famosa composición "El Barzón", antecedente directo y preludio de la canción de protesta en 1936, Pérez Meza fue cofundador de la Asociación Nacional de Actores y filmó, junto a Jorge Negrete, en 1948, "Allá en el Rancho Grande".
Talento, visión, arrojo y creatividad les sobran a las mujeres y hombres sinaloenses de hablar tan característico y folklórico.
¿O será que me gana ese regionalismo culichi del que es imposible despojarse?
Alberto@AquiMero.com