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"Aldea 21"

"Ciudadanía y la cuarta transformación"

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ALDEA 21

    Mucho se ha discutido y cuestionado el déficit de ciudadanía que padece nuestro país, desde la década de los 80 del siglo pasado cuando en México se vivía una lucha por lograr elecciones más libres, confiables y sin el fantasma del fraude electoral, hasta las primeras elecciones en las que ganara un partido distinto al PRI, primero en presidencias municipales, luego en gubernaturas y finalmente la Presidencia de la República a finales del Siglo 20. Por aquellos años se auguraba un nuevo futuro y porvenir para el país, la llamada transición a la democracia era entonces el anuncio del cambio y una nueva era para los mexicanos. Sin embargo, dos sexenios fueron suficientes para entender que el fin de una ininterrumpida época de presidentes del PRI en la Presidencia de la República y la renombrada transición a la democracia no fue suficiente para desterrar del gobierno los malos gobernantes.
    La lucha política por consolidar un sistema electoral confiable y una participación pluripartidista en los congresos y diferentes órdenes de gobierno no garantizaron el cumplimento de las promesas y anhelos de desarrollo y bienestar al pueblo mexicano. La clase política gobernante, sin distinción de partidos, no cumplió sus promesas y con ello frustró las expectativas de los que creyeron en la democracia electoral como el principio de la solución a los grandes problemas de México, pero no fue así y los últimos 18 años de alternancia en los gobiernos demostraron no sólo que la democracia electoral no garantiza tales resultados, sino que es posible que actúe de manera inversa; y así sucedió: los últimos tres sexenios de gobiernos del PAN y el PRI demostraron la impensable capacidad de descomposición a que se puede llegar cuando la corrupción y la impunidad emergen de las autoridades y clase política.
    Hoy, como hace casi dos décadas, se vive todavía una sensación de que con la anunciada cuarta transformación el cambio llegará, el cambio verdadero le llaman, algo semejante como cuando se proclamó el cambio con la transición a la democracia en el año 2000. Ambas experiencias políticas y electorales tienen algo en común: se cimbró el sistema político nacional, cambiaron las reglas y los protagonistas de la vida política, pero no significó un cambio social para los ciudadanos electores.
    Aunque existen argumentos suficientes para creer que ambos sucesos no tienen comparación, es importante reflexionar el rol social que sigue jugando el ciudadano y su implicación para que el cambio social se lleve a cabo. Quizá sea esta reflexión la que deba ponerse en la mesa del debate político nacional, romper con la inercia del ciclo que genera dependencia hacia la clase política para que nuestra realidad social se modifique, dejar de estar a la espera de que sean los gobernantes quienes ofrezcan soluciones. Quizá sea tiempo de revisar nuestro déficit de ciudadanía y tal vez para ello sea necesario reconocer el nivel de nuestra implicación como ciudadanos en nuestro país. Para la organización internacional Council of Europe, en la relación entre individuo y sociedad se pueden distinguir cuatro dimensiones, que considero pertinentes reconocer, precisamente para dimensionar su importancia en el cambio social más allá de una elección democrática.
    1. La dimensión política: como la medida en la que se ejercen los derechos políticos y responsabilidades con respecto al sistema político en el que vive. Es decir, del nivel de conocimientos sobre el sistema político y la promoción de actitudes democráticas y participativas en su país.
    2. La dimensión social: como el comportamiento de los individuos en una sociedad que exige cierto grado de lealtad y solidaridad. De las habilidades sociales y el conocimiento de las relaciones sociales de la sociedad, necesarias para el desarrollo de esta dimensión.
    3. La dimensión cultural: referida a la conciencia de un patrimonio cultural común. Esta dimensión se desarrolla a través del conocimiento del patrimonio cultural, de la historia y de las habilidades básicas de su lingüística, lectura y escritura.
    4. La dimensión económica: como la relación del individuo con la mano de obra y el mercado de consumo. Supone el derecho al trabajo y a un nivel mínimo de subsistencia. Los conocimientos económicos (para el trabajo y otras actividades económicas) y la formación profesional desempeñan un papel clave para que se desarrolle esta dimensión.
    Estas cuatro dimensiones de la ciudadanía se alcanzan mediante los procesos de socialización que tienen lugar en la escuela, en las familias, las organizaciones cívicas, partidos políticos, así como a través de asociaciones, medios de comunicación, redes sociales, comunidades y grupos pequeños de individuos.
    Reconocer al menos estas cuatro dimensiones como principio para re-significar el concepto de ciudadanía, tal vez sería un buen comienzo para trascender nuestra situación de orfandad frente a los juegos de la democracia y la clase política.
    Poner a discusión nuestra condición de ciudadanía frente al cambio social. Discutir nuestro papel ciudadano en la cuarta transformación y no reducir el ejercicio de nuestra ciudadanía sólo para expresar nuestro desacuerdo, hartazgo o decepción del resultado de los malos gobiernos en turno cada proceso electoral.
    Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.

    vraldapa@gmail.com
    @vraldapa  

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