Hace más de dos
semanas, la historiadora
Josefina
Moguel acusó
al escritor Guillermo Samperio
de haberla plagiado en
una novela.
Según el periodista José
Antonio Aspiros, Moguel escribió
en Facebook: "El señor
Samperio ha tomado para sí
lo ajeno, ha hurtado un conjunto
de testimonios de una
miscelánea de investigaciones
que he elaborado a través
de muchos años, (sin) difundir
de dónde sacó parte de las
ideas de su escrito, cuidando
engañar a los gentiles lectores
que desconocen que detrás
de ellas, existo yo como
autora de las informaciones".
Además, "tergiversa como
(si fuera) diario y no cita, a
las Memorias que el propio
divisionario escribió publicadas
por El Univeral entre
1957 y 1959, las que evidentemente
utiliza en su provecho,
amputando los capítulos (y)
premeditando no advertir a
los lectores que el autor es el
divisionario de Guerrero".
Guillermo Samperio es un
escritor con más de 30 obras
publicadas, que ha ocupado
cargos como funcionario
cultural y ha recibido diversos
reconocimientos. A la
acusación de plagio hecha
por la historiadora, respondió
en entrevista afirmando
que fue un libro por encargo
y que para tenerlo rápido se
basó "en unas fotocopias que
le entregó quien se lo encargó"
(pariente del biografiado),
que no tenían identificación
de autor y cuyo contenido él
sintetizó, aunque más bien parece,
según se desprende de lo
publicado, que copió palabra
por palabra de partes enteras.
El tema del plagio está muy
vivo entre nosotros, dando fe
de la falta absoluta de respeto
de algunos por el trabajo y esfuerzo
de los demás. Josefina
Moguel ha dedicado muchos
años de su vida a investigar
sobre Juan Andreu Almazán
y ha publicado el resultado de
su trabajo, por lo cual le parece
correcto que quien use
esa información le dé crédito.
Yo estoy de acuerdo. Muchos
sufrimos esa situación. Yo
misma me he pasado años
reclamándole a quienes escriben
sobre las esposas de
los gobernantes de México
el crédito correspondiente,
pues usan la información y las
fotografías que yo obtuve sin
mencionar mi trabajo.
Pero a esto se agregan además
otros asuntos: el primero,
la cuestión de la seriedad de la
información que se ofrece a
los lectores. ¿Se puede escribir
un libro sobre un personaje
histórico sin preocuparse
por investigar y aceptando
como verídicas y suficientes
unas fotocopias sin identificación
y sin consultar por lo
menos dos o tres fuentes?
El hecho de que sea ficción
parecería justificar que
se diga cualquier cosa independientemente
de su solidez
histórica y biográfica y
si bien no se puede exigir a la
narrativa que funcione como
si fuera documento histórico
y académico, sí por lo menos
que tenga seriedad.
Eso tiene que ver directamente
con el segundo
asunto, el de la verdad de lo
relatado. Según la denunciante,
el novelista se ha
aprovechado "del olvido a
que se ha postergado al general
Almazán, para confundir
a los lectores entre errores
y omisiones en la supuesta
biografía que presenta".
Este problema también está
muy vivo entre nosotros. En
fechas recientes, han salido a
la luz algunos textos que han
generado polémica porque las
familias de los supuestamente
retratados aseguran que
no existieron las situaciones
sobre las que los escritores
construyeron la trama.
El tercer problema es el
de la literatura por encargo.
¿Podemos los lectores fiarnos
de un libro que es resultado
de una petición directa (con
transacción económica de
por medio) y que por lo tanto
tiene una posición ya comprometida
frente al tema?
Puede que sí y puede que
no, depende del escritor y
de su ética profesional, depende
de la seriedad con que
tome el asunto.
Éstas son sólo algunas de
las muchas dudas que surgen
cuando salen a la luz casos
como éste. Una cosa es cierta:
estos hechos están afectando
seriamente la credibilidad de
las letras mexicanas.
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora
en la UNAM