"Televisa y TV Azteca creyeron que, en México, había llegado la hora del fin del Estado clásico y la asunción virtual al poder de sus poderes fácticos"
Noroeste / Pedro Guevara
Con el triunfo electoral de Felipe Calderón los monopolios de la televisión y la radio creyeron que había llegado la hora de que ellos gobernarían desde la pantalla y el micrófono, subordinando al Estado.
Felipe Calderón y su partido, para llegar a Los Pinos, aceptaron la alianza estratégica con esos monopolios, pero considerando que ellos mantendrían el control de mando; es decir, que seguirían con la manija del poder político. Mientras que los dueños de los medios pensaron que, por lo menos, coobernarían.
Los medios electrónicos, y también muchos de los escritos, protegieron mediáticamente al Presidente Calderón ante el plantón y las movilizaciones del Frente Amplio Progresista que no reconoció el triunfo del nuevo Presidente.
"El Hijo Desobediente", como gusta Felipe Calderón que lo llamen, no se hubiese podido legitimar como Presidente a corto plazo sin la protección que le otorgaron los medios.
Sin la labor propagandista e informativa de Televisa, Televisión Azteca, y de Radio Fórmula, entre otras corporaciones, el político michoacano y su gobierno no habrán resistido la desobediencia civil encabezada por "El Peje". Ni éste se hubiese debilitado tanto sin el papel que han jugado esas poderosas empresas.
El neoliberalismo económico panista era el argumento más atractivo que veían los monopolios de los medios y de otros sectores empresariales para apoyarlo ante el programa perredista que defiende el papel del Estado como propietario y administrador de sectores estratégicos de la economía mexicana.
El PRD, o cualquier otra expresión de la izquierda mexicana, son inaceptables para los gigantes de los medios electrónicos mientras mantengan programáticamente la primacía del Estado en espacios vitales de la economía nacional.
El desgaste priista, a pesar de que con pocas diferencias defiende un programa económico que lo hermana con el panista, llevó a los monopolios de la radio y televisión a agruparse en la propuesta de Felipe Calderón frente a la que enarbolaba Andrés Manuel López Obrador.
En este contexto, y ante una sociedad mexicana metida en lo fundamental en la era informacional, a pesar de los enormes rezagos sociales, económicos y tecnológicos que exhiben sólidas franjas del territorio nacional, Televisa y TV Azteca creyeron que, en México, había llegado la hora del fin del Estado clásico y la asunción virtual al poder de sus poderes fácticos.
Pensaron que la política clásica, es decir, la que se lleva a cabo a través de los partidos y el Estado, pasaba a subordinarse al poder del mercado y, por ende, al de ellos.
Los favores de los monopolios a Felipe Calderón habían sido tantos y tan importantes que no dudaron en que, a través del PAN, con la ayuda del PRI, se aprobarían las leyes y se aplicarían las políticas gubernamentales que fortalecieran aun más a las empresas de los medios electrónicos.
Todo parecía muy sencillo y simple, pero la política es mucho más compleja que la que los dueños de los medios y sus ideólogos y operadores practican e imaginan. No alcanzaron a ver que, uno (el nuevo gobierno iba a necesitar de la negociación política con el PRI y el PRD para aprobar una reforma hacendaria, o al menos fiscal, para allegarse más recursos financieros, en la cual habría que ceder en otro terreno y, dos) no tuvieron la sensibilidad y el conocimiento para saber que cualquier partido en el poder necesita de mayores campos de maniobra e independencia ante los poderes económicos e informacionales.
Junto a lo anterior, los monopolios mediáticos no llegaron a percibir que el Poder Judicial había logrado una mayor autonomía frente al Legislativo y el Ejecutivo, lo cual modernizaba y liberalizaba las estructuras del Estado, que le permitía limitar los poderes fácticos.
Fue a través de esta mayor autonomía que el Poder Judicial pudo asestar el primer golpe a los monopolios electrónicos cuando frenó la llama "Ley Televisa" que hubiese establecido un poder informacional omnímodo e imbatible en la sociedad mexicana.
Scott Lash, profesor de la Universidad de Londres, uno de los estudiosos de la sociedad informacional más agudos y crecientemente influyentes en los medios académicos, dice en su obra Crítica de la Información, (Amorrurtu, 2005):
"No hay escape del orden de la información, por lo cual la crítica de esta deberá provenir del interior de la información misma () En el orden de la información el poder no funciona tanto a partir de un principio de explotación como de exclusión.
"Actúa sobre la base de principios de exclusión e inclusión en lo que podemos llamar ´zonas vivas y zonas muertas´, ´zonas domesticadas´, y ´zonas silvestres´. () "La cultura global de la información, depende del poder como exclusión.
"En lo fundamental, se trata de exclusión con respecto al ´circuito´, a los medios de información, a los flujos globales de información y comunicación". (p.12).
El grueso de la población mexicana y los ejes de poder están plenamente inscritos, aunque siempre de manera desigual como sucede por norma en una sociedad subdesarrollada, en el orden de la información.
Es por eso, que la economía, la política, la cultura y la educación, para mencionar tan sólo cuatro coordenadas societarias, se ven atravesadas y son dependientes del orden informacional.
Lo fundamental de la sociedad mexicana no puede existir y desarrollarse sin el papel de la información y la función de los medios de comunicación.
Es por lo anterior, que las empresas de radio y televisión mexicanas, reinas de la comunicación contemporánea, se sienten imprescindibles, insustituibles y todopoderosas, al grado que, piensan, deben cogobernar al lado o, incluso, por encima del Estado.
Televisa, TV Azteca y Radio Fórmula, como punta de lanza de los monopolios electrónicos, se dicen representantes de la sociedad civil y los voceros más auténticos de la ciudadanía, la libertad de expresión y la democracia.
Tratándose de aprovechar del profundo desgaste de los partidos políticos, tratan de erigirse como sus urgentes y necesarios sustitutos para establecer las principales referencias y conductas cívicas y políticas del México contemporáneo.
Pero, en su historia, nada nos puede demostrar que lucharon por la libertad de expresión y la democracia en México. Todo lo contrario, fueron, sobre todo Televisa, baluartes de la antidemocracia en nuestro país.
Recuérdese tan sólo, como el Movimiento Estudiantil de 1968 o, más recientemente, la campaña electoral del "Maquío" Clouthier en 1988, acusaban a Televisa, con sobrada razón, de manipuladora, censuradora y mentirosa. ¿No, acaso, Emilio Azcárraga Milmo,se declaró "soldado" del PRI?
Tal y como dice Scott Lash, los monopolios mediáticos no tan sólo excluyen en términos de la posesión de las ondas para la transmisión, sino que también lo hacen en el manejo de la información, la cual está determinada, sobre todo en las contiendas electorales, por el poderío económico y no por las necesidades que tiene la ciudadanía de informarse equilibradamente.
TV Azteca y Televisa, trataron de convertir en una causa ciudadana, del tipo de las movilizaciones contra la violencia de 2005, sus deseos de proteger el monopolio del mercadeo electoral y sus inocultables ansias de cogobernar virtualmente.
Los dueños de esos medios y sus empleados se sienten traicionados por Felipe Calderón y el PAN, a pesar de las grandes coincidencias que revelan; pero el no permitirles más poder político y económico ha sido visto como traición y, a la vez, como un desafío para futuras y cercanas contiendas.
Los monopolios electrónicos no cejarán en su crítica a la clase política, la cual es muy fácil hacer, pero otra cosa es muy distinta querer virtualmente reemplazar al Estado. Creen que el mercado es sinónimo de democracia.