"Un Presidente de la República a la defensiva, un partido en el Gobierno cuasi-histérico, partidos de oposición con dificultades para presentar propuestas diferenciadas, algunos en el colmo de la irresponsabilidad y otros en el borde de la ilegal"
Un Presidente de la República a la defensiva, un partido en el Gobierno cuasi-histérico, partidos de oposición con dificultades para presentar propuestas diferenciadas, algunos en el colmo de la irresponsabilidad y otros en el borde de la ilegalidad.
Lo mío no deja de ser una imagen impresionista, producto de mi medianía ciudadana; aquella que expuesta diversas horas al día a los medios de comunicación, a los anuncios panorámicos en las calles, a las declaraciones de los políticos, aunada al conocimiento imperfecto y sólo aproximado de las trayectorias partidistas, llega a la semana final de la campaña con una idea muy vaga de lo que son las propuestas de cada partido y muy poca información real para tomar una decisión razonada y sopesada.
Queda entonces el recurso de la memoria, de lo que se sabe de algún candidato o de un partido antes de este momento, de lo que se sospecha que puede hacer una persona que no tiene historia política previa, una vez que sea electa, o de lo que se presume hará, precisamente porque se sabe que tal o cual candidato o candidata ya lo ha hecho previamente.
Al final, el ejercicio del voto termina siendo, para una buena parte del electorado, un ejercicio de tanteo, de aproximación, de semi-adivinanza y de apuesta hacia el futuro. Impresiones todas, más que conocimiento y certidumbres.
Lo que a mí me queda de esta campaña es un bombardeo indiscriminado de propuestas tan generales como banales, así como una enorme dificultad de los partidos para transmitir un mensaje diferenciado.
Veo al Presidente Calderón que, sintiéndose obligado por la posibilidad de perder la mayoría partidista en la Cámara de Diputados, se vio arrastrado a una apenas disfrazada campaña a favor de sus políticas gubernamentales, al mismo tiempo que el PAN recuperaba a dichas políticas como el centro de su propuesta: algo así como "si usted no quiere que la lucha contra el narco y la inseguridad termine, apoye a nuestro partido".
Y como a eso parece haberse reducido la política del Gobierno federal, la simbiosis Presidente-PAN se habría consumado irremediablemente.
Las encuestas de hace algunos meses generaron además el pánico en dicho partido y la desesperada cuasi-histérica estrategia de ataques del dirigente del PAN, dirigida principalmente contra el PRI.
Si dicha estrategia funcionó o sólo tuvo un efecto momentáneo, lo sabremos el domingo 5 de julio.
En lo que a mí respecta, todavía resuena en mis oídos el grito de guerra de Germán Martínez anunciando la "guanajuatización" de México.
O el llamado desesperado para que Fox participe en la campaña. Y el frío recorre mi espina dorsal.
Al final, el Presidente Calderón apareció cada vez más como un hombre de partido, con un mensaje crecientemente conservador.
El punto más alto de esa imagen llegó hace unos días, cuando el Presidente dijo que los jóvenes que se drogaban, lo hacían, entre otras razones, por no creer en Dios.
Como si los narcotraficantes no fuesen creyentes y en muchas ocasiones, devotos católicos.
Otro momento cumbre fue cuando su evaluación de Michael Jackson se centró en el problema del artista con las drogas.
El PRI fue fiel a su propia imagen: tratando de mostrar institucionalidad y centrismo, no hizo nada y no dijo casi nada.
No recuerdo ningún mensaje de impacto, con algún contenido sustancial. Sólo una flaca defensa frente a las acusaciones panistas de ligas con el narcotráfico.
Al mismo tiempo, se podía ver a una dirigente del PRI cada vez más alejada de su antigua imagen como mujer progresista o por lo menos liberal y cada vez más "priista", permitiendo todos los abusos de los gobernadores y clásicas ambigüedades que de facto acercan a dicho partido a la derecha.
Lo que en esta campaña pude observar en el PRD fue una doble batalla: por un lado para sobrevivir a su inminente ruptura y por el otro para poder presentarse como una opción seria, institucional y democrática de la izquierda.
El lopezobradorismo le ayudó a hacerlo, al orientar todo su apoyo al PT y Convergencia, partidos que no acertaron a hacer más que esperar los votos salvadores.
Al final, la ruptura se ha vuelto no sólo inevitable, sino deseable. Una vez que el proceso electoral termine, quizás lo mejor para el PRD sea buscar alianzas con partidos más afines, como con el PSD, el cual ha sido por lo menos un partido ideológicamente consistente.
Haberse destacado en esta campaña, paradójicamente, no significa haber tenido un papel decoroso en la campaña: sin duda alguna, desde mi punto de vista al menos, la peor presentación fue la del Partido Verde Ecologista.
No sólo propuso cosas que en las actuales circunstancias sabe que no podrá cumplir, sino que con la propuesta de la pena de muerte removió los peores instintos de la sociedad mexicana. Verdaderamente lamentable, por el lado que se le quiera ver.
No quiero decir con esto que, en lo personal, no tenga mi postura y no sepa cómo voy a votar.
En cierta forma, todos los partidos han sido iguales a sí mismos. Ninguno es distinto a lo que eran hace unos meses o años.
Ni sus propuestas, orígenes o perspectivas realmente han cambiado. Así que en el fondo, esta campaña, aún si fue más bien para olvidar que para recordar, ha sido al mismo tiempo una campaña esclarecedora y muy reveladora.
*blancart@colmex.mx