Carlos Elizondo Mayer-Serra
A mí me interesan los debates sobre políticas públicas. Pero soy un nerd. El ciudadano normal debe empezar a bostezar cuando inician los detalles técnicos. El domingo el candidato con más dominio en esta materia fue José Antonio Meade. Supongo que aburrió al respetable.
Lo más entretenido y revelador del debate no fueron las propuestas planteadas, sino las preguntas y acusaciones que quedaron sin respuesta. No sólo por los contenidos de éstas, sino por lo que dicen de los candidatos que no respondieron: de las tensiones en las que se encuentran y de los temas que pueden motivar al ciudadano a decidir su voto.
La pregunta más complicada se la hizo Ricardo Anaya a Meade: “Tu jefe, Enrique Peña Nieto, ¿ha gobernado con honestidad?”. Puso a Meade en un callejón sin salida. Contestar sí, era minar su credibilidad frente a ese gran segmento del electorado que considera que Peña Nieto no es honesto. Decir que no, volvía insostenible su propia descripción de ser él un funcionario honesto. Si no creía que era honesto, ¿por qué trabajó con él?
Anaya le hizo a López Obrador la pregunta más comprometedora. “Después de la matanza de 1968 y de la de 1971 usted optó por afiliarse al PRI, ¿no muestra esto su ambición sin límites?” López Obrador no podía contestar nada y no lo hizo. Primero, porque como le respondió a Jesús Silva-Hérzog en la entrevista de Milenio del 21 de marzo, él no se arrepiente de nada. Segundo, porque no hay forma de justificarlo hoy. Tampoco pudo responder nada sobre por qué, si acusó en su libro sobre el Fobaproa que Alfonso Romo y Miguel Ángel Navarro eran unos ladrones y corruptos ahora están con él, el primero como presunto jefe de gabinete si gana la elección y el segundo como candidato de Morena a Senador de Nayarit.
La afirmación más dura que lanzó López Obrador no fue su típica diatriba contra la mafia del poder, sino cuando afirmó que Odebrecht le dio a Peña Nieto 5 millones de dólares para su campaña presidencial del 2012. Nadie reaccionó a ello. Meade no salió a decir que era una infamia. Nadie preguntó las consecuencias para quien encabece la Presidencia de no dar seguimiento a ese presunto delito. Se discutió mucho de la amnistía a los narcotraficantes propuesta por López Obrador, pero ésta parece ser más amplia: perdonar a todos.
Meade cuestionó a Anaya sobre la venta de su bodega, e incluso lo comparó con Roberto Borge. La respuesta de Anaya fue mostrar la sentencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que señala que la PGR afectó la equidad en la contienda electoral cuando presentó los videos de Anaya en su visita a la PGR. Esa sentencia no prueba que no haya cometido un delito, aunque Anaya afirmó, con razón, que no ha habido una acusación formal en su contra.
La pregunta más difícil para Margarita fue cómo se puede distanciar de su esposo. Para muchos es una pregunta injusta, cargada de machismo, pero ¿alguien cree que sería candidata a la Presidencia si su esposo no hubiera sido Presidente? Menos después de como le fue el domingo.
Quedaron otras muchas preguntas en el aire que, quizá al paso de los días, los candidatos tendrán que ir aclarando. Los cuestionamientos contra AMLO sobre nepotismo en Morena y sobre sus departamentos. La “7 de 7” que le recetó Anaya a Meade. Sin embargo, la afirmación que dejó mudos a todos fue la del Bronco: “El que robe hay que mocharle la mano...” La periodista Azucena Uresti tuvo que preguntarle si lo decía literalmente. El Bronco confirmó que sí.
El silencio de sus contrincantes fue revelador. También la fácil crítica de los comunicadores ante su salvaje propuesta. Se olvida que mucha gente está harta de ser asaltada regularmente, sobre todo en el transporte público nocturno, y saber que sueltan a los ladrones cuando por casualidad los llegan a atrapar. Lo anómalo de la política mexicana es que no hayan salido más políticos con una propuesta de mano dura y violenta, como la del Presidente Rodrigo Duterte en Filipinas.
Cuando aparezcan los políticos que prometan ser sanguinarios vengadores y cuenten con el apoyo social, será culpa del abandono en materia de seguridad de millones de mexicanos del actual gobierno.
Todas estas preguntas de difícil respuesta fueron calculadas por los candidatos. Reflejan dónde creen que están los resortes para definir el voto de los ciudadanos.
Los debates, sin embargo, tienen un impacto limitado. Como en los partidos de futbol, solemos creer que nuestro equipo lo hizo mejor, pero tuvo mala suerte, o bien, le echó montón el árbitro.
Será en la estrategia post debate donde los candidatos podrán o no aprovechar los temas del debate que no tuvieron respuesta de sus adversarios.
@carloselizondom
Profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey