MALECÓN
07/07/2025 04:00
    Malecón es columna institucional de esta casa editorial. / malecon@noroeste.com
    Mientras tanto, la violencia no se contiene, sólo se administra. Los discursos se renuevan, pero los resultados no.
    Rompiendo
    récords violentos

    Hasta la hora en que esta columna se escribe, la semana ya lleva 70 asesinatos. 10 diarios.

    Es, por mucho, la semana más violenta desde septiembre pasado, cuando se soltó la guerra entre los Guzmán y los Zambada. También así había sido la semana anterior pero ésta ya la superó.

    Son los números, y oficiales por cierto, los que confirman que la “estrategia” militar no da más.

    De modo que no necesitamos reforzar lo que se hace sino ajustarlo, corregir el rumbo, meterle inteligencia, reducir la impunidad, ir por los verdaderos generadores de violencia que tienen nombre y apellido y que se cartean con cartulinas y lonas a punta de barbarie.

    Junio pasado ya fue el mes más violento de la historia de Sinaloa y si no ajustamos pronto el abordaje de seguridad, no hay duda de que julio puede ser igual o peor, pero no hay voluntad oficial alguna por reconocerlo y menos aún para actuar en consecuencia.

    En fin, seguiremos en la inercia del lugar común, del “trabajamos duro”, del “hay coordinación”, al tiempo que pasamos contando muertos y acumulando víctimas.

    Autoridades lamentan,
    llaman a reforzar y siguen contado muertos

    “Una muerte más que lamentamos”, dijo el Secretario General de Gobierno, como quien anuncia el clima o el resultado de un partido. Y pues sí, ya van 30 policías asesinados desde que estalló la violencia en Sinaloa, pero al parecer el guión oficial no cambia, se lamenta, se llama a reforzar estrategias y se sigue contando muertos.

    Curiosamente, ese “refuerzo” de seguridad siempre está por venir. Es un clásico. Cada vez que asesinan a un agente, anuncian que ahora sí se va a actuar. Y acto seguido, llegan más elementos, más operativos, más patrullas... y más homicidios.

    Mientras tanto, la violencia no se contiene, sólo se administra. Los discursos se renuevan, pero los resultados no.

    A Jorge Ernesto, un joven policía de 24 años, lo mataron cuando estaba franco, en su propio carro.

    Pero claro, la solución sigue siendo “reforzar”. Esa palabra mágica que lo resuelve todo... sólo en los comunicados. Porque en la calle, lo único que se refuerza es el miedo, la desconfianza y la impunidad.

    Y así seguimos: matan, lamentan, refuerzan... y repiten. Tal vez el día que el Gobierno se canse de su propio guión, empiece a hacer algo más que declaraciones. Porque la seguridad no se recupera a punta de frases gastadas. Se construye con resultados. Y de eso, hay muy poco.

    Van y vienen

    Van y vienen, dice María Inés Pérez Corral, titular de Sebides, sobre el desplazamiento forzado por la violencia.

    Como si el desarraigo fuera un trámite. Como si dejarlo todo atrás, la casa, el patio, los animales, los retratos, no doliera. Como si volver fuera tan fácil como empacar cobijas y esperar a que baje la marea de balas.

    Más de mil 250 familias han huido de sus comunidades en Sinaloa desde que estalló la crisis de seguridad en septiembre del año pasado. Es el saldo silencioso del terror. Un éxodo sin retorno garantizado, sin política pública que lo frene, sin programa integral que lo repare.

    El Estado entrega cobijas, catres, comida. Pero no habla de justicia, ni de garantías para volver. No se discute la restitución del territorio ni se plantea una estrategia clara de prevención o atención estructural. Lo urgente nubla y sustituye a lo importante, como si los esfuerzos se le terminaran al Gobierno con una primer atención.

    Mientras los reportes oficiales detallan los insumos entregados, la violencia sigue mutando y concentrándose ahora en Navolato, aunque según la autoridad, no hay nuevos desplazamientos ahí. La negación también es una política.

    Lo cierto es que las familias siguen huyendo, y otras tantas siguen sin poder regresar. Van y vienen, sí. Pero no por elección.

    Porque nadie les asegura que el silencio de las armas sea duradero, ni que el abandono de las instituciones no se repita.

    El desplazamiento forzado es más que un número creciente. Es una fractura que se ensancha en los márgenes de un estado que, mientras presume detenciones y decomisos, sigue sin garantizarle a su gente lo más básico: vivir sin miedo y tener un hogar al que volver.

    Números que dan
    esperanza

    Muy emocionados nos hemos mantenido en el seguimiento de cómo avanza el almacenamiento de las presas en nuestro estado apenas a dos semanas de iniciar oficialmente la temporada de lluvias.

    Y aunque sabemos que una golondrina no hace verano, como dicen nuestros papás y abuelos, nos pone de buenas tener que dar estas noticias y hoy toca señalar que las presas de Sinaloa apenas alcanzan un 8.2 por ciento de su capacidad.

    Aunque sepamos que es uno de los niveles más bajos en tres décadas y que seis de las 11 presas se encuentran por debajo del 10 por ciento, según datos de Conagua, pues ahí la llevamos y es evidente que peor es nada.

    Según el dichoso informe, la cifra representa un incremento del 1.9 por ciento, con respecto a la cantidad reportada previo a las lluvias.

    Y hasta este domingo 6 de julio, la capacidad de las presas cuentan con mil 275.2 millones de metros cúbicos de agua, de una capacidad total de 15 mil 694.3 millones.

    Como dijimos arriba, sabemos que este nivel de almacenamiento es el segundo más bajo en los últimos 30 años para esta fecha, sólo superado por el 6.6 por ciento registrado en 2005 y que el promedio histórico para principios de julio es del 26.7 por ciento.

    Sí, sí, estamos lejos de eso, pero hay que recordar que desde 2022, Sinaloa arrastra una sequía persistente pese a las lluvias esporádicas registradas en los últimos años.

    Y aunque hemos pedido ayuda porque el tema de la sequía es una emergencia, pues Protección Civil Nacional rechazó la ayuda, justamente por eso queda emocionarse al ver que nuestras presas captan un poquito más.

    Los de Protección Civil Nacional que se vayan a chiflar a la loma, cualquier rato nos van a necesitar y les vamos a ayudar, porque así somos los sinaloenses

    Rompiendo
    récords violentos

    Hasta la hora en que esta columna se escribe, la semana ya lleva 70 asesinatos. 10 diarios.

    Es, por mucho, la semana más violenta desde septiembre pasado, cuando se soltó la guerra entre los Guzmán y los Zambada. También así había sido la semana anterior pero ésta ya la superó.

    Son los números, y oficiales por cierto, los que confirman que la “estrategia” militar no da más.

    De modo que no necesitamos reforzar lo que se hace sino ajustarlo, corregir el rumbo, meterle inteligencia, reducir la impunidad, ir por los verdaderos generadores de violencia que tienen nombre y apellido y que se cartean con cartulinas y lonas a punta de barbarie.

    Junio pasado ya fue el mes más violento de la historia de Sinaloa y si no ajustamos pronto el abordaje de seguridad, no hay duda de que julio puede ser igual o peor, pero no hay voluntad oficial alguna por reconocerlo y menos aún para actuar en consecuencia.

    En fin, seguiremos en la inercia del lugar común, del “trabajamos duro”, del “hay coordinación”, al tiempo que pasamos contando muertos y acumulando víctimas.

    Autoridades lamentan,
    llaman a reforzar y siguen contado muertos

    “Una muerte más que lamentamos”, dijo el Secretario General de Gobierno, como quien anuncia el clima o el resultado de un partido. Y pues sí, ya van 30 policías asesinados desde que estalló la violencia en Sinaloa, pero al parecer el guión oficial no cambia, se lamenta, se llama a reforzar estrategias y se sigue contando muertos.

    Curiosamente, ese “refuerzo” de seguridad siempre está por venir. Es un clásico. Cada vez que asesinan a un agente, anuncian que ahora sí se va a actuar. Y acto seguido, llegan más elementos, más operativos, más patrullas... y más homicidios.

    Mientras tanto, la violencia no se contiene, sólo se administra. Los discursos se renuevan, pero los resultados no.

    A Jorge Ernesto, un joven policía de 24 años, lo mataron cuando estaba franco, en su propio carro.

    Pero claro, la solución sigue siendo “reforzar”. Esa palabra mágica que lo resuelve todo... sólo en los comunicados. Porque en la calle, lo único que se refuerza es el miedo, la desconfianza y la impunidad.

    Y así seguimos: matan, lamentan, refuerzan... y repiten. Tal vez el día que el Gobierno se canse de su propio guión, empiece a hacer algo más que declaraciones. Porque la seguridad no se recupera a punta de frases gastadas. Se construye con resultados. Y de eso, hay muy poco.

    Van y vienen

    Van y vienen, dice María Inés Pérez Corral, titular de Sebides, sobre el desplazamiento forzado por la violencia.

    Como si el desarraigo fuera un trámite. Como si dejarlo todo atrás, la casa, el patio, los animales, los retratos, no doliera. Como si volver fuera tan fácil como empacar cobijas y esperar a que baje la marea de balas.

    Más de mil 250 familias han huido de sus comunidades en Sinaloa desde que estalló la crisis de seguridad en septiembre del año pasado. Es el saldo silencioso del terror. Un éxodo sin retorno garantizado, sin política pública que lo frene, sin programa integral que lo repare.

    El Estado entrega cobijas, catres, comida. Pero no habla de justicia, ni de garantías para volver. No se discute la restitución del territorio ni se plantea una estrategia clara de prevención o atención estructural. Lo urgente nubla y sustituye a lo importante, como si los esfuerzos se le terminaran al Gobierno con una primer atención.

    Mientras los reportes oficiales detallan los insumos entregados, la violencia sigue mutando y concentrándose ahora en Navolato, aunque según la autoridad, no hay nuevos desplazamientos ahí. La negación también es una política.

    Lo cierto es que las familias siguen huyendo, y otras tantas siguen sin poder regresar. Van y vienen, sí. Pero no por elección.

    Porque nadie les asegura que el silencio de las armas sea duradero, ni que el abandono de las instituciones no se repita.

    El desplazamiento forzado es más que un número creciente. Es una fractura que se ensancha en los márgenes de un estado que, mientras presume detenciones y decomisos, sigue sin garantizarle a su gente lo más básico: vivir sin miedo y tener un hogar al que volver.

    Números que dan
    esperanza

    Muy emocionados nos hemos mantenido en el seguimiento de cómo avanza el almacenamiento de las presas en nuestro estado apenas a dos semanas de iniciar oficialmente la temporada de lluvias.

    Y aunque sabemos que una golondrina no hace verano, como dicen nuestros papás y abuelos, nos pone de buenas tener que dar estas noticias y hoy toca señalar que las presas de Sinaloa apenas alcanzan un 8.2 por ciento de su capacidad.

    Aunque sepamos que es uno de los niveles más bajos en tres décadas y que seis de las 11 presas se encuentran por debajo del 10 por ciento, según datos de Conagua, pues ahí la llevamos y es evidente que peor es nada.

    Según el dichoso informe, la cifra representa un incremento del 1.9 por ciento, con respecto a la cantidad reportada previo a las lluvias.

    Y hasta este domingo 6 de julio, la capacidad de las presas cuentan con mil 275.2 millones de metros cúbicos de agua, de una capacidad total de 15 mil 694.3 millones.

    Como dijimos arriba, sabemos que este nivel de almacenamiento es el segundo más bajo en los últimos 30 años para esta fecha, sólo superado por el 6.6 por ciento registrado en 2005 y que el promedio histórico para principios de julio es del 26.7 por ciento.

    Sí, sí, estamos lejos de eso, pero hay que recordar que desde 2022, Sinaloa arrastra una sequía persistente pese a las lluvias esporádicas registradas en los últimos años.

    Y aunque hemos pedido ayuda porque el tema de la sequía es una emergencia, pues Protección Civil Nacional rechazó la ayuda, justamente por eso queda emocionarse al ver que nuestras presas captan un poquito más.

    Los de Protección Civil Nacional que se vayan a chiflar a la loma, cualquier rato nos van a necesitar y les vamos a ayudar, porque así somos los sinaloenses