"Contador de palabras"

Hay personas que no pronuncian palabra, mientras que otras las arrojan con la potencia de una cascada. Dicen que es de sabios callar y de necios hablar, pero no siempre se cumple a cabalidad ese axioma. Muchos congéneres utilizan una lluvia de palabras, en detrimento de otros a los que -prácticamente- debe recurrirse a un tirabuzón.

 

Para no proferir palabras inútiles, el escritor Juan José Millás propuso la implementación de un contador de palabras. “Cuando la tecnología lo permita, deberían implantarnos debajo de la piel a todos y cada uno de los contribuyentes un contador de palabras minúsculo que registrara lo que hablamos, al modo en que el contador de la luz registra los vatios que consumimos. Al final de mes, cuando llegara la factura, nos daría un patatús. Y utilizaríamos la lengua con más sentido. No digo que se cobrara desde la primera palabra pronunciada. El ‘buenos días’ dado al cónyuge o a los hijos podría salir gratis, igual que el resto de las alocuciones de orden práctico imprescindible para el funcionamiento de la vida cotidiana. Ahora bien, sobrepasado ese límite, a céntimo el vocablo. Y a dos céntimos los utilizados en las conversaciones amorosas, para que los amantes dejaran de decirse tonterías. De ese modo, sólo hablarían los enamorados de verdad. En cuanto a los políticos, les pondríamos el adjetivo a precio de oro”, expresó.

 

El periodista italiano Romano Battaglia sugirió que cada palabra pase por tres puertas. “Sobre el arco de la primera puerta estaría escrito: “¿es verdadera?” Sobre la segunda, la pregunta: “¿es necesaria?”. Sobre la tercera estaría esculpida la última solicitud: “¿es gentil?”... En el mundo actual, en el que las palabras se desperdician, se necesitarían cien puertas, muchas de las cuales seguramente permanecerían cerradas”.

 

¿Cuento mis palabras? ¿Callo prudentemente?

 

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@rodolfodiazf