"Vivir a costa de otros"

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15/03/2014 00:00

    MAYRA ZAZUETA

    Emulando a la ma­yoría de los jóvenes estudiantes de hoy, voy a hacer una especie de copy paste de un texto en Internet, que explica lo que es y qué daños causa un parásito.
    "Un parásito", señala el texto, "es un organismo que vive a costa de otra especie. El parásito, que puede ser animal o vegetal, se alimen­ta del otro organismo, de­bilitándolo aunque, por lo general, sin llegar a matarlo.
    "La especie que aloja al parásito se conoce como huésped u hospedador y su­fre una depauperación de su aptitud reproductiva ante la acción del otro organismo que, a su vez, logra mejorar sus propias condiciones y su capacidad de supervivencia.
    "Puede decirse, por lo tanto, que los parásitos se benefician de la asociación que establecen con el otro organismo, mientras que éste se ve perjudicado por el tipo de interacción.
    "En el lenguaje coloquial se califica como parásito a la persona que vive, o intenta vivir, a costa de otro sujeto, aprovechando sus recursos materiales".
    Hasta aquí el referido texto.
    Creo no equivocarme al suponer que a ustedes como a mí, amables lectores, se les vino de inmediato a la mente esa fauna nociva que cono­cemos como la "clase polí­tica", que es seguramente la más nociva de todas las cla­ses de parásitos que existen.
    Hace un par de días me comentaba con angustia un amigo arquitecto que no ve cómo pueda la sociedad mexicana salir del profun­dísimo hoyo en que ha caí­do, sobre todo porque no se advierte en la inmensa mayoría de los jóvenes de hoy ninguna preocupación por el actual estado de co­sas. Viven atrapados por un egocentrismo feroz, desde el que no ven más allá de su propia persona, más allá de sus propios intereses.
    Y su primer reacción fue la de la gran mayoría de los mexicanos: "Al Gobierno no le importa lo que está pasando, ellos nomás están buscando perpetuarse en el poder para seguir viviendo de los ciudadanos".
    Sí, le respondí, la clase política no tiene ningún otro interés que vivir a costa nuestra, ¿pero qué hacemos los ciudadanos para impedir que continúe el actual esta­do de cosas?
    Ese es el verdadero pro­blema. Desde hace muchos años, muchísimos, los ciu­dadanos abdicamos de nues­tros derechos y empezamos a permitir que la clase polí­tica se fuera montando poco a poco en nuestras espaldas.
    Nos convertimos en hos­pedadores de esos parásitos que, como señala el texto citado al principio, se han alimentado y se siguen ali­mentando de la sociedad, debilitándola, aunque sin llegar a matarla. No son tan tontos nuestros políticos co­mo para acabar con su fuente de sustento, así es que de vez en cuando aflojan un poco la tuerca, para de nuevo volver a apretarla en el momento que creen más oportuno.
    El parasitismo suele ser un proceso irreversible, y atendiendo al lugar que ocupa el intruso en el cuerpo del hospedador, se clasifica a los parásitos como ecto­parásitos, cuando viven en contacto con el exterior del hospedero, como podría ser el caso de la pulga; endopa­rásitos, cuando viven en el interior del cuerpo del hos­pedador, como pueden ser la taenia o la triquina; y me­soparásitos, cuando viven con una parte de su cuerpo mirando al exterior y la otra hundida profundamente en las entrañas del hospedador.
    ¿En cuál de estas clases de parásitos caben nuestros políticos y gobernantes? Di­fícilmente se les puede ubi­car en una sola. Con el paso de los años han afinado sus métodos y formas de extraer todo lo que quieren de la so­ciedad, y lamentablemente ésta también ha visto evolu­cionar su sumisión de mane­ra que poco o nada hace por sacudirse a esos parásitos.
    En el caso de los animales y las plantas, en algún mo­mento incuban sus propios mecanismos de defensa y se sacuden a sus parásitos, o minimizan al menos sus efectos dañinos. ¿Por qué el género humano, seres pen­santes, sigue permitiendo que la clase política y la cla­se gobernante mantengan sus dientes clavados en su cerviz?
    Como cualquier otro ser vivo víctima de parásitos, la sociedad tiene los medios y las herramientas suficien­tes y útiles para sacudirse a esa plaga tan perversa y tan dañina. Hoy en día existen numerosos organismos e instituciones que, desde su propia perspectiva, vigilan el actuar y proceder de los diferentes niveles de gobier­no, y a través de ellos la so­ciedad puede pugnar por el respeto a sus derechos, bus­car influir en las decisiones gubernamentales y llamar a cuentas a todo aquel funcio­nario y servidor público que evada sus responsabilidades y se aproveche del cargo pa­ra su beneficio propio y el de sus familiares, socios y amigos.
    No se puede permitir ya que esa gigantesca colonia de parásitos siga depredan­do a nuestra sociedad. Mé­xico y Sinaloa merecen vivir con dignidad y disfrutar a plenitud de sus derechos, que le han sido coartados por una clase política que sabe que su supervivencia estriba en que la sociedad no los asuma y los haga valer.
    jdiaz@noroeste.com