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"Medianoche cristiana"

"'Somos una nación atea, en el peor sentido del término, atea no tanto porque reniegue de dogmas sino porque carece de ideales, porque cuando no nos burlamos del ideal, lo pisoteamos y lo desconocemos. Llámese justicia; llámese libertad; llámes"

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23/12/2008 00:00

    BELIZARIO REYES /VERENICE PERAZA

    En la misa de gallo de este año, deberían leer esas palabras de Claudio Magris: "Con los fundamentalismos, el del Islam u otros, Dios no tiene nada que ver. El fundamentalismo no es culpa de Dios. El problema no es tanto si la fe en Dios existe o no, sino si la idea de Dios es una idea fuerte, que da sentido o es una idea absurda. Yo siento con fuerza la idea de Dios. Luego pienso que como no se puede demostrar, uno debe vivir con eso".
    Y vivir en función de esa idea fuerte de Dios. Pero parece que los mexicanos que presumimos, tanto la mayoría católica, como la dinámica minoría evangélica, de ser uno de los pueblos más cristianos del mundo, nos conducimos como si la idea de Dios no se sintiera.
    Un amigo desconocido me hizo llegar esa respuesta de José Vasconcelos a Romain Rolland, con fecha 4 de febrero de 1924: "Somos una nación atea, en el peor sentido del término, atea no tanto porque reniegue de dogmas sino porque carece de ideales, porque cuando no nos burlamos del ideal, lo pisoteamos y lo desconocemos. Llámese justicia; llámese libertad; llámese amor, no hay nada sagrado entre nosotros"
    Duro, ¿no? Cierto, ¿no? ¡Cuan lejos nos encontramos de los cristianos del Siglo 3, antes de que el Imperio proclamara con fuerza impositiva su idea de Dios!
    Escribía entonces uno de ellos al aristócrata pagano Diognetus: "Los cristianos no se distinguen de los demás, ni por el país, ni por el idioma, ni por la ropa. No habitan ciudades reservadas, no usan algún dialecto extraordinario, su modo de vida no tiene nada singular, se conforman con las costumbres locales para la vestimenta, comida y manera de vivir, manifestando a la vez las leyes extraordinarias y de veras paradoxales de su república espiritual.
    "Residen en su propia patria, pero como extranjeros residentes; cumplen con todos los deberes ciudadanos y toda tierra extranjera es su patria y toda patria una tierra extranjera. Son en la carne, pero no viven según la carne. Pasan su vida en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Obedecen a las leyes establecidas y su manera de vivir rebasa en perfección todas las leyes En una palabra, lo que el alma es en el cuerpo, los cristianos lo son en el mundo".
    ¡Qué programa para los cristianos del Siglo 21, especialmente en nuestro México, que sea guadalupano o no! Un México que se parece al Israel del profeta Isaías: "Nosotros pecábamos y te éramos siempre rebeldes. Todos éramos impuros y nuestra justicia era como un trapo asqueroso; todos estábamos marchitos, como las hojas, y nuestras culpas nos arrebataban como el viento ¿Por qué, Señor, nos permitiste alejarnos de tus mandamientos y dejas endurecer nuestros corazones hasta el punto de no temerte?" Ahora, muchos no le temen al Señor, sino a la "Santa Muerte".
    El historiador ve con admiración cómo, a lo largo de 2 mil años, la fe en Cristo se mueve como un incendio que arde mucho tiempo en un lugar y luego se apaga, pero para resurgir más adelante, de manera inesperada. Se nos dijo y era cierto, en apariencia, hasta el momento que dejó de ser cierto, que el cristianismo era un producto cultural occidental, europeo y que por eso fracasaba en Oriente.
    Resulta que hoy en día, el cristianismo es la "organización no gubernamental" que tiene la más alta tasa de crecimiento en China. Zhao Xiao, antiguo dirigente del Partido Comunista, se convirtió al cristianismo y afirma tranquilamente que ya son 130 millones sus hermanos en la fe, el 10 por ciento de la población de toda China.
    El PC chino registra 74 millones de miembros, o sea la mitad. Cuando Mao Ze Dong tomó el poder en 1949, China contaba con 1 por ciento de cristianos, casi todos católicos. Hoy la mayoría de los cristianos chinos son protestantes de pequeñas comunidades, comparables a las del cristianismo de los dos primeros siglos, cuando los creyentes se reunían en la casa del uno o del otro. Así evitan la confrontación con las autoridades.
    El Partido Comunista no sabe muy bien qué hacer. Históricamente ha controlado las grandes iglesias católicas y protestantes, al enmarcarlas en iglesias "patrióticas" dependientes de la administración de los asuntos religiosos. Pero esas iglesitas caseras, esas "comunidades de base" que no pasan de 25 personas, no sólo se les van de las manos, sino que han sido un prodigioso instrumento de propagación de la fe cristiana. Cuando la represión intenta disolver una asamblea, se divide en tres o cuatro grupitos que luego se transforman en otras tantas comunidades.
    Bien lo dijo Marx: "La religión es el alma de un mundo sin alma". ¡Feliz Navidad!
    PD. ¡Milagro! Está en cartelera la película del ruso Pavel Lungin, La isla, pero bajo el título comercial Exorcismo.

    jean.meyer@cide.edu
    *Profesor investigador del CIDE