Editorial
La Universidad Autónoma de Sinaloa llega a diciembre pidiendo ayuda, su presupuesto, siempre raquítico e insuficiente, se termina haciendo agua, en medio de acusaciones de falta de transparencia y mala administración.
Pero en lugar de criticarlo, hoy intentaremos entenderlo, primero que nada hay que saber que la UAS no recibe un presupuesto anual que pueda satisfacer todas sus necesidades, no, la universidad recibe partidas, que se originan en la Federación y que pasan antes por el Estado.
Recordemos aquellas épocas en el dinero llegaba a la tesorería del Gobierno de Mario López Valdez y por ahí se atoraba, provocando la protesta de los uaseños.
Ahora con el Gobernador Quirino Ordaz Coppel ese problema ha desaparecido, pero especialmente este año a la UAS le tocó el fin de sexenio y con ello el cierre de la llave de la Federación que soltaba el presupuesto, de ahí su desesperación por conseguir recursos.
Pero vayamos más adentro, para saber lo que realmente lastra el presupuesto de la UAS, y en primer lugar está el enorme boquete que provocan las jubilaciones, un monto incluso mayor al que se destina al personal en activo.
También está la plantilla no reconocida por la SEP, cientos de maestros de preparatoria, a los que la UAS se ve obligada a pagarles sin ayuda de la Federación.
La UAS paga incluso los gastos completos de 17 casas de estudiantes en el estado, numerosos premios, festivales, congresos, etc…
Y todo con cobros simbólicos de mil pesos por estudiante algo que en universidades del resto del País hace mucho tiempo que subió.
Cambiar estas cosas no es fácil, ni siquiera para un Rector, el margen de maniobra es mínimo y cualquier cambio origina protestas y reclamos por doquier.
Así que la UAS seguirá sufriendo con su presupuesto y llegando con dificultades a final de mes.
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