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"Opinión"

"La misericordia, la piedra angular"

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08/01/2019

    Joel Díaz Fonseca

    jdiaz@noroeste.com

     

    Matar a un ruiseñor es una novela autobiográfica de Harper Lee, publicada en 1960, que ganó el Pulitzer. Se convirtió en un clásico de la literatura estadounidense y llegó a ser además, por los valores que transmite, en un texto casi obligado en las escuelas.

     

    Fue llevada a la pantalla, un par de años después, con un muy convincente Gregory Peck en el rol de Atticus, y se estrenó ese mismo año, en una fecha muy significativa: el 25 de diciembre.

     

    Atticus Finch dijo a sus hijos Scout y Jem, que se preparaban con sus rifles nuevos para practicar el tiro al blanco: “Sé que luego querrán ir contra los pájaros. Dispárenles a todos los cuervos que quieran… pero nunca olviden que es un pecado matar a un ruiseñor”.

     

    Los cuervos representaban sin duda el abuso de los poderosos, los ruiseñores, en cambio, a las creaturas indefensas a las que se debe proteger.

     

    Fue la única vez que escuché a Atticus decir que era pecado hacer algo, y le pregunté a Miss Maudie sobre esto”, narra Scout Finch (Harper Lee en la vida real).

     

    Tu papá tiene razón”, le respondió su vecina. “Los ruiseñores no hacen otra cosa más que música para que la disfrutemos. No se comen nuestros jardines, no anidan en los graneros, no hacen sino cantarnos con todo su corazón.  Por eso es pecado matar a un ruiseñor”.

     

    Matar a un ruiseñor significa aplastar a cualquier creatura indefensa, violar los derechos de quienes no tienen manera de defenderse, quitarle el pan a quien apenas tiene eso para comer, robar.

     

    Es el significado y el sentido de esa excelente novela hecha película, ganadora de tres Óscar, entre ellos al mejor actor (Gregory Peck), ubicada en el lugar número 16 en la lista de las 100 mejores películas de todos los tiempos, según Hollywood reporter.

     

    Atticus, el personaje central, es un abogado liberal, de sólidos principios, los cuales inculca a sus dos hijos, como lo demuestra la recomendación que les hace de no intentar matar a un ruiseñor, es decir, no hacer nunca uso de la fuerza contra nadie, mucho menos contra quienes no pueden defenderse.

     

    Este domingo se celebró la fiesta de la epifanía, la manifestación del verbo hecho carne, y el reconocimiento, por los magos de oriente, de su misión salvífica.

     

    ¿Qué es lo que llevó a esos tres personajes, a quienes Mateo describe en el evangelio como magos de oriente, a buscar a Jesús para adorarle? Una actitud de profunda humildad, y el instinto de proteger a aquella creatura indefensa a quien Herodes quería asesinar.

     

    Fray Dwight Longhenecker, un sacerdote anglicano convertido al catolicismo, autor del libro El misterio de los Magos: la búsqueda para identificar a los Tres Reyes Magos, sostiene que estos personajes no son una ficción y que los presentes de oro, incienso y mirra eran ofrendas diplomáticas representativas del reino árabe.

     

    La mayoría de académicos de la Biblia consideran que la historia está en la categoría de midrash: un relato judío configurado para satisfacer una profecía del Antiguo Testamento o un pasaje de la Escritura”, escribió el pasado 8 de diciembre, y sostiene que en realidad eran diplomáticos del vecino reino de los nabateos.

     

    Con su capital en la famosa ciudad de Petra, el rey nabateo Aretas IV tenía toda la motivación de cimentar una alianza con Herodes el Grande. Cuando los magos de su corte discernieron que había nacido un nuevo heredero al trono judío, Aretas los envió como emisarios a la corte de Herodes para rendir homenaje”.

     

    Longenecker se pregunta por qué nadie se preocupó por investigar el origen real de los tres reyes magos, y él mismo se responde: Durante mucho tiempo la civilización nabatea se había perdido para los historiadores y abordar esto estaba mal visto en el mundo académico y bíblico.

     

    Académicos, teólogos e investigadores no terminan de ponerse de acuerdo sobre la existencia o no de los magos de oriente, pero lo que no está en duda es su mensaje de humildad y amor, pero sobre todo su preocupación por una creatura amenazada por Herodes y su inmenso poder.

     

    Es el mismo sentimiento que impulsa a Atticus Finch a enseñarles a sus hijos a respetar y proteger a los débiles, y que lo lleva, a pesar de lo que aquello significaba en los tiempos de la segregación racial, a defender en la corte a un negro acusado injustamente de violación de una mujer blanca.

     

    El evangelista Mateo nos describe por qué la misericordia es la piedra angular del mensaje de Jesús: “En verdad te digo que cuanto hiciste a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hiciste”.

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