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"OPINIÓN"

"Flagelo"

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    lqteran@yahoo.com.mx

     

    La plaga que más ha estropeado el desarrollo de la nación es la corrupción, existen antecedentes históricos conocidos demasiado bien: el enorme rancho, con miles de cabezas de ganado, que tenía Santa Anna, el político vendido que cedió la mitad del territorio mexicano a los Estados Unidos, o los “cañonazos de 50 mil pesos”, con los que el manco Obregón controlaba a la oposición. La ciudadanía, en todos los estados de la Unión, saben que esta práctica entre los gobernantes ha sido recurrente, extendiéndose como una plaga desde las grandes urbes hasta los más apartados lugares del territorio nacional.

    La corrupción ha sido un flagelo que ha frenado de manera terrible el progreso del pueblo, porque mediante ese vicio los políticos tradicionales han usufructuado en beneficio propio los bienes que la Constitución mandata que deben gozar todos los ciudadanos.

    Por eso la cruzada que ha emprendido el Presidente Andrés Manuel López Obrador para desterrar la corrupción en el país cuenta con el apoyo multánime de los ciudadanos. Ese mal tan arraigado en las esferas del poder político tiene cifras constantes y sonantes. Un estimado, por parte de organismos civiles, hizo el cálculo de que por ese pozo sin fondo políticos tradicionales se embolsaban bajita la mano poco más de 500 mil millones de pesos anuales.

    Fue tanta la corrupción en el periodo prianista que en voz del propio Peña Nieto o de sus intelectuales orgánicos se llegó a esparcir la especie de que la corrupción “era parte de la cultura de la sociedad mexicana”; algo insólito por su cinismo confesado, pero así se llegó a decir, a esa degradación llegaron.

    La corrupción ha sido nuestra peor pandemia. Causante de la pobreza de la población, del desbordamiento de la violencia, de la impunidad, del torcimiento de la justicia, ocasionando un sinfín de calamidades que tanto han incidido en la vida social y política de la población. Su erradicación va a ser uno de los mejores logros del actual sexenio.

    Actualmente los ciudadanos siguen un evento central en esto que hablamos: la extradición de Emilio Lozoya, ex director de Pemex, acusado de lavado de dinero y sobornos por el caso Odebrecht; este personaje, clave en las investigaciones que tienen lugar sobre muchos ilícitos que involucra a personajes de alto nivel de gobiernos del pasado, tendrá que comparecer ante la justicia mexicana. Por fin el pueblo podrá conocer de primera mano hasta dónde había llegado la corrupción del poder público del país.

    En el combate que se libra contra la corrupción importa mucho que se conozcan los detalles, saber cómo la corrupción era prohijada desde el poder. Lozoya se acogió a declarar como testigo protegido o colaborador, ambas figuras contempladas en la Constitución, mediante un acuerdo con la Fiscalía del país. Este personaje se comprometió a declarar lo que sabe y lo que vio desde las entrañas mismas del viejo régimen.

    Es, además, una prueba fehaciente de que la política anticorrupción del actual régimen va a fondo, puesto que su exterminio de la vida pública es la base para lograr el desarrollo del país; esto no es retórica, tiene un profundo sentido de realismo. Si se logra erradicar la corrupción del país se entrará en una etapa de grandes expectativas de progreso, cosa que los ciudadanos y en general todos los sectores sociales desde hace tiempo han esperado.

    No titubeamos en afirmar que el país se encuentra en un momento histórico, remontando rémoras del pasado tanto económicas como políticas.

    La corrupción lo impregnó todo, hasta las elecciones, porque todo va junto con pegado. Hubo sendos fraudes prianistas en las elecciones federales de 1988 y en 2006, y en muchas ocasiones en los estados y municipios se escatimó la voluntad popular, se violentó el “sufragio efectivo”, tal como lo soñó el prócer de la democracia, Francisco I. Madero. Por eso hay grandes expectativas de limpieza y respeto al voto en las elecciones del próximo año.

    En 2018 los ciudadanos decidieron un nuevo rumbo y emprender un verdadero cambio para el país, que terminará con ese fardo de la corrupción que nos ahogaba a todos los niveles.

    En la actualidad la ciudadanía está firme en consolidar la democracia verdadera en México, sin taxativas.

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