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"Defensor del Lector"

"¿Es correcto decir presidenta?"

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ÉTHOS
28/07/2018 21:07

     

    El acucioso y asiduo suscriptor culiacanense, Eduardo Niebla Álvarez, envió subrayada la portada de la sección Negocios del martes 24 de julio, en la que hacía notar la inconsistencia en el uso de un término en una nota proveniente de Mazatlán.
     
    La palabra en cuestión era presidenta, pues en el sumario de la nota decía: “Gina Rivas Díaz, presidente de la Asociación de Agencias de Viajes de Durango”, mientras que en el segundo párrafo de una nota subordinada se escribió: “Esto, ante las declaraciones de la Presidenta de la Asociación de Agencias Turísticas de Durango”.
     
     
    ‘Presidenta’, en femenino: es correcto: Fundéu BBVA
     
    “Circula por internet un documento que aduce una serie de razones pseudogramaticales para censurar el uso de femeninos como presidenta. La parte fundamental de la explicación dice:
    El participio activo del verbo atacar es «atacante»; el de salir es «saliente»; el de cantar es «cantante» y el de existir, «existente». ¿Cuál es el del verbo ser? Es «ente», que significa ‘el que tiene entidad’, en definitiva ‘el que es’. Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación «-nte». Así, al que preside, se le llama «presidente» y nunca «presidenta», independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
    Esta argumentación se basa en tres afirmaciones:
    que el participio activo del verbo ser es ente, que la terminación -nte que añadimos a los participios activos de los verbos procede de ente, que dicha terminación se toma de ente porque este denota entidad o significa “el que es”.
     
    Sin embargo:
    1. El participio activo del verbo ser no es ente. El único participio que actualmente tienen, de forma general, los verbos españoles, es el de perfecto (por ejemplo sido, para el verbo ser, o comido para comer). Solo algunos verbos tienen entre sus derivados los llamados participios activos, que hoy se consideran sustantivos (como presidente) o adjetivos (como atacante o cantante). El verbo ser tuvo en el pasado una forma de participio activo hoy perdida, pero no era ente sino eseyente.
     
    2. La terminación -nte no procede de ente. Nuestro sustantivo ente (que, como se ha dicho, no es el participio del verbo ser) sí que deriva, sin embargo, de ens, entis, participio de presente del verbo latino esse (‘ser, estar’). Pero el hecho crucial no es que el participio del verbo ser en latín tuviera esta forma entis, sino que todos los participios de presente del latín tenían esta misma forma: e-ntis, ama-ntis, lege-ntis, capie-ntis, etc. Obviando la raíz verbal y la vocal temática que quedan a la izquierda del guión, en todas estas formas lo que encontramos es la secuencia -nt- y la terminación -is, desinencia de caso genitivo.
     
    Esta secuencia -nt- es un infijo, un elemento que se inserta en el interior de una palabra, y es una marca morfológica que indica un subtipo concreto de declinación por el que se guían algunas de las palabras que forman parte de la tercera declinación latina. Este mismo infijo, y este mismo submodelo de declinación (llamado precisamente temas en -nt-), está presente también en otras lenguas, como el griego clásico. Aunque por este modelo de temas en -nt- se declinan solo unos pocos sustantivos y adjetivos, en la práctica es muy productivo, porque es el modelo por el que se declinan todos los participios de presente activos de todos los verbos latinos y varios de los participios del griego clásico.
     
    3. La terminación -nte no se toma de ente porque este denote al ser. El hecho de que esta secuencia -nt- aparezca no solo en ente, sino en todos los participios de los verbos latinos e incluso en otros adjetivos (como prudentis, ‘prudente’), sustantivos (como /leontos/, ‘león’ en griego) y determinantes (como /panta/, ‘todo’ en griego) prueba que esa -nt- no ha sido nunca, a lo largo de su historia, marca de entidad o de existencia. Nunca, por sí sola, ha denotado al ser, al ente. Llegó a denotar, en latín, al ente al entrar en interacción con el verbo ser, pero entró en contacto con este verbo, como con todos los demás verbos latinos, pues no es más que una marca morfológica de la que los verbos se sirven para declinar una de sus formas no personales, el participio.
     
    Lo que históricamente existe es este infijo -nt- y no la terminación -nte. Recordemos que en las formas amantis o legentis la terminación -is es marca de genitivo, pero este es solo uno de los seis casos que tienen las declinaciones latinas.
     
    Estas declinaciones establecen distintas terminaciones en función del caso, del género y del número: un participio como entis puede tener potencialmente hasta 24 desinencias, es decir, 24 terminaciones después del infijo -nt- (entem, entis, enti, entium, entia, etc.) que se encargan precisamente de marcar el caso, el número y el género. Nada, por tanto, en la morfología histórica de este elemento -nt- impide que las palabras que se forman con él tengan una forma distinta para el género femenino; es más, históricamente este infijo ha formado parte de palabras que explícitamente diferenciaban el género.
     
    Nada en la morfología histórica de nuestra lengua, ni en la de las lenguas de las que la nuestra procede, impide que las palabras que se forman con este componente tengan una forma para el género femenino. Las lenguas evolucionan y en esa evolución se transforman. Estos cambios se deben a muchas causas, algunas son causas internas (evoluciones fonéticas, por ejemplo); otras son externas, el contacto con otras lenguas o el cambio en las sociedades que las hablan. Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden. Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina (pregúntese el lector por qué no se han levantado voces contra el uso del femenino sirvienta)”.
     
    Academia Mexicana de la Lengua
     
    “Se recomienda decir la presidenta. Es correcto utilizar la voz presidenta para referirse a la ‘mujer que preside’. Antiguamente esta palabra se usaba con mayor frecuencia de manera coloquial con el significado de ‘mujer del presidente’. Fue incorporada al diccionario académico en 1803. Actualmente está registrada con las siguientes acepciones: ‘mujer que preside’, ‘presidente’ (‘cabeza de un gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, etc.’), ‘presidente’ (‘jefa del Estado’) y, con un uso coloquial, ‘mujer del presidente’.
     
    Diccionario panhispánico de dudas
     
    “Presidente. ‘Persona que preside algo’ y, en una república, ‘jefe del Estado’. Por su terminación, puede funcionar como común en cuanto al género (el/la presidente;  género2, 1a y 3c): «La designación de la presidente interina logró aplacar la tensión» (Clarín [Arg.] 10.2.97); pero el uso mayoritario ha consolidado el femenino específico presidenta: «Tatiana, la presidenta del Comité, no le dejaba el menor espacio» (ÁlvzGil Naufragios [Cuba 2002])?.
     
    Agradezco sus comentarios, quejas, dudas, críticas y sugerencias.