"Vicente Fox no comprende, que por primera vez en casi 90 años, un Presidente debía ejercer sus funciones apegado a la Constitución y sujeto a las limitaciones y contrapesos que sabiamente establece nuestra ley fundamental"
CÉSAR LÓPEZ
Las facultades limitadas y la alternancia en el poder Recientemente hemos leído en las páginas de Noroeste interesantes comentarios sobre la transición democrática que ocurrió en México por la elección de 2000. El sábado, el análisis del Dr. Arturo Santamaría Gómez merece no sólo que escriba más artículos, sino también una conferencia suya sobre este tema que provoca interminables debates. Movido por los argumentos de Arturo y en apoyo de su idea de la necesidad de analizar los elementos de la transición mexicana, creo que en el examen global del fenómeno político y sociológico que es el cambio de partido político en el Poder Ejecutivo, debemos incluir el marco jurídico fundamental que rige a México, que esencialmente se reduce a un Gobierno dividido en tres poderes con facultades limitadas y expresas, con un sistema federal con un Gobierno central o federal dotado de facultades también expresas y limitadas, mientras los gobiernos locales pueden ejercer residualmente todas las facultades que la Constitución no otorga a la Federación. Cuando el PRI llega al gobierno, ya encontró el marco jurídico que ahora tenemos, más o menos igual. La gran diferencia es que el sistema autoritario de la larga era del PRI pudo crear un conjunto de reglas paralelo o un Estado de derecho propio, no escrito, basado en la obediencia absoluta e incondicional de los legisladores al Presidente de la República, lo cual le permitió al sistema y a su jefe absoluto sexenal, decidir por cuenta del Poder Ejecutivo y también por cuenta del Poder Legislativo, eludiendo así las limitaciones constitucionales derivadas de la separación de poderes y de las facultades limitadas de cada poder. El PRI tenía siempre la mayoría de los votos de ambas cámaras y la sumisión total de los legisladores, materia prima indispensable para este sistema autoritario, ya fuera por el voto de los electores o si ello no era posible, por trampas de toda índole. Frecuentemente, cuando las circunstancias políticas así lo requerían, el Presidente decidía también lo que el Poder Judicial debía hacer en algunos casos importantes sometidos a su jurisdicción, logrando una dictadura basada en un incumplimiento del marco jurídico fundamental, pero sin modificarlo, aparentando siempre que se cumplía y guardando siempre las formas, de tal manera que el Poder Legislativo en apariencia aprobaba las iniciativas de leyes enviadas por el Presidente, dentro del procedimiento establecido por la Constitución, y el Poder Judicial también aparentaba que era autónomo, aunque recibiera de vez en vez, instrucciones que no podían rehusar los jueces de la Suprema Corte, de la misma manera que los legisladores no podían rehusar obedecer al Presidente, si querían continuar una carrera política y evitar caer en el ostracismo del olvido por parte del sistema o en el castigo por su desobediencia. Al ganar el PAN y Vicente Fox la elección presidencial de 2000, el nuevo Presidente se encuentra con la necesidad de ajustar su conducta a las normas fundamentales que antes no se cumplían pero que se aparentaba cumplir, con el agravante adicional de que no contaba Fox con una mayoría de su partido político en ninguna de las cámaras del Congreso, lo que lo convirtió en un Presidente que por primera vez debía reducir sus acciones al ejercicio de las facultades que la Constitución le otorga expresamente y que no son muchas, porque además de hacer nombramientos importantes con la participación de alguna de las cámaras, sus facultades pueden reducirse a una sola: promulgar y ejecutar las leyes que apruebe el Poder Legislativo. (Art. 89-I) El Presidente Fox no comprendió que sería el primer Presidente desde Madero, en tener que usar la camisa de fuerza jurídica que nuestra Constitución prudentemente fabricó, precisamente para impedir que pasara lo que pasó durante la larga era del PRI: el Poder Ejecutivo sin límite en sus facultades reales, por la obligada subordinación del Poder Legislativo y del Poder Judicial. El sistema de separación de poderes con facultades expresas y limitadas, complementado con el sistema federal, protege a los gobernados contra el abuso del poder, abuso que no se ejerce sólo mediante la tortura y la violencia, sino también con el derroche, el excesivo endeudamiento público y la mala administración general que resulta cuando un solo hombre decide sin ningún límite. El sistema creado por el PRI eliminó esa protección constitucional. La concentración de poder que resultó del sistema autoritario del PRI desde 1930, convirtió al Presidente en un verdadero dictador, similar a Franco en España, a Castro en Cuba y a Pinochet en Chile, por mencionar sólo a los más recientes. La única diferencia era que se guardaban las formas y se aparentaba que el Poder Legislativo ejercía sus facultades, aunque todos sabíamos que las ejercía por orden del Presidente. Nadie estaba engañado. Quienes votaban por el PRI buscaban mantener los privilegios que les producía ese sistema, pero además, es indiscutible que durante la larga era del PRI, como en todas las dictaduras y gobiernos autoritarios similares, el orden público y la seguridad pública son por regla general mejores que en las democracias, porque los gobiernos democráticos deben respetar las libertades y derechos individuales y colectivos, mientras que los dictadores deciden rápidamente, sin oposición y eliminan a sus disidentes; y debemos recordar que la Secretaría de Gobernación tenía hasta 1992 o 1993 una organización represiva, que castigaba o eliminaba a los disidentes que no atendían a los llamados de atención o a los intentos de soborno del sistema. Lo que agravó el problema de la administración de Fox es que no es inteligente y tal vez no supo atender a los consejos de quienes conocían el sistema del PRI y la diferencia que existía al salir el PRI del Gobierno. Pretender aumentar los impuestos para gravar con el IVA la venta de alimentos y medicinas fue una torpeza, porque cuando un Presidente no cuenta con la mayoría de su partido en ambas cámaras del Congreso, no debe pretender obtener cambios legislativos que no cuentan con la aprobación general de la opinión pública o cuando menos de los legisladores, que son quienes deben aprobarlas. Eso mismo se lo pudo decir a Fox cualquiera de sus asesores. Fox no tenía en 2001 la mayoría legislativa de su partido y pretendió aumentar la carga fiscal de los ciudadanos, nada menos que en la compra de alimentos y medicinas, a sólo 5 años de la peor crisis económica y financiera de la historia de México, cuyos efectos se sentirán cuando menos en 25 ó 30 años después de 1995, según los expertos. El sistema constitucional de separación de poderes funcionó y funcionó bien en 2001, cuando Fox pretendió aumentar los impuestos. La mayoría de los legisladores decidieron que no era sensato, ni justo, aumentar el IVA para gravar alimentos y medicinas. No se trata de si se necesita o no aumentar la recaudación fiscal. Se trata de que era inoportuno y sigue siéndolo, pretender aumentar los impuestos federales cuando el Gobierno federal dilapida lo que ahora recibe y cundo el desempleo sigue imperando. Al convertirse en Presidente, Fox no comprendió y sigue sin comprender, que por primera vez en casi 90 años, un Presidente debía ejercer sus funciones apegado a las facultades que le otorga la Constitución y sujeto a las limitaciones y contrapesos que sabiamente establece nuestra ley fundamental. En mi opinión, ese es el problema esencial de Vicente Fox y lo que ha complicado la transición democrática mexicana. Quiso ejercer sus funciones como los presidentes del PRI, sin tener la sumisión del Congreso y sin tener ninguna influencia sobre el Poder Judicial, quien ya le ha declarado la inconstitucionalidad de algunos de sus actos y de cuando menos uno de sus reglamentos. México no tiene problemas de gobernabilidad, aunque la transición a la democracia está en peligro, por el desencanto popular que puede propiciar el regreso del PRI al poder. Simplemente tenemos que acostumbrarnos a las limitaciones que sabiamente la Constitución le impone al Presidente y a los legisladores y que ahora unos y otros están obligados a respetar, aunque el PRI regrese al poder, siempre y cuando no alcance mayoría en ambas cámaras del Congreso. Lamentablemente, también tenemos a un Presidente que no tiene inteligencia política y que no ha sabido limpiar la basura que tiene en su Poder Ejecutivo, herencia por supuesto de la larga era del PRI, antes de pensar en modificar las leyes que están en vigor y que sólo el Congreso puede modificar.