|
"Opinión"

"La sociedad in-decente"

""

    A Alex y Julia Astrid

    Los 15 mil dólares del premio Pulitzer 2019 a la mejor fotografía en la categoría “noticias de última hora”, se lo llevó un equipo de reporteros de la agencia Reuters. Palabras más, palabras menos, se dijo: el premio se otorga a Reuters por “la sorprendente y vívida narración visual de la urgencia, desesperación y tristeza de los migrantes mientras viajaban a los Estados Unidos desde América central y del Sur”.
    El set con el que se llevaron el galardón consta de 19 fotografías que describen de principio a fin el sufrimiento vivido por las personas que caminaban en la caravana que atravesó nuestro país durante octubre del año pasado. Después de ver y rever los escenarios, rostros, expresiones y reacciones de todas las personas que migraban hacia los Estados Unidos, las imágenes nos ponen de frente ante el dolor, la angustia, el miedo, tristeza, aflicción, pobreza, cansancio, injusticia, mucha, muchísima injusticia, vivida por todas las personas que dejaron su tierra para inventarse un sueño en Norteamérica que terminó siendo una espantosa pesadilla.
    Por razones de espacio no puedo describir las 19 fotografías, pero sí puedo dar unas cuantas pinceladas de las que más me impactaron y permiten terminar de comprender-las-razones por las cuales los centroamericanos buscan desesperadamente llegar a los Estados unidos (si usted quiere ver las imágenes con detenimiento, consulte https://www.pulitzer.org/winners/photography-staff-reuters-1).
    La primera recoge en un primer plano a un gallo que, orgulloso y confiado, camina frente al cuerpo sin vida de un jovencito de la pandilla 18 que yace tirado en una terregosa calle de san Pedro Sula, Honduras.
    La segunda es el retrato de una niña centroamericana de unos 13 años que en su camino hacia Mapastepec lleva a cuestas todas sus pertenencias: una mochila rosa, un termo con agua, una bolsa plástica (quizá con comida para el viaje) y, entre sus brazos, un bebé de juguete que deja en claro su condición de niña migrante.
    Otra de las fotografías que me impactaron de modo profundo es la de un hombre hondureño de unos 50 años que desesperadamente aprieta a su bebé entre los brazos, para protegerlo de la turba que echó abajo el cercado del control de seguridad que separa a México de Guatemala en ciudad Hidalgo.
    En otra imagen aparece un niño, de no más de dos años, que atenazado por los brazos de su madre llora a todo pulmón en medio de unas nueve mujeres que sin darse cuenta ni proponérselo lo apretujan, acaloran e irritan.
    La sexta fotografía recoge el momento justo en que un hombre hondureño cruza el río Suchiate con su hijo de cinco años en brazos. La expresión de los ojos del niño y la desesperación de su padre se levantan como una barrera emocional que impide ver que otras personas al fondo de la imagen experimentan angustia y sufrimiento.
    La novena fotografía, quizá la más difundida de toda la serie, es la carrera de María Meza jalando a sus dos pequeñas hijas para escapar de los gases lacrimógenos lanzados por la patrulla fronteriza de los Estados Unidos. La fotografía es la descripción exacta de la crueldad, la indefensión, la angustia, el instinto de supervivencia y, entre otros muchos sentimientos más, el amor y el coraje materno.
    Como anticipé líneas atrás no puedo reseñar las 19 imágenes, pero usted ya podría concluir que el conjunto de éstas refleja el deseo de vivir en una sociedad justa o, dicho en términos de Avisahi Margalit, en una sociedad decente. Me explico.
    Para Margalit, una sociedad decente “es aquella cuyas instituciones no humillan a las personas”. Hasta antes de que los reflectores se posaran sobre las caravanas de migrantes, las autoridades migratorias y policíacas ubicadas en la frontera sur eran archiconocidas por su fama de corruptas, abusivas e inhumanas. Los migrantes no temían a las aguas del Suchiate, sino a las garras de las autoridades mexicanas. En otro grado, las estadounidenses, se sabe, no cantan nada mal el country. Las fotografías ganadoras del Pulitzer exhiben con total claridad alambradas de navaja, gases lacrimógenos, gente huyendo y las muchas caras de la enorme valla del acero mohoso que separa a México de los Estados Unidos. Visto así, ni ellos ni nosotros podemos considerarnos una sociedad decente.
    Margalit dice que una sociedad que no es decente tampoco puede ser una sociedad civilizada, porque en ésta “sus miembros no se humillan unos a otros”. Hay sociedades que pueden ser no decentes, pero civilizadas, y sociedades que pueden ser más decentes pero muy incivilizadas. Por ejemplo, el gobierno de México dio muestra de decencia cuando los migrantes que ya habían atravesado nuestra frontera sur, en lugar de arremeter violentamente contra ellos trató de preservar su integridad física y moral echando mano de la Policía Federal y el Ejército, poniendo a su disposición albergues, proporcionándoles comida, servicios médicos, transporte y motivando a la sociedad para que se solidarizaran con la emergencia humanitaria. A la par, las y los mexicanos nos vimos enfrascados en una batalla campal picándonos los ojos para dejar en claro que el apoyo era una estupidez en mayúsculas o, por el contrario, lo mínimo que un ser humano con capacidad de sentir empatía por los demás debe hacer. Hoy, aunque en su momento no lo hubieran imaginado, quienes se oponían a que México actuara de un modo humanitario (es decir, los indecentes incivilizados) se regodean creyendo que esa es la causa por la cual Trump hoy nos castiga con la amenaza de subirnos los aranceles a nuestras exportaciones.
    Cuando una sociedad es civilizada está muy cerca de ser una sociedad correcta, es decir, “una que se atiene a los procesos debidos” y una sociedad respetable, “entendida como aquella que protege la respetabilidad de sus ciudadanos”. Para dejar en claro estas dos ideas de Margalit, pensemos ahora en las personas que se atreven a emprender el viaje en caravana. Muchas personas en México se sintieron muy indignadas cuando algunos migrantes echaron abajo el cerco del control aduanal en Ciudad Hidalgo. Los procesos establecidos para el control del flujo migratorio no se respetaron, por lo tanto, la corrección brilló por su ausencia. Sin embargo, en tales casos cabe preguntarnos: ¿es posible que alguien que huye de la violencia, la pobreza, el hambre, la ignorancia y la falta de empleo, esté atento al cumplimiento de los procesos debidos? Lo dudo, pero tampoco niego que las normas y las reglas ayudan mucho a la convivencia pacífica y armónica en sociedad, pero me queda claro que no la garantizan cuando sus instituciones denigran a las personas.
    Las fotografías del Pulitzer son eso, el reflejo de una de las muchas formas en que las instituciones de muchos países que presumen de ser civilizados humillan a las personas, especialmente a las más vulnerables: las y los niños

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!