Este viernes, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo visitará Culiacán por primera vez desde que asumió el cargo. La cita es en el Hospital Pediátrico, donde inaugurará nuevas áreas médicas.
El Gobernador Rubén Rocha Moya celebra la visita como un gesto positivo para el estado, un signo de respaldo presidencial. Y quizá lo sea. Pero en Sinaloa, ese respaldo debería significar más que cortes de listón.
El propio Gobernador anticipó que hablarán de salud y de agricultura. De seguridad, no dijo nada. No es irrelevante, porque Sinaloa, y particularmente Culiacán, lleva meses atravesando una etapa de violencia persistente: desapariciones, enfrentamientos, desplazamientos forzados y el control de facto que mantiene el crimen organizado en amplias zonas del estado.
Que la primera Mandataria pise esta tierra debería significar un mensaje claro sobre la pacificación, ojalá no sea una oportunidad perdida.
Sheinbaum ya presentó una nueva estrategia de seguridad en su gobierno. Aquí tiene un escenario ideal para mostrar cómo esa promesa se traduce en hechos.
No se trata de declaraciones altisonantes, sino de una ruta clara: ¿qué papel jugarán los estados?, ¿cuál será el plan específico para las regiones con presencia fuerte del narco?, ¿cómo se protegerá a las familias desplazadas?, ¿a las policías locales?
El simbolismo importa. Pero más importa el contenido. La visita de la Presidenta puede ser un mensaje, sí, pero la ciudadanía espera que sea uno con fondo.
Que venga a hablar de quirófanos infantiles es relevante, por supuesto. Pero que no se mencione siquiera la violencia que marca la vida diaria de tantas personas, sería no solo evasivo, sino también profundamente desconectado.
La población de Culiacán está lista para escuchar a su Presidenta. Y necesita que no guarde silencio justo en los temas donde más urge ser clara.
En Culiacán, la temporada vacacional avanza entre dos realidades que conviven, pero que rara vez se reconocen mutuamente.
Por un lado, las cifras de violencia siguen marcando el pulso del estado. Por el otro, los parques, balnearios y cursos de verano reciben a familias enteras que, pese al temor, se aferran a la posibilidad de una vida normal.
La participación “positiva” en estas actividades, como la calificó la directora de Turismo Municipal, puede parecer una señal de recuperación. Pero también un reflejo de la necesidad, no siempre voluntaria, de adaptarse al contexto.
No se trata de negación, sino de una especie de supervivencia emocional, hacer como si todo estuviera bien para no rendirse del todo.
Las familias que visitan el Parque 87 o el balneario de Imala quizá no lo hacen necesariamente por confianza en las condiciones de seguridad, sino por la necesidad de ofrecerle a sus hijos un respiro, una rutina distinta, una ilusión de estabilidad.
Es la dualidad que marca la vida en esta ciudad. Entre el miedo y la esperanza, entre la alerta constante y la determinación de no dejarse paralizar.
Y es ahí donde los discursos oficiales deben tener más cuidado. Celebrar la asistencia a los centros recreativos como si fuera prueba de normalidad puede ser engañoso, incluso ofensivo para quienes viven bajo el estrés de escuchar ráfagas a lo lejos o ver retenes inesperados camino a casa. La “normalidad” no es lo mismo para todos.
En el fondo, la gente no ignora la violencia; simplemente ha aprendido a coexistir con ella. Esa es quizá la lección más dura de Culiacán, que la vida sigue, aunque a veces siga herida.
Amaneció agitado radiopasillo legislativo este jueves en el Congreso del Estado de Sinaloa, y no precisamente por temas que atañen propiamente al quehacer de este poder, sino por el ruido en torno a una de sus integrantes.
Se habrá enterado, pues, que saltó el rumor de que la Diputada del PRI, Paola Gárate Valenzuela, había abandonado las filas del tricolor.
Y para meterle mayor jiribilla al asunto, ya la estaban pintando de color naranja, y todo apuntaba a que se uniría a Movimiento Ciudadano, partido cuya dirigencia últimamente parece temblar para sacar de la jugada a otro Diputado, Sergio “El Cholo” Torres.
Rapidito salió la propia Gárate Valenzuela a desmentir dicho rumor e incluso aprovechó para refrendarse como figura priista.
Aunque resultó extraño que saltara este dicho de repente, podía tener sentido, pues hay que recordar que apenas en abril pasado se cortó de tajo el periodo de Paola Gárate como dirigente estatal del PRI, en reemplazo de César Emiliano Gerardo Lugo, mientras que la Diputada asumió un rol confuso en la estructura nacional priista.
Y por otro lado, cobraba sentido suponer un cambio a Movimiento Ciudadano, ya que sobre esta facción encabezada a nivel estatal por Sergio Torres Félix, recientemente también ha sonado que por ahí alguien le hace sombra para quitarlo de la dirigencia. Mientras, “El Cholo” Torres no dice ni pío al respecto.
Volviendo al tema de Paola Gárate, también es cierto que no se le mira como una ficha de mucho peso dentro del tricolor de cara a las elecciones del 2027, esas a las que según nadie atiende, pero todos las mencionan.
De ahí, pues, el encaje entre ambos rumores asusta hasta al priista más férreo.
Además, por mucho que insistió en reforzar su nombre como militante del PRI, las palabras de Gárate Valenzuela no fueron tan contundentes como para descartar de plano esa posibilidad de verla vestida de naranja.
Pero como dirían las tías, “pos cada quién”. Sólo recordemos que si el río suena es porque agua lleva.