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"Realidades"

"DESARROLLO URBANO Guadalajara: 500 años de cambios"

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14/02/2020

    Dr. Domingo Coss y León Coss y León

    Podemos señalar tres periodos de gran auge demográfico de esta gran ciudad en su ya larga existencia y que han marcado su presencia e influencia en una amplia región del país, principalmente el occidente y noroccidente de México

     

    Aunque parezca difícil imaginarlo, en su ya casi quinto centenario de existencia, Guadalajara ha experimentado periodos de gran crecimiento, estancamiento e incluso franco retraimiento, en su población y en su planta urbana.
    Sin embargo, podemos señalar tres periodos de gran auge demográfico de esta gran ciudad en su ya larga existencia y que han marcado su presencia e influencia en una amplia región del país, principalmente el occidente y noroccidente de México.
    Estos periodos los podemos englobar en un intervalo recurrente de cerca de cien años y coinciden, en gran medida, con periodos en la segunda mitad de los siglos 18, 19 y 20.
    Establecido lo anterior, demos un breve vistazo a la historia para entender estos significativos ciclos de crecimiento.

    Una fundación complicada

    Fundada definitivamente en el valle de Atemajac en 1542, después de un azaroso peregrinaje de diez años por parajes cercanos a Nochistlán (1532), Tonalá (1533) y Tlacotán (1535), sus primeros doscientos años de existencia fueron difíciles, pues compitió con otros centros poblacionales de gran auge en el centro occidente del entonces virreinato de la Nueva España, como fue el caso de Guanajuato, Zacatecas y Valladolid (hoy Morelia), los dos primeros importantes centros urbanos debido a la bonanza derivada de la minería y el último gracias a la gran población indígena que le tributaba y a la riqueza agrícola de su territorio.
    Hacia 1700, la ciudad de Guadalajara de Indias contaba con una población cercana a los 6,000 habitantes y todo apuntaba a que seguiría siendo un pequeño centro poblacional, aunque ya con importancia política.
    Las dificultades del terreno, la escasez de agua y la hostilidad de los grupos indígenas, principalmente en la zona cazcana (al sur de la Gran Chichimeca), explican esta movilidad inicial y los distintos intentos de establecer de manera definitiva esta población con colonos españoles y algunos indígenas cristianizados, pues es preciso comentar que la política de la Corona era asegurar los territorios al norte de las zonas conquistadas hasta ese momento y crear una especie de puente que asegurara los establecimientos del Golfo de México con los del Pacífico.
    Si bien Guadalajara (llamada de Indias y nombrada así en honor del conquistador Nuño Beltrán de Guzmán, originario de la Guadalajara castellana) nació como una villa de españoles en la zona chichimeca, cuyo límite sur era el río Santiago, la ciudad representó una avanzada de la conquista europea a mediados del Siglo 16. Desde el primer momento, los indígenas de esta zona fueron reacios a la presencia invasora y a la evangelización, lo que derivó en un conflicto mayor, conocido ahora como guerra del Mixtón.
    Este conflicto, ganado de momento por los europeos, continuó por cerca de cincuenta años en otro de mayor calado, conocido ahora como guerra Chichimeca (1550-1590) y que se extendió por una amplia región del centro norte virreinal. Aunque concluyeron ambos con un triunfo de los conquistadores, estos conflictos determinaron un fuerte despoblamiento indígena en todo el occidente y norte y, por lo tanto, en un decaimiento económico, marcando a Guadalajara por mucho tiempo como una ciudad pequeña y en general con pocos recursos económicos, lo que se reflejaba en su parco patrimonio arquitectónico del cual, salvo algunos ejemplos como la planta de Catedral, prácticamente no queda nada actualmente.

    Segundo momento: El auge

    Fue hasta la segunda mitad del Siglo 18 que Guadalajara experimentó un primer gran auge poblacional y urbano, principalmente en las dos últimas décadas de ese siglo y hasta la primera década del Siglo 19. Además de conservar su capitalidad como centro político del reino de Nueva Galicia (ganado en 1560 con el traslado del obispado y la Audiencia desde Compostela), Guadalajara obtuvo importantes logros que la posicionaron como centro de atracción en toda la región occidental y noroccidental.
    Vale la pena destacar que la riqueza material aumentó con el crecimiento poblacional experimentado en toda la Intendencia (término que sustituyó al de reino a partir de 1786) y que implicó un crecimiento urbano, con la construcción de importantes edificios civiles y religiosos, como la Casa de Misericordia (hoy ex Hospicio Cabañas), El Palacio de la Audiencia (hoy Palacio de Gobierno) y la conclusión de la Catedral (con sus torres primigenias). A pesar de algunos descalabros demográficos como lo fue el llamado año del hambre, en 1785, provocado por una gran escasez de maíz, la población urbana llegó a cerca de 40,000 habitantes al iniciar el Siglo 19.
    Por otro lado, la habilitación del puerto de San Blas (en el actual Nayarit) significó un gran avance en el desarrollo de Guadalajara y toda su región. Las llamadas Reformas Borbónicas, impulsadas por la Corona española en la segunda mitad del Siglo 18, permitieron una descentralización al interior del virreinato al permitir el libre comercio intercolonial, antes monopolizado por la Ciudad de México, además del crecimiento del comercio del tabaco y del vino mezcal (tequila), así como el establecimiento de varias instituciones que propiciaron el auge económico, político y social de la ciudad y su zona de influencia.
    La creación de la Universidad real en 1791 significó la posibilidad de generar un grupo político de gran influencia que, a partir de la llegada de la imprenta, difundiría ideas localistas y autonomistas.
    La guerra de Independencia truncó este auge y Guadalajara sufrió, como el resto del país, las constantes asonadas, conflictos políticos y levantamientos militares durante buena parte del Siglo 19. La ocupación de la ciudad, por parte de las huestes que seguían al cura Hidalgo, a finales de 1810 y principios de 1811 hicieron que este desarrollo se detuviera, iniciándose un periodo de caos en los cuales la ciudad, como buena parte del país, se vio envuelta en los distintos conflictos internos y externos que experimentó México hasta el triunfo liberal y restablecimiento de la república en 1867. También algunas epidemias, como la conocida del cólera de 1833, disminuyó a la población de la ciudad hasta en un 25 por ciento.
    Fue hasta el periodo conocido como porfiriato, en el tercer tercio del Siglo 19, que Guadalajara vivió un segundo momento de importante crecimiento. La pax porfiriana impulsó el desarrollo urbano de la ciudad, que se extendió hacia el norte y el poniente principalmente, con las colonias obreras y de artesanos y las colonias modernas para la élite, respectivamente. Las fábricas y los comercios dieron nueva vida a la ciudad, que rebasó sus antiguos límites virreinales y que hoy identificamos como centro histórico. La ciudad contaba ya hacia 1900 con cerca de 120,000 habitantes.

    Un nuevo siglo de oportunidades

    El establecimiento de algunas industrias, principalmente de capital extranjero, y la llegada de importantes grupos de comerciantes europeos y norteamericanos cambiaron la fisonomía de la ciudad. Se introdujeron mejoras significativas como el drenaje y el pavimento de calles, el alumbrado público eléctrico y se insistió en el ordenamiento urbano y de policía. El Río San Juan de Dios, que dividía la ciudad de oriente a poniente, y que ya para entonces era un foco de insalubridad, fue entubado y en su lugar se construyó una amplia calzada, llamada inicialmente Paseo Porfirio Díaz (hoy Calzada Independencia) con importantes monumentos y una remozada alameda como parque central. La Plaza de Armas, por ejemplo, también fue remozada y se instaló un kiosko de factura francesa enviado por el presidente Díaz como regalo para la ciudad en 1910.
    La Revolución iniciada en 1910 y los conflictos posteriores sufridos en el país, significaron para Guadalajara un estancamiento de varias décadas. La ocupación militar de la ciudad por las tropas villistas y, posteriormente, obregonistas, detuvieron su importante crecimiento anterior.
    La guerra cristera, que se dio principalmente en el occidente, en la década de los veinte, significó, por otra parte, un aumento en la migración del campo a la ciudad. Importantes contingentes de campesinos y pequeños propietarios rurales, sobre todo originarios de la zona de Los Altos y el Bajío, se instalaron en Guadalajara buscando seguridad en la época revolucionaria y cristera, motivando un importante crecimiento poblacional, principalmente hacia el oriente y norte de la ciudad.
    Fue a partir de los años cuarenta del Siglo 20 que la ciudad volvió a la senda del crecimiento y ahora con un ímpetu espectacular, marcando un tercer momento, hasta ahora definitivo, de auge urbano y poblacional. En 1942, el límite era marcado ya por los Arcos erigidos ese mismo año y la posterior construcción de la glorieta Minerva. Hacia 1964, y coincidiendo con el auge derivado del "milagro mexicano" experimentado por el país en ese entonces, la ciudad se extendió hacia el sur hasta el monumento a las Águilas y llegaba, celebrado con júbilo por entonces, a su primer millón de habitantes.
    La segunda mitad del Siglo 20, y lo que llevamos del 21, han sido un periodo de incesante crecimiento urbano y demográfico, hasta cierto punto descontrolado, y que ampliamente desbordaron los límites del valle de Atemajac, incorporando antiguas poblaciones rurales a la mancha urbana hasta rondar los 5 millones de habitantes.
    Guadalajara actualmente ha incorporado otros municipios en su extensión territorial como área metropolitana, incluyendo a Tlaquepaque, Tonalá, Zapopan, Tlajomulco y El Salto, con todos los retos que esto implica.
    Estos tres momentos de auge que hemos destacado han conformado el cariz y singularidad de Guadalajara como metrópoli del occidente y centro político, comercial y cultural de una amplia región.
    La historia brevemente esbozada nos plantea las dificultades, vicisitudes, pero también los logros y las ventajas que han marcado su desarrollo desde aquel lejano 14 de febrero de 1542, cuando cerca de 42 familias europeas y un puñado de indígenas cristianizados, fundaron la villa de Guadalajara en nombre de España y el Emperador Carlos V.


    El autor es profesor del Departamento de Estudios Humanísticos del Tecnológico de Monterrey en Guadalajara


    Responsable
    Ernesto Diez Martínez Guzmán
    Comentarios
    diez.martinez@itesm.mx


    "Las opiniones expresadas en esta página son responsabilidad de sus autores. No necesariamente representan el punto de vista del Tecnológico de Monterrey".

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