MALECÓN
07/11/2025 04:00
    Malecón es una columna institucional de esta casa editorial / malecon@noroeste.com
    La advertencia de Manuel Clouthier sobre un posible colapso del mercado inmobiliario en Mazatlán expone una verdad incómoda de que el puerto está construyendo más de lo que puede vender.
    Las actitudes desubicadas

    Lo que ocurrió la mañana de este jueves frente al Palacio de Gobierno no puede llamarse de otra forma que una agresión.

    No fue un malentendido, ni un empujón accidental entre el tumulto: fue el uso de la fuerza por parte de agentes estatales contra periodistas que cumplían con su deber. Y lo más grave es que ocurrió a plena luz del día, frente a las cámaras, frente a la ciudadanía. Si así actúan cuando saben que están siendo grabados, no queremos ni imaginar lo que sucede cuando nadie los ve.

    El equipo de resguardo del Secretario de Seguridad Pública, Óscar Rentería Schazarino, empujó y agredió a reporteras y reporteros que intentaban hacer preguntas sobre la crisis de violencia que atraviesa Sinaloa. Es decir, fueron agredidos por querer informar. Por intentar obtener respuestas de quien, paradójicamente, encabeza la institución responsable de garantizar la seguridad de todos.

    No se trata sólo de un exceso de fuerza: es una muestra de soberbia institucional. De una autoridad que no entiende su cargo como servicio público, sino como un espacio de poder, de control, de distancia frente al ciudadano. Y eso, esa confusión entre servir y mandar, es algo que se le ha permitido por omisión. Porque quienes deberían coordinarlo, los mandos civiles, han optado por el silencio, por la complicidad pasiva de mirar hacia otro lado.

    Este episodio exhibe también la ausencia de una estrategia de comunicación clara por parte de la Secretaría de Seguridad Pública. A más de un año de que la violencia se recrudeciera en el estado, no existe un plan de información ni una ruta de rendición de cuentas ante la sociedad que ya está harta de la violencia. Se responde a la crisis con cerrojos, con evasivas, y ahora con empujones. La incomodidad frente a la prensa se ha convertido en política oficial.

    El Secretario ofreció disculpas después del incidente, pero las disculpas no bastan cuando lo que está en juego es el derecho a informar y el derecho de la gente a saber.

    Sinaloa necesita seguridad, sí, pero también necesita funcionarios que entiendan que su fuerza no se mide por los guardias que los acompañan, sino por la capacidad de enfrentar la crítica sin miedo y con respeto. Porque el día que los empujones sustituyan las respuestas, ese día la seguridad deja de ser pública.

    Y lo más terrible es que esta no es la primera ocasión que ocurre pues a inicios de año, también en el Palacio de Gobierno, la carrera del secretario por huir de la prensa provocó que su mismo equipo derribara al suelo a una funcionaria que le acompañaba como parte de su equipo de comunicación.

    Ya van dos veces en las que las entrevistas escalan a la agresión física, ¿qué esperan la SSPE que pase para tomar acciones? De momento ya tienen puesto el ojo público encima, y una línea más a la lista de escándalos contra la administración estatal actual.

    Es insostenible que la autoridad goce de una posición en la que creen que pueden decidir si rinden cuentas o no, más todavía cuando no están haciendo un trabajo que alcance.

    En general el aparato de asesores y comunicación en el área de seguridad y justicia en Sinaloa está acéfalo, sin alguien que sea un funcionario competente que sepa apagar fuegos, por eso mismo se arrastra una fuerte carencia de atención al manejo de crisis. Son servidores públicos que no ganan tres pesos y se limitan a pararse derechitos en eventos institucionales.

    Ya nos imaginamos al Gobernador Rubén Rocha Moya, decepcionado por no lograr armar un gabinete que sea de su entera confianza y con el que pueda delegar tareas, como si le faltaran problemas.

    Cuando llegó, impuesto por la Federación, Rentería Schazarino tenía que atender una crisis sin precedentes y cargar con la todavía presente comparación con el ex Secretario de Seguridad Cristobal Castañeda Camarillo. A un año de asumir el cargo no lo ha logrado y aunque son innegables los golpes recientes por parte del GOES, es claro que los resultados están muy lejos de la expectativa y lo necesario.

    El temor a los sombrero de paja

    Después de que hay jóvenes en Sinaloa que se han emocionado con las manifestaciones, subidos en la tendencia de realizar acciones revolucionarias cómo sus ídolos del animé y como ha ocurrido en otros países, hay una sensación de esperanza de que despierte esa bestia dormida que podría ser la juventud contra los gobiernos.

    Claro, con las redes sociales, hay quienes ya han intentado desprestigiar las movilizaciones que han nacido desde las inquietudes mismas de los jóvenes por las irregularidades observadas desde dentro de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

    Las tachan de estar sembradas por otros grupos, como el de los trabajadores jubilados que han mostrado también sus inconformidades contra las decisiones del Rector Jesús Madueña Molina y su ejército de trabajadores de confianza, pero no dijeron nada cuando estos se aprovecharon de los jóvenes con algo tan absurdo cómo llevarlos a bailar La Chona en las sesiones del Consejo Universitario para aprobar las decisiones de la cúpula sin que estos tuvieran alguna vela en el entierro.

    Las acciones, reiteramos, son de esperanza, después de ver como hay abusos dentro de la Universidad tan absurdos como robarles bocinas a quienes quieren manifestar su derecho a la libre expresión, a las intimidaciones, amenazas y hasta maltratos para evitar que alguien se les salga del huacal.

    Las movilizaciones en las preparatorias son una bocanada de aire fresco, de oxígeno, para quienes quieren que las cosas cambien dentro de la Universidad y son un dolor de cabeza para los que no quieren.

    La cereza en el pastel es que los jóvenes universitarios, desde antes que se hicieran virales las movilizaciones en otras partes del mundo, ya habían utilizado la bandera de los piratas de sombrero de paja de la serie de manga y animé de One Piece que ayer nuevamente ondeó por las calles de Culiacán.

    Pues la noticia es que tienen razón aquellos que le temen a que este movimiento vaya a prender, porque si en Nepal pudieron derrocar a un gobierno, es lógico lo que pueden provocar en nuestra universidad que desde hace décadas pide a gritos una limpia de sus males más grandes incrustados en la cúpula de poder.

    Ánimo, jóvenes, que ni Luffy ni su tripulación se rindieron.

    Mazatlán y su burbuja con vista al mar

    La advertencia de Manuel Clouthier sobre un posible colapso del mercado inmobiliario en Mazatlán expone una verdad incómoda de que el puerto está construyendo más de lo que puede vender.

    Según señala, en apenas tres años, los proyectos de vivienda vertical pasaron de 89 a 142, pero las ventas se desplomaron. Hoy el inventario equivale a casi tres años de oferta acumulada.

    El auge de la vivienda vertical en Mazatlán ha sido presentado como sinónimo de modernidad y atracción turística. Sin embargo, detrás de los rascacielos que se levantan en la zona costera, la realidad es que las ventas se desploman, el inventario se acumula y la demanda real no crece al ritmo de los edificios.

    Las torres que presumen modernidad se esconde un modelo agotado, sostenido más en la especulación que en la demanda real.

    El mercado de lujo, dirigido a inversionistas foráneos, se mantiene artificialmente, mientras el turismo nacional cae por la inseguridad en las carreteras.

    Se construyen departamentos frente al mar, pero cada vez menos mazatlecos pueden vivir cerca de él. La vivienda se volvió un producto financiero y no una necesidad social y cuando la burbuja reviente, los efectos no serán para los inversionistas, sino para la comunidad que sostiene el destino.

    Clouthier dice que a diferencia de Culiacán, el puerto aún tiene margen para corregir el rumbo, pero requiere más que discursos optimistas, una planeación urbana con límites, responsabilidad y visión social o, de lo contrario, su “boom” inmobiliario podría hundirse solo.

    Las actitudes desubicadas

    Lo que ocurrió la mañana de este jueves frente al Palacio de Gobierno no puede llamarse de otra forma que una agresión.

    No fue un malentendido, ni un empujón accidental entre el tumulto: fue el uso de la fuerza por parte de agentes estatales contra periodistas que cumplían con su deber. Y lo más grave es que ocurrió a plena luz del día, frente a las cámaras, frente a la ciudadanía. Si así actúan cuando saben que están siendo grabados, no queremos ni imaginar lo que sucede cuando nadie los ve.

    El equipo de resguardo del Secretario de Seguridad Pública, Óscar Rentería Schazarino, empujó y agredió a reporteras y reporteros que intentaban hacer preguntas sobre la crisis de violencia que atraviesa Sinaloa. Es decir, fueron agredidos por querer informar. Por intentar obtener respuestas de quien, paradójicamente, encabeza la institución responsable de garantizar la seguridad de todos.

    No se trata sólo de un exceso de fuerza: es una muestra de soberbia institucional. De una autoridad que no entiende su cargo como servicio público, sino como un espacio de poder, de control, de distancia frente al ciudadano. Y eso, esa confusión entre servir y mandar, es algo que se le ha permitido por omisión. Porque quienes deberían coordinarlo, los mandos civiles, han optado por el silencio, por la complicidad pasiva de mirar hacia otro lado.

    Este episodio exhibe también la ausencia de una estrategia de comunicación clara por parte de la Secretaría de Seguridad Pública. A más de un año de que la violencia se recrudeciera en el estado, no existe un plan de información ni una ruta de rendición de cuentas ante la sociedad que ya está harta de la violencia. Se responde a la crisis con cerrojos, con evasivas, y ahora con empujones. La incomodidad frente a la prensa se ha convertido en política oficial.

    El Secretario ofreció disculpas después del incidente, pero las disculpas no bastan cuando lo que está en juego es el derecho a informar y el derecho de la gente a saber.

    Sinaloa necesita seguridad, sí, pero también necesita funcionarios que entiendan que su fuerza no se mide por los guardias que los acompañan, sino por la capacidad de enfrentar la crítica sin miedo y con respeto. Porque el día que los empujones sustituyan las respuestas, ese día la seguridad deja de ser pública.

    Y lo más terrible es que esta no es la primera ocasión que ocurre pues a inicios de año, también en el Palacio de Gobierno, la carrera del secretario por huir de la prensa provocó que su mismo equipo derribara al suelo a una funcionaria que le acompañaba como parte de su equipo de comunicación.

    Ya van dos veces en las que las entrevistas escalan a la agresión física, ¿qué esperan la SSPE que pase para tomar acciones? De momento ya tienen puesto el ojo público encima, y una línea más a la lista de escándalos contra la administración estatal actual.

    Es insostenible que la autoridad goce de una posición en la que creen que pueden decidir si rinden cuentas o no, más todavía cuando no están haciendo un trabajo que alcance.

    En general el aparato de asesores y comunicación en el área de seguridad y justicia en Sinaloa está acéfalo, sin alguien que sea un funcionario competente que sepa apagar fuegos, por eso mismo se arrastra una fuerte carencia de atención al manejo de crisis. Son servidores públicos que no ganan tres pesos y se limitan a pararse derechitos en eventos institucionales.

    Ya nos imaginamos al Gobernador Rubén Rocha Moya, decepcionado por no lograr armar un gabinete que sea de su entera confianza y con el que pueda delegar tareas, como si le faltaran problemas.

    Cuando llegó, impuesto por la Federación, Rentería Schazarino tenía que atender una crisis sin precedentes y cargar con la todavía presente comparación con el ex Secretario de Seguridad Cristobal Castañeda Camarillo. A un año de asumir el cargo no lo ha logrado y aunque son innegables los golpes recientes por parte del GOES, es claro que los resultados están muy lejos de la expectativa y lo necesario.

    El temor a los sombrero de paja

    Después de que hay jóvenes en Sinaloa que se han emocionado con las manifestaciones, subidos en la tendencia de realizar acciones revolucionarias cómo sus ídolos del animé y como ha ocurrido en otros países, hay una sensación de esperanza de que despierte esa bestia dormida que podría ser la juventud contra los gobiernos.

    Claro, con las redes sociales, hay quienes ya han intentado desprestigiar las movilizaciones que han nacido desde las inquietudes mismas de los jóvenes por las irregularidades observadas desde dentro de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

    Las tachan de estar sembradas por otros grupos, como el de los trabajadores jubilados que han mostrado también sus inconformidades contra las decisiones del Rector Jesús Madueña Molina y su ejército de trabajadores de confianza, pero no dijeron nada cuando estos se aprovecharon de los jóvenes con algo tan absurdo cómo llevarlos a bailar La Chona en las sesiones del Consejo Universitario para aprobar las decisiones de la cúpula sin que estos tuvieran alguna vela en el entierro.

    Las acciones, reiteramos, son de esperanza, después de ver como hay abusos dentro de la Universidad tan absurdos como robarles bocinas a quienes quieren manifestar su derecho a la libre expresión, a las intimidaciones, amenazas y hasta maltratos para evitar que alguien se les salga del huacal.

    Las movilizaciones en las preparatorias son una bocanada de aire fresco, de oxígeno, para quienes quieren que las cosas cambien dentro de la Universidad y son un dolor de cabeza para los que no quieren.

    La cereza en el pastel es que los jóvenes universitarios, desde antes que se hicieran virales las movilizaciones en otras partes del mundo, ya habían utilizado la bandera de los piratas de sombrero de paja de la serie de manga y animé de One Piece que ayer nuevamente ondeó por las calles de Culiacán.

    Pues la noticia es que tienen razón aquellos que le temen a que este movimiento vaya a prender, porque si en Nepal pudieron derrocar a un gobierno, es lógico lo que pueden provocar en nuestra universidad que desde hace décadas pide a gritos una limpia de sus males más grandes incrustados en la cúpula de poder.

    Ánimo, jóvenes, que ni Luffy ni su tripulación se rindieron.

    Mazatlán y su burbuja con vista al mar

    La advertencia de Manuel Clouthier sobre un posible colapso del mercado inmobiliario en Mazatlán expone una verdad incómoda de que el puerto está construyendo más de lo que puede vender.

    Según señala, en apenas tres años, los proyectos de vivienda vertical pasaron de 89 a 142, pero las ventas se desplomaron. Hoy el inventario equivale a casi tres años de oferta acumulada.

    El auge de la vivienda vertical en Mazatlán ha sido presentado como sinónimo de modernidad y atracción turística. Sin embargo, detrás de los rascacielos que se levantan en la zona costera, la realidad es que las ventas se desploman, el inventario se acumula y la demanda real no crece al ritmo de los edificios.

    Las torres que presumen modernidad se esconde un modelo agotado, sostenido más en la especulación que en la demanda real.

    El mercado de lujo, dirigido a inversionistas foráneos, se mantiene artificialmente, mientras el turismo nacional cae por la inseguridad en las carreteras.

    Se construyen departamentos frente al mar, pero cada vez menos mazatlecos pueden vivir cerca de él. La vivienda se volvió un producto financiero y no una necesidad social y cuando la burbuja reviente, los efectos no serán para los inversionistas, sino para la comunidad que sostiene el destino.

    Clouthier dice que a diferencia de Culiacán, el puerto aún tiene margen para corregir el rumbo, pero requiere más que discursos optimistas, una planeación urbana con límites, responsabilidad y visión social o, de lo contrario, su “boom” inmobiliario podría hundirse solo.