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"Los presidentes equivocados"

"Tanto Fox como Calderón decidieron intentar cambiar las leyes sin tener una mayoría de votos en el Congreso"

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31/03/2010 00:00

    Gilberto Yáñez

    Es instructivo y sin duda aleccionador, pero triste y frustrante, ver a dos presidentes de México cometer el mismo error, sin siquiera darse cuenta de ello. Vicente Fox y Felipe Calderón, ambos presidentes que fueron candidatos del PAN, decidieron legislar, sin ser legisladores, en lugar de dedicarse a administrar, que es la función del Presidente de la República.
    Decidieron intentar cambiar las leyes sin tener una mayoría de votos en el Congreso, en vez de reducir la corrupción que existe abundante e insultante en el Poder Ejecutivo, sembrada y abonada generosamente durante la larga era del PRI.
    Pretendieron aumentar los impuestos con leyes que no podían aprobar, en lugar de reducir el pesado lastre burocrático que existe en nuestro País en todo el Poder Ejecutivo, pero especialmente en Hacienda, en donde los trámites innecesarios y el rechazo a reconocer los derechos fiscales de los contribuyentes alcanzan proporciones increíbles, incompatibles con un gobierno democrático.
    Optaron por acusar al PRI de poco patriotismo por no aprobar las leyes propuestas por ellos, en lugar de poner su atención, como lo esperábamos los electores, en reducir el gasto público del Poder Ejecutivo que desde la larga era del PRI ya era muy evidente, pero que ha aumentado en las dos administraciones del PAN, sin necesidad.
    Los electores no esperábamos que en 2001 el Presidente Fox cambiara las leyes del País, porque sabíamos que esa tarea corresponde a los legisladores federales y porque el PAN no tenía mayoría de votos en ambas cámaras del Congreso. Tampoco esperábamos que Vicente Fox cambiara los muchos problemas económicos, financieros y políticos que existen en México, derivados de las leyes aprobadas por los legisladores del PRI en los últimos 50 años en obediencia servil a la orden autoritaria e ineludible de los sucesivos presidentes del PRI, quienes eran Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Jefe de Partido.
    Sabíamos que Vicente Fox llegaba a la Presidencia sin tener mayoría de votos en el Congreso federal. Pero el sentido común, la inteligencia media, la experiencia de los presidentes de Estados Unidos acumulada en los últimos cien años que puede leerse en los libros de historia y la presencia de asesores políticos capaces, indicaba que Fox se dedicaría a limpiar al Poder Ejecutivo de la corrupción, del burocratismo asfixiante y del exceso injustificable del gasto público del mismo Poder Ejecutivo, por la gran cantidad de funcionarios y empleados innecesarios y con ingresos muy altos.
    No lo hizo. Fox limpió un poco en Aduanas, pero la corrupción subsiste en la importación de productos perecederos. Respecto del resto de la corrupción y de los interminables trámites burocráticos, nada hizo para mejorar las cosas.
    Tampoco Vicente Fox intentó reducir el gasto público. Al contrario, en su sexenio, el gasto del Poder Ejecutivo se aumentó notoriamente, sin explicación ni justificación posible. La educación pública y la salud pública no se mejoraron. En lugar de ello, los viajes al extranjero se mantuvieron como en los viejos tiempos del PRI. La corrupción de los parientes de la pareja presidencial se hicieron públicos y Vicente Fox flotó a la deriva de su incapacidad.
    La Secretaria de Hacienda no simplificó, sino complicó aún más, el pago de los impuestos federales. México es el único país en el mundo en donde los contribuyentes fiscales no tienen opción distinta de la Internet para pagar sus impuestos. En los países civilizados, los ciudadanos pueden pagar sus impuestos por correo tradicional, con un cheque personal. Pueden también acudir a una oficina bancaria a realizar el pago, con una forma oficial adjunta. Pueden optar por acudir a cualquiera de las oficinas de la autoridad fiscal a pagar en la caja la cantidad que desean pagar.
    En México los impuestos deben pagarse solo por medio de la Internet, en lo que Hacienda llama orgullosa "pago electrónico en línea" y los ciudadanos denominan "pago complicado sin opciones", a pesar de las dificultades de hacer uso de ese sistema y de los frecuentes cambios que hace Hacienda en su sistema electrónico sin que el contribuyente se entere. ¿Cuántos contribuyentes no tienen acceso a Internet y cuántos desearían poder pagar en un banco o en una caja de Hacienda, en efectivo, por ser una forma de pago sencilla y sin complicaciones?
    En los países civilizados, la autoridad fiscal ofrece toda clase de opciones y vías de pago de impuestos. En México no. En México se cambian las leyes y reglas fiscales cada año para complicar el cumplimiento de las obligaciones fiscales. En 2008 se creó un nuevo impuesto que complicó aún más el pago de impuestos. Las simples opiniones de Hacienda son obligatorias para los contribuyentes, lo cual es simple inseguridad jurídica.
    En otros países, el Poder Legislativo no permite que la autoridad fiscal abuse de los contribuyentes y la autoridad fiscal devuelve sin necesidad de solicitud los impuestos pagados en exceso. En México se ponen todos los obstáculos, de buena y de mala fe, para que los ciudadanos desistan de recobrar lo que Hacienda les quiere ilegalmente robar y por regla general, logra robarles.
    Todo esto lo sabía Vicente Fox y lo sabe Felipe Calderón. En lugar de buscar que paguen impuestos los contribuyentes que no pagan porque operan en la economía informal, aumentan las cargas fiscales de los ciudadanos cumplidos y complican la devolución de impuestos pagados en exceso y sin necesidad, simplemente porque la tasa del impuesto aplicable a los depósitos de ahorro bancarios es un abuso en perjuicio de los ahorradores, ciudadanos respetables que no son respetados.
    En lugar de mejorar al País en lo posible y a su alcance, conforme lo dispone la Constitución, tanto Fox como Calderón decidieron cambiar las leyes, pero sin tener el número de legisladores suficiente para aprobar los cambios. Sabemos que algunos cambios legislativos son necesarios, pero no debemos perder el tiempo tratando de hacer lo que no podemos hacer y que todos los ciudadanos sabemos que no se puede hacer, menos el presidente Calderón y antes que él, el presidente Fox.
    Para ellos es imposible comprender que los votantes decidieron elegirlos para ocupar el cargo de Presidente de la República, pero les negaron la mayoría de votos en el Congreso, lo cual demuestra inteligencia electoral. Mientras no exista en México la reelección de los legisladores, que permita que sean los votantes quienes premien o sancionen a los legisladores, es evidente que la relación entre el Presidente y los legisladores de su partido político es una relación insana, de subordinación, que entorpece la representación popular y perjudica a los ciudadanos.
    Nuestro sistema político presidencial es una copia más o menos razonable del sistema político presidencial de Estados Unidos. Su gran ventaja es que si hay discrepancias, problemas, malos modos o pleitos entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo o simplemente el Poder Legislativo está en manos de un partido de oposición o dividido entre varios partidos y ninguna tiene la mayoría de votos, el Presidente de la República, titular del Poder Ejecutivo, puede administrar al país sin problemas y sin interferencias de ningún otro poder y sin que el Congreso pueda obstaculizar su labor. Las facultades del Presidente están indicadas claramente en la Constitución. No dependen de tener mayoría de votos en el Congreso.
    Por su parte, el Poder Legislativo también puede realizar su labor sin obstáculos ni presiones o interferencias del Poder Ejecutivo, porque sus facultades están indicadas también en la Constitución y porque el sistema de división de poderes propio de nuestro sistema presidencial está diseñado para ser mucho mejor por eficaz, que el sistema parlamentario de Inglaterra, en el cual el país puede detenerse y la administración pública entorpecerse, si no hay acuerdos entre los partidos políticos que integran el Parlamento.
    El sistema inglés de gobierno, el sistema parlamentario, es propio de países con una larga tradición y cultura política que es evidente que nosotros no tenemos.
    En México necesitamos un Presidente de la República que se dedique a ser Poder Ejecutivo y no pretenda legislar porque esa no es su labor. Cuando su partido político tenga mayoría en ambas cámaras del Congreso, entonces el Presidente podrá cambiar las leyes que ahora impiden al País ser competitivo en el exterior y que permiten la subsistencia de monopolios del Estado que son incompatibles con las necesidades de un país democrático que apenas acaba de salir de un gobierno autoritario que duró más de setenta años. Pero si no cuenta con la mayoría de votos legislativos, lo mejor es no hacer el ridículo.
    Vicente Fox era un administrador de empresas y vendedor exitoso, antes de ser Presidente. Se entiende que sus limitadas luces y reducida cultura no le permitieran entender lo que es un sistema político presidencial, ni la doctrina de la separación de poderes. Pero es difícil de creer que el Presidente Calderón, que es abogado y que cursó una maestría en Administración Pública en la Universidad de Harvard, no haya podido darse cuenta de que en Estados Unidos, cuando el Presidente no tiene mayoría de votos de legisladores de su mismo partido político, nunca intenta modificar ninguna ley, porque sabe que quedaría en ridículo.
    El Presidente administra, no legisla. El Congreso legisla, no administra. Ambos tienen sus funciones propias y no deben tratar de interferir en las del otro poder, salvo cuando el partido político del Presidente tiene la mayoría de votos en ambas cámaras del Congreso, porque entonces tiene la posibilidad de lograr la aprobación de leyes que estime necesarias para el País.
    La elemental sabiduría de rancho nos enseña que cuando se puede se puede y cuando no se puede, no se puede. En Estados Unidos se dice: "En política, las cosas no siempre resultan como uno quisiera y por ello debes hacer lo que puedas, cuando puedas". Tratar de hacer las cosas como uno quiere, cuando uno quiere, pero sin posibilidades de éxito, es evidencia de limitada inteligencia y de falta de instinto político.
    Es decepcionante que nuestro Presidente no tenga la inteligencia suficiente para aprender de lo que pasa en otros países con sistema político similar al nuestro y que no tenga la inteligencia suficiente para rodearse de asesores capaces o, lo que sería peor, que no les haga caso.
    Si los votantes decidieron no darle al PAN en 2000, en 2003, en 2006 y en 2009, la mayoría de votos en el Congreso, debe Felipe Calderón entender claramente el mensaje: los electores decidieron mantener la división de poderes creada por la Constitución y no permitir que el Presidente sea dueño de la voluntad política de los legisladores de su partido.
    Dicho de otro modo, los votantes decidieron no permitir que el Presidente pueda modificar las leyes del País, porque no existe la independencia necesaria en su partido político para legislar sin la influencia interesada y por ello peligrosa del Presidente. Los legisladores deben atender y rendir cuentas a sus electores, no al Presidente de la República. El Presidente debe dedicarse a administrar y no intentar legislar.