Sinaloa volvió a aparecer en la parte baja del tablero nacional. Lugar 24 en exportaciones extranjeras y una caída anual de 3.4 por ciento no son solo cifras del Inegi: son señales claras de un modelo económico que no logra despegar más allá del discurso.
Que la entidad aporte apenas el 0.4 por ciento del total de exportaciones del país debería incomodar a cualquiera que gobierne un estado que se asume potencia agroalimentaria. Más aún cuando el sector agropecuario, históricamente el orgullo económico sinaloense, es precisamente el que más retrocede, con una caída de 10.8 por ciento.
El campo, otra vez, pagando los costos de la falta de estrategia, de apoyos inconsistentes y de una política pública que suele reaccionar tarde.
La minería tampoco ayuda. Con una contracción de más de 20 por ciento, confirma que no hay diversificación real ni proyectos sólidos que amortigüen los vaivenes económicos.
Y aunque el sector manufacturero creció 8.6 por ciento, ese avance apenas alcanza para contener la caída general, no para revertirla.
Celebrar ese crecimiento sin contexto sería conformarse con migajas.
Mientras Chihuahua exporta casi 29 mil millones de dólares, Sinaloa apenas rebasa los 560 millones en nueve meses.
La comparación no es caprichosa: evidencia la distancia entre un estado que apostó por infraestructura, industria y cadenas de valor, y otro que sigue dependiendo de sectores vulnerables al clima, al mercado y a la inseguridad.
Porque sí, la violencia también pesa. La crisis de seguridad que arrastra Sinaloa desde 2024 no es un dato aislado del desempeño económico.
Inversión que no llega, logística que se encarece, regiones productivas golpeadas: todo suma cuando se trata de explicar por qué el estado no logra competir en el comercio exterior.
Hoy los números muestran un Sinaloa que exporta poco, cae más y sigue sin un rumbo claro para dejar de ocupar los últimos lugares.
La pregunta no es si se puede mejorar, sino cuánto tiempo más se seguirá normalizando este rezago como si fuera inevitable.
La escollera del Faro en Mazatlán está convertida en un basurero clandestino, los fines de semana es cuando más basura registra.
Y es que a pesar de ser un espacio libre para disfrutar de atardeceres, de llegada y salida de cruceros turísticos y otro tipo de embarcaciones o simplemente para pasar el tiempo en compañía familiar, lamentablemente sido tomado por muchos para ingerir bebidas embriagantes y dejar tirada todo tipo de desperdicios.
Botellas de vidrio, latas de cerveza, bolsas de plásticos, cartones, vasos desechables y no se diga los olores a orines.
Lamentablemente unos “cochinos” afectan a las familias que sí van a pasar un grato agradable y tienen conciencia de no ensuciar.
ciclovía.. o no
Que el proyecto de ciclovías de Culiacán, anunciado desde 2022, apenas arranque en enero de 2026 nos habla de una falta sostenida de prioridad política.
Durante cuatro años, la movilidad alternativa fue presentada en discursos como una apuesta moderna y social, pero en los hechos quedó relegada a plazos incumplidos.
De acuerdo con el alcalde, el retardo se concentra en “revisiones técnicas” y procesos tecnológicos, aunque resulta difícil justificar que un sistema de cinco estaciones y 155 bicicletas eléctricas requiriera casi un cuatrienio para comenzar a operar.
Más grave aún es que el Ayuntamiento adquirió las bicicletas en 2023, con una inversión cercana a los 7 millones de pesos, y las mantuvo sin uso.
El carácter “piloto” con el que ahora se presenta el proyecto también resulta cuestionable, pues al parecer tras años de espera, no es como que se ofrezca un sistema consolidado, sino una prueba limitada que apenas conectará algunos planteles privados y zonas específicas, dejando fuera amplios sectores de la ciudad que igualmente enfrentan problemas de movilidad.
Ahora sí dice el alcalde, y ojala ese arranque se concrete pronto y bien; pero tampoco hay un plan de expansión claro, ni fechas definidas para nuevas etapas y, con los antecedentes de incumplimiento, el riesgo es que la ciclovía se convierta en un proyecto simbólico más, anunciado varias veces pero sin ser una verdadera alternativa de movilidad. Veremos.
Sinaloa volvió a aparecer en la parte baja del tablero nacional. Lugar 24 en exportaciones extranjeras y una caída anual de 3.4 por ciento no son solo cifras del Inegi: son señales claras de un modelo económico que no logra despegar más allá del discurso.
Que la entidad aporte apenas el 0.4 por ciento del total de exportaciones del país debería incomodar a cualquiera que gobierne un estado que se asume potencia agroalimentaria. Más aún cuando el sector agropecuario, históricamente el orgullo económico sinaloense, es precisamente el que más retrocede, con una caída de 10.8 por ciento.
El campo, otra vez, pagando los costos de la falta de estrategia, de apoyos inconsistentes y de una política pública que suele reaccionar tarde.
La minería tampoco ayuda. Con una contracción de más de 20 por ciento, confirma que no hay diversificación real ni proyectos sólidos que amortigüen los vaivenes económicos.
Y aunque el sector manufacturero creció 8.6 por ciento, ese avance apenas alcanza para contener la caída general, no para revertirla.
Celebrar ese crecimiento sin contexto sería conformarse con migajas.
Mientras Chihuahua exporta casi 29 mil millones de dólares, Sinaloa apenas rebasa los 560 millones en nueve meses.
La comparación no es caprichosa: evidencia la distancia entre un estado que apostó por infraestructura, industria y cadenas de valor, y otro que sigue dependiendo de sectores vulnerables al clima, al mercado y a la inseguridad.
Porque sí, la violencia también pesa. La crisis de seguridad que arrastra Sinaloa desde 2024 no es un dato aislado del desempeño económico.
Inversión que no llega, logística que se encarece, regiones productivas golpeadas: todo suma cuando se trata de explicar por qué el estado no logra competir en el comercio exterior.
Hoy los números muestran un Sinaloa que exporta poco, cae más y sigue sin un rumbo claro para dejar de ocupar los últimos lugares.
La pregunta no es si se puede mejorar, sino cuánto tiempo más se seguirá normalizando este rezago como si fuera inevitable.
La escollera del Faro en Mazatlán está convertida en un basurero clandestino, los fines de semana es cuando más basura registra.
Y es que a pesar de ser un espacio libre para disfrutar de atardeceres, de llegada y salida de cruceros turísticos y otro tipo de embarcaciones o simplemente para pasar el tiempo en compañía familiar, lamentablemente sido tomado por muchos para ingerir bebidas embriagantes y dejar tirada todo tipo de desperdicios.
Botellas de vidrio, latas de cerveza, bolsas de plásticos, cartones, vasos desechables y no se diga los olores a orines.
Lamentablemente unos “cochinos” afectan a las familias que sí van a pasar un grato agradable y tienen conciencia de no ensuciar.
ciclovía.. o no
Que el proyecto de ciclovías de Culiacán, anunciado desde 2022, apenas arranque en enero de 2026 nos habla de una falta sostenida de prioridad política.
Durante cuatro años, la movilidad alternativa fue presentada en discursos como una apuesta moderna y social, pero en los hechos quedó relegada a plazos incumplidos.
De acuerdo con el alcalde, el retardo se concentra en “revisiones técnicas” y procesos tecnológicos, aunque resulta difícil justificar que un sistema de cinco estaciones y 155 bicicletas eléctricas requiriera casi un cuatrienio para comenzar a operar.
Más grave aún es que el Ayuntamiento adquirió las bicicletas en 2023, con una inversión cercana a los 7 millones de pesos, y las mantuvo sin uso.
El carácter “piloto” con el que ahora se presenta el proyecto también resulta cuestionable, pues al parecer tras años de espera, no es como que se ofrezca un sistema consolidado, sino una prueba limitada que apenas conectará algunos planteles privados y zonas específicas, dejando fuera amplios sectores de la ciudad que igualmente enfrentan problemas de movilidad.
Ahora sí dice el alcalde, y ojala ese arranque se concrete pronto y bien; pero tampoco hay un plan de expansión claro, ni fechas definidas para nuevas etapas y, con los antecedentes de incumplimiento, el riesgo es que la ciclovía se convierta en un proyecto simbólico más, anunciado varias veces pero sin ser una verdadera alternativa de movilidad. Veremos.