Resulta cuanto menos sorprendente que desde el Gobierno se explique el hallazgo de 20 cadáveres, incluyendo cuatro decapitados colgados de un puente, como “parte de la situación que ha prevalecido”.
Sin duda, esta justificación da una nueva dimensión a la idea de “normalizar la violencia”, porque si los asesinatos masivos se vuelven algo cotidiano, ¿para qué preocuparse?
Saber que la estrategia oficial consiste en reconocer que “ha habido reforzamientos” y que se harán “análisis” y “ajustes”, esas palabras que han acompañado innumerables crisis sin que hasta ahora se traduzcan en resultados tangibles. Parece que el verdadero plan es esperar a que la situación se estabilice sola, o al menos a que la ciudadanía se acostumbre al horror.
Mientras tanto, el Gobierno prefiere no asumir responsabilidades ni dar respuestas contundentes; en cambio, opta por una retórica que suena a excusa.
Al describir estos sucesos como “lamentables” y “preocupantes”, pero inevitables, se pone de manifiesto una preocupante resignación institucional que deja a Culiacán a merced de la violencia.
En suma, si la violencia extrema es “parte de la problemática que ha estado prevaleciendo”, la pregunta obligada es: ¿para qué sirve entonces la seguridad pública? Pero tranquilos, que la solución está en seguir “evaluando y ajustando”, porque nada dice “eficiencia” como posponer las respuestas mientras la crisis se agrava.
Desde hace más de una semana el Gobierno de Sinaloa admite lo que ya se sabía por los pasillos del aeropuerto: Aeroméxico suspendió sus rutas nocturnas a Culiacán porque su personal no quiere dormir en la ciudad. Tienen miedo. Y con razón.
La titular de Turismo, Mireya Sosa Osuna, intentó suavizar la turbulencia con un tono esperanzador: asegura que hay optimismo, que la aerolínea sólo pidió una semana más para revisar itinerarios.
Pero debajo de esa promesa de agenda hay una realidad más cruda: no hay fecha, no hay certeza y, lo más grave, no hay garantías para quienes tienen que pasar la noche en esta ciudad sitiada por el temor.
Los pilotos, sobrecargos y empleados de tierra no están dispuestos a jugarse el pellejo cruzando Culiacán en la madrugada y por ello piden escoltas. Y eso ya debería decirnos todo sobre el nivel de desgaste al que ha llegado la seguridad pública en el estado.
Porque no es lo mismo cancelar por ajustes logísticos que suspender porque los trabajadores ya no quieren venir a la capital sinaloense.
La violencia que comenzó a repuntar desde septiembre pasado, con homicidios, robos y balaceras como parte de una disputa criminal, ahora empieza a alterar incluso las dinámicas del cielo.
Hace unos días, el Gobernador Rocha Moya reveló, muy mesurado y rebasado, la decisión tomada por Aeroméxico. Desde entonces, el discurso se ha limitado a decir que “ya hay comunicación” con la aerolínea. Pero eso no basta.
La falta de resultados y de una fecha concreta manda un mensaje claro: ni el Estado ha sido capaz de garantizar condiciones básicas para la movilidad aérea, ni la empresa confía del todo en los acuerdos locales. Y Sinaloa, de nuevo, se queda en pausa cuando cae la noche.
No es para muchos algo que no emocione, sobre todo después de la espantosa crisis de violencia por la que estamos atravesando y lo mal parado que ha quedado el gobierno de Rubén Rocha Moya ante ella.
Y lo peor es que no es algo nuevo, porque a Morena hay mucho que reclamarle, sobre todo esas alianzas con males necesarios como el Partido Sinaloense y mucha otra gente impresentable y de dudosa reputación.
Resulta que el secretario de Organización del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Jorge Armando Meade Ocaranza, estuvo en Sinaloa este lunes con una arenga ya clásica que dice: vamos a recuperar Sinaloa en 2027.
Los dichos, sabemos, no lo son todo, pero sin duda que el Revolucionario Institucional es un partido grande achicado por muchos mercenarios que se afiliaron en su momento para ganar terreno y poder, y luego enseñaron el cobre huyendo como lo que todos sabíamos que siempre fueron: cobardes y llorones.
Y la verdad es que el PRI por supuesto que se hubiera fortalecido a un ritmo más rápido con pasos más sólidos, pero pues tampoco es que se hayan ayudado mucho, nombrando a gente como Paola Gárate dirigente estatal o haciendo alianzas corrientísimas con muertos como Acción Nacional o el PRD, que suena igual que Perderé.
Hemos de admitir que la visita de Meade Ocaranza pudiera generar la esperanza de que se puedan hacer las cosas mejor de hoy en adelante, pero no podemos estar de acuerdo con eso de que anduvo presumiendo que lo que sobran en Sinaloa son cuadros para competir en los próximos comicios.
¡Nombre! Y menos si van a agarrar a los mismos grises de siempre.
Meade Ocaranza estuvo en Culiacán para tomar protesta a César Emiliano Gerardo y Liliana Cárdenas, como nuevos dirigentes estatales del partido, por lo que ahí soltó la frase para recalcar que trabajarán para recuperar el estado en 2027, cuando se renueve la Gubernatura de Sinaloa.
“Vamos al 27 a recuperar Sinaloa, vamos al 27 a recuperar las cámaras, vamos al 27 a recuperar los poderes locales porque el PRI demuestra claramente gente que sabe gobernar y que sabe hacer las cosas”, aseguró.
Recordó que el PRI es el único partido con la capacidad de frenar la situación de violencia que vive Sinaloa y de devolver la armonía y la paz a los ciudadanos. “No lo sé Rick”, dirían en un famoso show.
Y es que tampoco es que pensamos que sea todo verdad, menos cuando estamos seguros que con los 80 años del PRI el monstruo que ahora nos atormenta creció a niveles inaceptables.
Por lo pronto dejaremos el beneficio de la duda, nomás porque creemos que toda democracia es mejor con una oposición que cumpla su rol.