"A propósito de Roma..."

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La película Roma ha acaparado la discusión reciente en los medios y en las redes sociales en lo que se refiere al entreteniendo. Algunos hacen gala de sus más sensibles, empáticas y únicas interpretaciones, mientras que otros exponen con desgano o incluso frescura que no les gustó y les aburrió. Lo cierto es que, más allá de gustos e interpretaciones, y de la opinión de los expertos en artes visuales, el filme de Cuarón tiene una carga política muy importante: busca contar una historia, y al hacerlo retrata las desigualdades en nuestro país. 

 

Particularmente ha llevado a la discusión pública la deuda social que tenemos con las empleadas del hogar; con intención o no, Alfonso logró meterse a nuestros televisores, y luego sacar del ámbito doméstico un tema que para muchos es incómodo.

 

Escribo que es un tema incómodo porque quiero mostrar que los esfuerzos de las trabajadoras por organizarse y exigir derechos a los que otros empleados tienen acceso han conseguido poco apoyo tanto de los partidos políticos e instituciones, como de la misma opinión pública. Cuando abordo esto entre amigos y conocidos pareciera que todos tenemos justificaciones para no reconocer sus derechos: “es que ya no puedo pagar más”, “es que es muy caro”, “es que sólo viene un ratito”, “es una casa chica”, “igual la tratamos muy bien”. 

 

Aunque ellas (son en su mayoría mujeres) comenzaron a organizarse desde 1920 y 1930, y se han presentado diversas iniciativas para regularizar su situación, apenas durante los últimos tres años han obtenido ciertas conquistas: Fue hasta el 2016 que se reconoció por primera vez a un sindicato de trabajadoras del hogar, y se consideró que su contrato colectivo debe incluir la seguridad social y el aguinaldo; y hasta este diciembre de 2018 la SCJN determinó como inconstitucional que las trabajadoras no estén registradas por sus empleadores ante el IMSS.

 

Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) en México un poco más de 2.3 millones de personas se dedican a esta actividad de manera remunerada, el 91 por ciento de ellas son mujeres, el 98 por ciento no tiene acceso a instituciones de salud por parte de su empleador, y casi la mitad ganan entre 1 y 2 salarios mínimos (datos de Inmujeres, 2018). Las trabajadoras sufren discriminación, reciben bajos salarios, y tienen largas jornadas de trabajo, lo que les genera afectaciones en su salud. 

 

En los últimos días el IMSS anunció que prepara el diseño e implementación de un programa para que de manera “sencilla”, pero obligatoria, quienes emplean a las trabajadoras cumplan con sus obligaciones patronales. Se plantea un modelo flexible, que permita que hasta tres patrones paguen la seguridad social de una empleada, entre otras estrategias que irán acorde con las diferentes situaciones laborales. 

 

Estimado lector, quizás usted como muchos que vieron la película estima a su empleada, si la tiene. Al igual que la familia Cuarón la recibe en su hogar, le agradece por sus cuidados y también la abraza. Pero las trabajadoras requieren más que amor: necesitan que se reconozcan sus derechos. Es por eso que aprovecho este espacio para presentar un vínculo electrónico con el formato modelo de contrato que propone el Centro de Apoyo y Capacitación para Empelados del Hogar (CACEH), organización afiliada a la Federación Internacional de Trabajadores del Hogar. El contrato protege tanto al empleador como al empleado, porque establece las responsabilidades de ambos.  https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/94589/1445460809CONTRATOPARAELTRABAJODELHOGAR.pdf

 

Pronto recibiremos la Navidad, y las empleadas del hogar también esperan sus aguinaldos. Vamos a ponernos “guapos” con quienes cuidan de nosotros, porque el apapacho no es suficiente. 

 

*Un abrazo (y no sólo eso) para Chabe, quien me sigue llevando gansitos como cuando era niña.