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"Heraclio Bernal; ¿salteador o caudillo social?"

"Tildado de salteador y bandolero, en realidad Bernal, más que un Robin Hood o un Chucho el Roto, fue un idealista que dedicó su vida, exponiéndola siempre, y así perdiéndola, a la causa de la justicia social"

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22/02/2010 00:00

    Martha Araujo

    Sin el lugar que le corresponde en la historia oficial, pero grabada hondamente su imagen en el colectivo mexicano, Heraclio Bernal, El Rayo de Sinaloa es, además de uno de los precursores de la Revolución de 1910, una figura que decisivamente contribuye a definirnos como pueblo.
    Tildado de salteador y bandolero, en realidad Bernal, más que un Robin Hood o un Chucho el Roto, fue un idealista que dedicó su vida, exponiéndola siempre, y así perdiéndola, a la causa de la justicia social.
    Nacido en Chaco, municipio de San Ignacio, Sinaloa, el 28 de junio de 1855, perdió la vida el 5 de enero de 1888, antes de cumplir 33 años, debido a la traición de uno de sus compadres, según la leyenda, en las cercanías del poblado de Cerro Hueco, estado de Durango.
    Heraclio Bernal cursó sus estudios básicos en esa entidad, donde asistió al seminario, hasta que, al cumplir los 18 años, murieron sus padres, Jesús Bernal y Jacinta Zazueta, un par de labradores instruidos y de condición acomodada.
    Ese evento lo llevó a regresar a Sinaloa, concretamente a Guadalupe de los Reyes, en el municipio de Cosalá, donde se empleó en una empresa minera cuyo escalafón jerárquico pronto escaló hasta convertirse en funcionario de confianza, categoría que no conservaría por mucho tiempo debido a la traición de un compañero de trabajo que lo acusó de haber sustraído unas barras de plata.
    Por ello, Bernal fue aprehendido, enviado al penal de Mazatlán y sentenciado a 10 años de prisión, pero muy pronto escapó.
    Admirador de Benito Juárez, pues su padre había sido un liberal, Bernal, aún en la cárcel, estudió a Karl Marx y al político, filósofo y revolucionario francés Pierre Proudhon, de quienes amalgamó su noción social personal, concluyendo que la riqueza de los poderosos es producto de la miseria en que viven los trabajadores.
    Cuando huyó de la cárcel, regresó Bernal a Guadalupe de los Reyes a vengarse del traidor, quien, según cuentan, además le había quitado a la novia.
    Luego, se dedicó a asaltar diligencias y a repartir parte del botín entre las personas necesitadas, pero más tarde, ya en 1885, aliado al general Jesús Ramírez Terrones, Heraclio Bernal desconoció al gobierno de Porfirio Díaz y lanzó, en San Ignacio, el Plan de la Rastra, pronunciándose contra la explotación de los trabajadores y reivindicando la constitución de 1857, el sufragio efectivo y el municipio libre.
    Dos años después, en 1887, uno antes de morir, se volvió a pronunciar con el Plan de Conitaca, igualmente repudiando a Díaz y llamando al pueblo a levantarse en armas para derrocarlo.
    La historia de Heraclio Bernal no es la de un guerrillero solitario, sino la del integrante de una familia comprometida socialmente, que en la revuelta de 1871 en Sinaloa, cuando ganó la Gubernatura Eustaquio Buelna al porfirista Manuel Márquez de León, se sumó al Plan de la Noria para combatir al espurio. Bernal, a pesar de contar entonces con sólo 16 años, tuvo que empuñar las armas y renunciar a su amor adolescente por una jovencita que provenía de una familia porfirista.
    Buen conocedor de la sierra y sus atajos, veredas, senderos y caminos reales en los linderos de Durango y Sinaloa, desconcertaba siempre a sus perseguidores del gobierno de Díaz, que por su cabeza ofrecían 10 mil pesos, apareciendo en otro sitio siempre que estuvo a punto de ser aprehendido. Por eso le llamaban El Rayo de Sinaloa.
    Heraclio Bernal, pues, hizo suyo el malestar de los mineros, campesinos y obreros mal pagados, enfermos y maltratados de Sinaloa y Durango, convirtiéndose así en el antecedente directo, el preludio de la Revolución Mexicana de 1910, cuyo centenario celebramos este año.

    Alberto@AquiMero.com
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