"¿Tres caídas y sin límite de tiempo?"

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11/04/2015 00:00

    MAYRA ZAZUETA

    Uno de los formatos más comunes de la lucha libre es el de las tres caídas, sin límite de tiempo.
    El combatiente que domina a su antagonista en dos de las tres caídas gana el combate. Visto de manera inversa, el que es vencido en dos de las tres caídas queda fuera. Y esto, como se advierte al principio, es sin límite de tiempo. Pueden durar horas y horas tratando de dominar uno al otro, pero una vez que cualquiera de ellos es puesto de espaldas y no logra despegar el dorso de la lona antes de que el "réferi" haga la cuenta de tres, pierde la caída correspondiente.
    Si el servicio público fuera regido por ese formato luchístico, al momento actual el Presidente Enrique Peña Nieto habría ya perdido el combate, pues en los dos años y tres meses de gobierno ha tenido que deshacerse no de dos sino de tres miembros de su Gabinete. Tres caídas, pues.
    El primero en ser puesto fuera fue Humberto Benítez Treviño, destituido a consecuencia del "sainete" escenificado por su hija, quien sin tener ninguna autoridad para ello ordenó que varios inspectores de la Profeco acudieran a clausurar un restaurante porque no le dieron mesa en cuanto llegó. Por este acto, al más clásico estilo de "¿acaso no saben quién es mi papi?", ocurrido en junio de 2014, fue calificada como la "Lady Profeco".
    La segunda caída, la de Jesús Murillo Karam. Fue destituido como Procurador General de la República a raíz de los desaciertos en las indagatorias en torno a la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Luego le encontraron acomodo, aunque en un cargo de menor jerarquía, poniéndolo al frente de la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano, cargo del que tomó posesión el pasado 27 de febrero.
    La de David Korenfeld Federman es la tercera caída. Fue obligado a renunciar a la titularidad de la Comisión Nacional del Agua el jueves.
    Paradojas de la vida, virtualmente "hizo agua" la credibilidad de la Conagua, no solo por el uso por parte de su titular de un helicóptero oficial para asuntos particulares y familiares, sino por la manera tan desaseada con que fue manejado todo este escándalo público.
    Si bien la caída de Murillo Karam fue por su incapacidad para esclarecer el caso de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, la caída de Benitez Treviño y de Korenfeld Federman fue en estricto sentido por la manera tan frívola e irresponsable en que desempeñaron el cargo que les fue encomendado, por su falta de tacto y por el hecho de que nunca llegaron a entender que el actual gobierno, mucho más que el de sus antecesores, es ahora observado y vigilado de manera permanente por la sociedad, por decenas o cientos de miles de ciudadanos conscientes de que ya es tiempo de ponerle fin a los devaneos y abusos de la clase política.
    Todos los miembros del Gabinete están obligados a trabajar esforzadamente, pero además están obligados a guardar absoluta compostura, y no solo ellos sino sus familias. Deben saber que en estos tiempos cualquier escándalo público tiene efectos demoledores para el Gobierno, de ahí la obligatoriedad de mantenerse alejados de escándalos, lo que incluye no muestrearse en sitios inconvenientes y mucho menos hacer un mal uso de los bienes y recursos que son puestos en sus manos o bajo su responsabilidad para el cumplimiento de las obligaciones de su encargo.
    Estos funcionarios no lo entendieron y por eso quedaron fuera. Es toda una lección para quienes siguen en funciones, incluido el Presidente. Todos y cada uno de ellos tienen que hablar muy seriamente con sus familiares para que eviten actos que puedan irritar a la ya de por sí irritada sociedad mexicana.
    Regodearse en las redes sociales por sus frecuentes viajes al extranjero; presumir sus compras de ropa o perfumes de marcas muy exclusivas; usar, como lo hizo repetidamente Korenfeld Federman, transportes oficiales con fines particulares o familiares; o permitir que sus vástagos y hasta sus amigos aprovechen las "influencias" de sus progenitores para cometer atropellos, ordenar clausuras y hasta cesar a policías y patrulleros, son justamente las cosas que deben evitar para no contribuir a que el prestigio del actual Gobierno siga cayendo.
    Sin embargo es casi seguro que a pesar de la ominosa caída de esos miembros del Gabinete, a muchos funcionarios públicos no les caerá el veinte y seguirán haciendo un uso patrimonialista del cargo que ostentan.
    Pero deben entender que ya no pueden seguir haciendo un uso abusivo del cargo sin el riesgo de que sean puestos en evidencia, ya no pueden hacerlo de la manera tan cínica en que lo han hecho durante décadas. Los papeles se han volteado. Hoy en cada rincón del País hay cientos de ojos ciudadanos vigilando el actuar de las autoridades de todos los niveles. Ahora saben que en el edificio de al lado, en cualquier parque o en cualquier esquina hay un ciudadano con una cámara, con un celular, dispuesto a exhibirlos en el momento en que cometan cualquier abuso.