Sugey Estrada/Hugo Gómez
El trabajo, según la tradición bíblica, tuvo su origen en la desobediencia del ser humano. Dios le dijo a Adán que debido a su falta "ganaría el pan con el sudor de su frente". En la mitología griega, el interminable suplicio de Sísifo parece remontarnos a la misma idea. La etimología de la palabra nos une también a esta concepción, pues deriva del latín tripalio, que era un yugo formado con tres palos en el que se azotaba a los esclavos.
El vocablo se asocia también a labor, que es otra palabra que se usa para designar el trabajo. Incluso, se utiliza para referirse al ejercicio que se realiza al dar a luz un bebé, labor de parto, el cual no está exento de graves dolores. De esta manera, se significa el esfuerzo físico y dolor que se experimenta al trabajar.
No obstante, no se debe olvidar que gracias al trabajo realizado por el homo faber, el ser humano trascendió y se distinguió de las bestias. A través del trabajo el ser humano hace y se hace a sí mismo; es decir, se configura y realiza equilibrando su ser, hacer y tener.
Empero, es justo reconocer que muchas personas sí consideran el trabajo como una carga o maldición. Es muy común que se esté esperando el viernes para decir que terminó el castigo y llegó el tiempo libre. Es usual, también, que se construyan fantasías sobre el "sacarse la lotería" para dejar de trabajar, o estar esperando con frenética ansia el día de la jubilación.
No se alcanza a percibir que el trabajo coadyuva a la realización del ser humano y permite el desarrollo de su creatividad, responsabilidad, libertad, capacidad de amar y de dar sentido a su vida.
¿Aprecio y valoro mi trabajo?
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@rodolfodiazf