"Tengo la impresión que a muchos de nosotros todavía no nos cae el 20."
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Tengo la impresión que a muchos de nosotros todavía no nos cae el 20. No obstante vemos y leemos las noticias en relación a la catástrofe originada por el maremoto del sureste asiático, nos parecen tan lejanas como increíbles. El hecho de no poder ubicar geográficamente las costas afectadas, nos confunde todavía más. "¿Dónde, carajos, estará Sumatra?", preguntamos al enteramos que nada más en el norte de la isla de Indonesia hay 900 mil niños huérfanos cuyas edades van de los 6 meses a 15 años. No, bien a bien, no nos cae todavía el 20. Es cierto que la hecatombe sucedió justo en medio de las fiestas navideñas. Apenas estábamos abriendo los regalos cuando nos enteramos de todos esos muertos devorados por quién sabe cuántas olas que medían hasta 8 metros. Sin embargo, cuando nos enteramos que entre los turistas que se encontraban vacacionando en algunas islas había muchos mexicanos, entonces sí nos preocupamos un poquito más. Igualmente nos indignamos cuando algunos columnistas se quejaron de la poca eficacia que había tenido Relaciones Exteriores para auxiliar a nuestros compatriotas. Por otro lado, nos congratulamos que muchos de los llamados topos, expertos en terremotos, hubieran viajado hasta allá para ayudar. Pero fuera de estas noticias que no dejaron de conmovernos, el resto de lo que está sucediendo a raíz del tsunami, nos tiene entre pasmados e indiferentes. ¿Por qué será? ¿Porqué ya no queremos enterarnos de malas noticias? ¿Porqué aún no nos ha caído el 20 o por qué el dolor ajeno ya no nos llega? En relación a este sentimiento de indiferencia frente al dolor ajeno, recordemos lo que escribiera la desaparecida Susan Sontag: supone que cada cual es un espectador. Insinúa, de modo perverso, a la ligera, que en el mundo no hay sufrimiento real. No obstante, es absurdo identificar al mundo con las regiones de los países ricos donde la gente goza del dudoso privilegio de ser espectadora, o de negarse a serlo, del dolor de otras personas, al igual que es absurdo generalizar sobre la capacidad de respuesta ante los sufrimientos de los demás a partir de la disposición de aquellos consumidores de noticias que nada saben de primera mano sobre la guerra, la injusticia generalizada y el terror. Cientos de millones de espectadores de televisión no están en absoluto curtidos, por lo que ven que tal respuesta proviene de los dos extremos del abanico: de los cínicos que nunca han estado cerca de una guerra y de los hastiados del conflicto soportando sus desgracias cuando se les fotografía. Los ciudadanos de la modernidad, los consumidores de la violencia como espectáculo, los adeptos a la proximidad sin riesgos han sido instruidos para ser cínicos respecto de la posibilidad de la sinceridad. Algunas personas harán lo que esté a su alcance para evitar que las conmuevan. Qué fácil resulta, desde el sillón, lejos del peligro, sostener un talante de superioridad. De hecho, escarnecer el esfuerzo de quienes han sido testigos en zonas de conflicto calificándolo como "turismo bélico" es un juicio tan recurrente que ha invadido el debate sobre la fotografía de guerra en cuanto profesión. Lo anterior lo transcribo también para mí. Reconozco que soy la típica espectadora, consumidora morbosa de noticias por televisión, quien al verlas se gratifica por estar viva y muy alejada de esos países en donde nada más pasan desgracias. Por eso, cuando leí que toda Europa, Estados Unidos, Canadá y otros muchos países se estaban organizando para enviar ayuda a los damnificados de Asia, sentí vergüenza, mucha vergüenza. Sobre todo cuando me enteré que nunca antes había habido tal respuesta y tal solidaridad por parte de los europeos, canadienses, australianos, argentinos y norteamericanos. Respecto a Estados Unidos, no se me oculta, no obstante, que al principio la respuesta fue tacaña y muy tardía. Hasta uno de los editoriales del New York Times, titulado: ¿Somos tacaños? Sí, destacó que los 15 millones de dólares inicialmente anunciados por los Estados Unidos, representaban "menos de la mitad de lo que el Partido Republicano gastará en la fiesta de investidura". Y más adelante, en este mismo editorial, se lee que: "Incluso los 35 millones de dólares", anunciados finalmente por Bush el miércoles, "sólo representan una miserable gota de agua en el océano y corresponden al lastimoso presupuesto dedicado por Estados Unidos a la ayuda no-militar al extranjero" señalaba el diario. Pero afortunadamente otros países sí han sido sumamente generosos. Hay que decir por otro lado que había muchísimos turistas europeos que habían decidido pasar el año nuevo en muchas de estas islas. Por ejemplo, el Canciller alemán Gerhard Schroder calculó que había mil muertos. Sin embargo, el diario Die Welt habla de tres veces más de desaparecidos. Suecia y Noruega perdieron aproximadamente 5 mil ciudadanos. Respecto a países como Italia y Gran Bretaña, todavía no se ponen de acuerdo en el número de muertos. Pero así como hubo olas de muerte y destrucción, también las ha habido de muchísima solidaridad. Nada más en 6 días se juntó más dinero para la catástrofe de Asia, que lo que se reunió para las crisis padecidas en 20 países en 2004, dice Jan Egeland. El coordinador de la Ayuda Humanitaria espera reunir 2 mil millones de dólares en contribuciones públicas, las cuales ya han sido ofrecidas. En Francia han colocado en el vestíbulo de las alcaldías de las ciudades más importantes, unas grandes alcancías en donde se puede aportar los donativos. Un empresario, quien no quiso dar su nombre, metió en la ranura un cheque por 1 millón de euros. Muchas parisinas, hasta las BCBG del 16 eme, el distrito más elegante de París, también han aportado su donación. Pero veamos las aportaciones por país. Gran Bretaña ha dado más de 70 millones de euros. Fue el propio Tony Blair quien dijo que a partir del 1 de enero, su gobierno ayudará todo lo que pueda. Australia, país que junto con Japón y la India forman ya una coalición internacional, triplicará su aportación con un monto de 27 millones de dólares. Estados Unidos confirma su aportación de 35 millones de dólares. Canadá está dispuesta a enviar 36 millones de dólares canadienses, aparte de los 40 que ha reunido gracias a muchos donativos espontáneos. Por su parte, la Comisión Europea está dispuesta a enviar a los sobrevivientes de la catástrofe, 30 millones de euros. Francia contribuirá con 22 millones de euros y 800 kilos de medicamentos. Hace unos días, Jacques Chirac y Jean Pierre Raffarin anunciaron que su gobierno estaría dispuesto a duplicar su ayuda, hasta reunir 40 millones de euros. Alemania ya dijo que enviará 20 millones de euros. España aportará 68 millones de euros y Dinamarca más de 15 millones. Suecia está de acuerdo en donar 55 millones de euros. La Cruz Roja Internacional ya envió 32 millones de euros. Italia reunió 11 millones de euros. La aportación del Principado de Mónaco será de 100 mil euros. El Papa Juan Pablo 2, 3 millones de euros. El actor chino Jackie Chan, de películas de artes marciales, y otros actores del cine de Hongkong prometieron 200 mil dólares, y el magnate Li Ka-Shing está dispuesto a dar 3.1 millones de dólares. Argentina enviará 2.5 millones de pastillas para purificar el agua; Brasil ya ha enviado 10 toneladas de alimentos, etc, etc. ¿Y México? ¿Y nuestros empresarios que suelen aparecer en las listas de los millonarios de Forbes? ¿Cuál ha sido su aportación? Me temo que tampoco a ellos les ha caído el 20... ¿Y a usted ya le cayó?