no son muertos
Algo se está descomponiendo en el alma de Sinaloa cuando los desaparecidos dejan de ser sólo nombres en fichas para convertirse en carne y miedo vivos. Lo que advierte el analista Javier Llausás no es una metáfora: jóvenes foráneos, de Jalisco o de cualquier otro punto del mapa, están llegando aquí por la fuerza o por el engaño, reclutados para una guerra que no entienden y que tampoco eligieron.
Nos hemos acostumbrado a que las desapariciones sean sinónimo de muerte. Pero, ¿y si no? ¿Y si algunos de esos muchachos que buscamos entre fosas están en realidad atrapados en los campamentos del crimen, obligados a sostener un fusil, a matar, a sobrevivir? Es una realidad aterradora porque implica que la desaparición no es el fin, sino el principio de un infierno más largo.
Sinaloa, tierra de cosechas y música, se ha vuelto también semillero de miedo. Y ahora, además, es el escenario donde los hijos de otros estados vienen a morir o a perderse en una pugna interna del Cártel de Sinaloa que se alimenta de carne nueva.
El reclutamiento forzado no es un fenómeno aislado. Es un síntoma de abandono. Jóvenes de 15, 16 o 17 años que no encontraron un futuro posible en su entorno son capturados por la promesa de dinero, de pertenencia o simplemente por la mala suerte de cruzarse con los hombres equivocados.
Llausás tiene razón al pedir que el sector empresarial despierte. Porque no basta con repartir becas ni con subir un video sobre “responsabilidad social” en redes. Hay que abrir espacios reales: talleres, trabajos, oportunidades. Si las calles no ofrecen futuro, otros lo harán y el crimen organizado es experto en llenar vacíos.
No se trata solo de rescatar a los que ya se fueron, sino de evitar que los próximos caigan. Porque mientras las autoridades miran hacia otro lado y los empresarios cuidan sus balances, hay madres que siguen pegando fichas de búsqueda y jóvenes que siguen desapareciendo sin que nadie se pregunte: ¿cuántos más tendrán que ser arrancados de sus casas para que entendamos que el reclutamiento forzado ya no está “allá afuera”, sino aquí, entre nosotros?
Sinaloa no puede seguir normalizando que los desaparecidos “quizá estén vivos”. Porque si están vivos, lo están en un lugar donde la vida vale lo mismo que una bala.
“Qué bueno que Culiacán tenga su Feria del Libro”, dijo la escritora Sabina Berman. “Raro es que no la tuvieran antes”, enfatizó.
Y sí, tiene razón Berman. Culiacán debió tener hace mucho, por su tamaño y características, una feria del libro potente y diversa, pero por alguna razón a ninguno de nuestros gobiernos se le había ocurrido, a pesar de amplios y cercanos referentes como la FIL de Guadalajara o la misma Feria de Mazatlán, que ha venido a menos.
Las ferias de libros no son balas de plata ni productos milagro, por eso a más de uno pueden parecerles innecesarias o hasta frívolas, pero no: son espacios que sirven para vernos y comprendernos a través de las letras y el diálogo con gente que lee, piensa y discute en el marco de la civilidad y el respeto.
Hasta ahora la FIL Culiacán lleva tres días y a pesar del contexto de violencia que no arredra y de su muy joven vida, el evento rinde buenos dividendos de asistencia y mediáticos, pues por espacio de estos días hemos hablado de ideas, de personas, de historias y eso, sin duda, es lo más valioso.
Que la FIL Culiacán se siga consolidando como un evento para quedarse más allá de la presente administración municipal, como lo expresó el mismo Alcalde Juan de Dios Gámez, más allá de partidos y colores, que cada vez queda más claro que es un evento que le viene bien a los culichis.
Desde que la guerra real empezó en Culiacán, hay otra guerra que la acompaña: la narrativa. Ambas facciones despliegan propaganda a su favor básicamente con tres mensajes principales: van ganando la guerra, los malos son los rivales y ellos no le hacen daño a la población inocente.
Pero el saldo de más de 2 mil 200 homicidios y más de 2 mil personas desaparecidas evidencia que no dicen la verdad: tanto unos como otros matan, secuestran, torturan y despliegan otras violencias que todos los días destruyen a nuestra ciudad capital y nuestro estado. Esa propaganda ocurre ahora, mayoritariamente en redes sociales.
Noroeste no replica esa propaganda, en una postura ética de no hacer parte del discurso violento de los criminales, pero eso no significa que no la revisemos y la usemos para detectar pistas o indicios que puedan ayudarnos a entender mejor esta guerra y hacer mejor periodismo sobre ella.
Nos referimos a esto porque hay una nueva narrativa ahí dentro relativamente reciente y que preocupa: Mazatlán.
Si al principio todos se trataba de la disputa por Culiacán, la capital real y simbólica del Cartel de Sinaloa, últimamente hemos visto cómo esa disputa apunta a nuestro bello puerto, joya turística y bastión económico del Pacífico.
Y eso debería llamar la atención de todas nuestras autoridades, para que si la guerra se hace presente en este destino, no termine como Culiacán que lleva 14 meses con tasas de criminalidad prácticamente iguales, una economía muy afectada y una sociedad que vive entre el cálculo, el miedo y la normalización de la violencia.
El mensaje está ahí, que lea quien sepa leer.
Para sorpresa de muchos, el asunto de los movimientos políticos en Sinaloa ya empezó y fue el propio Partido Acción Nacional el que comenzó a comportarse como la Oposición que es y se hartó de estar como el chinito, nada más “milando”, y ayer ya presentó una denuncia formal ante el Instituto Estatal Electoral de Sinaloa.
Los blanquiazules fueron encabezados por Wendy Barajas Cortés, su dirigente estatal, y la camorra es en contra de la Senadora Imelda Castro Castro, por andar nadando de muertito, pero haciendo campañita pensando que nadie se da cuenta.
Según el PAN, la queja es por actos anticipados de precampaña, campaña, promoción personalizada y de uso indebido de recursos públicos.
Y no es nada nuevo que estas actividades de los aprontados sean el pan de cada día cuando se trata de vísperas de elegir a quienes serán los representantes en las urnas.
Como todo partido en el poder, y como tooooooooooooodos los políticos gandallas, en Morena también hacen lo mismo porque ya se sienten ganadores de la próxima elección, pese al Sinaloa post apocalíptico que nos andan dejando por andar pactando con el mismísimo compadre de “El Mayo” Ismael Zambada, Héctor Melesio Cuén Ojeda.
Pues ignorando la penita, las piezas ya se están moviendo, todas antes de tiempo y bueno, el acierto es para Barajas Cortés y su clica, que por lo menos ya hicieron algo contra lo nada que habían hecho en el pasado.
¡Algo es algo!
no son muertos
Algo se está descomponiendo en el alma de Sinaloa cuando los desaparecidos dejan de ser sólo nombres en fichas para convertirse en carne y miedo vivos. Lo que advierte el analista Javier Llausás no es una metáfora: jóvenes foráneos, de Jalisco o de cualquier otro punto del mapa, están llegando aquí por la fuerza o por el engaño, reclutados para una guerra que no entienden y que tampoco eligieron.
Nos hemos acostumbrado a que las desapariciones sean sinónimo de muerte. Pero, ¿y si no? ¿Y si algunos de esos muchachos que buscamos entre fosas están en realidad atrapados en los campamentos del crimen, obligados a sostener un fusil, a matar, a sobrevivir? Es una realidad aterradora porque implica que la desaparición no es el fin, sino el principio de un infierno más largo.
Sinaloa, tierra de cosechas y música, se ha vuelto también semillero de miedo. Y ahora, además, es el escenario donde los hijos de otros estados vienen a morir o a perderse en una pugna interna del Cártel de Sinaloa que se alimenta de carne nueva.
El reclutamiento forzado no es un fenómeno aislado. Es un síntoma de abandono. Jóvenes de 15, 16 o 17 años que no encontraron un futuro posible en su entorno son capturados por la promesa de dinero, de pertenencia o simplemente por la mala suerte de cruzarse con los hombres equivocados.
Llausás tiene razón al pedir que el sector empresarial despierte. Porque no basta con repartir becas ni con subir un video sobre “responsabilidad social” en redes. Hay que abrir espacios reales: talleres, trabajos, oportunidades. Si las calles no ofrecen futuro, otros lo harán y el crimen organizado es experto en llenar vacíos.
No se trata solo de rescatar a los que ya se fueron, sino de evitar que los próximos caigan. Porque mientras las autoridades miran hacia otro lado y los empresarios cuidan sus balances, hay madres que siguen pegando fichas de búsqueda y jóvenes que siguen desapareciendo sin que nadie se pregunte: ¿cuántos más tendrán que ser arrancados de sus casas para que entendamos que el reclutamiento forzado ya no está “allá afuera”, sino aquí, entre nosotros?
Sinaloa no puede seguir normalizando que los desaparecidos “quizá estén vivos”. Porque si están vivos, lo están en un lugar donde la vida vale lo mismo que una bala.
“Qué bueno que Culiacán tenga su Feria del Libro”, dijo la escritora Sabina Berman. “Raro es que no la tuvieran antes”, enfatizó.
Y sí, tiene razón Berman. Culiacán debió tener hace mucho, por su tamaño y características, una feria del libro potente y diversa, pero por alguna razón a ninguno de nuestros gobiernos se le había ocurrido, a pesar de amplios y cercanos referentes como la FIL de Guadalajara o la misma Feria de Mazatlán, que ha venido a menos.
Las ferias de libros no son balas de plata ni productos milagro, por eso a más de uno pueden parecerles innecesarias o hasta frívolas, pero no: son espacios que sirven para vernos y comprendernos a través de las letras y el diálogo con gente que lee, piensa y discute en el marco de la civilidad y el respeto.
Hasta ahora la FIL Culiacán lleva tres días y a pesar del contexto de violencia que no arredra y de su muy joven vida, el evento rinde buenos dividendos de asistencia y mediáticos, pues por espacio de estos días hemos hablado de ideas, de personas, de historias y eso, sin duda, es lo más valioso.
Que la FIL Culiacán se siga consolidando como un evento para quedarse más allá de la presente administración municipal, como lo expresó el mismo Alcalde Juan de Dios Gámez, más allá de partidos y colores, que cada vez queda más claro que es un evento que le viene bien a los culichis.
Desde que la guerra real empezó en Culiacán, hay otra guerra que la acompaña: la narrativa. Ambas facciones despliegan propaganda a su favor básicamente con tres mensajes principales: van ganando la guerra, los malos son los rivales y ellos no le hacen daño a la población inocente.
Pero el saldo de más de 2 mil 200 homicidios y más de 2 mil personas desaparecidas evidencia que no dicen la verdad: tanto unos como otros matan, secuestran, torturan y despliegan otras violencias que todos los días destruyen a nuestra ciudad capital y nuestro estado. Esa propaganda ocurre ahora, mayoritariamente en redes sociales.
Noroeste no replica esa propaganda, en una postura ética de no hacer parte del discurso violento de los criminales, pero eso no significa que no la revisemos y la usemos para detectar pistas o indicios que puedan ayudarnos a entender mejor esta guerra y hacer mejor periodismo sobre ella.
Nos referimos a esto porque hay una nueva narrativa ahí dentro relativamente reciente y que preocupa: Mazatlán.
Si al principio todos se trataba de la disputa por Culiacán, la capital real y simbólica del Cartel de Sinaloa, últimamente hemos visto cómo esa disputa apunta a nuestro bello puerto, joya turística y bastión económico del Pacífico.
Y eso debería llamar la atención de todas nuestras autoridades, para que si la guerra se hace presente en este destino, no termine como Culiacán que lleva 14 meses con tasas de criminalidad prácticamente iguales, una economía muy afectada y una sociedad que vive entre el cálculo, el miedo y la normalización de la violencia.
El mensaje está ahí, que lea quien sepa leer.
Para sorpresa de muchos, el asunto de los movimientos políticos en Sinaloa ya empezó y fue el propio Partido Acción Nacional el que comenzó a comportarse como la Oposición que es y se hartó de estar como el chinito, nada más “milando”, y ayer ya presentó una denuncia formal ante el Instituto Estatal Electoral de Sinaloa.
Los blanquiazules fueron encabezados por Wendy Barajas Cortés, su dirigente estatal, y la camorra es en contra de la Senadora Imelda Castro Castro, por andar nadando de muertito, pero haciendo campañita pensando que nadie se da cuenta.
Según el PAN, la queja es por actos anticipados de precampaña, campaña, promoción personalizada y de uso indebido de recursos públicos.
Y no es nada nuevo que estas actividades de los aprontados sean el pan de cada día cuando se trata de vísperas de elegir a quienes serán los representantes en las urnas.
Como todo partido en el poder, y como tooooooooooooodos los políticos gandallas, en Morena también hacen lo mismo porque ya se sienten ganadores de la próxima elección, pese al Sinaloa post apocalíptico que nos andan dejando por andar pactando con el mismísimo compadre de “El Mayo” Ismael Zambada, Héctor Melesio Cuén Ojeda.
Pues ignorando la penita, las piezas ya se están moviendo, todas antes de tiempo y bueno, el acierto es para Barajas Cortés y su clica, que por lo menos ya hicieron algo contra lo nada que habían hecho en el pasado.
¡Algo es algo!