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"Opinión"

"México: El campeón que nadie espera"

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    Si quieren divertirse y disfrutar de un partido de futbol, no lo vean con un científico. Cuando nos toca presenciar la victoria de un equipo “no tan bueno”, no brincamos y gritamos “goooool”. Solamente sacudimos la cabeza y pensamos “error de medición”.
     
    El considerar un juego de futbol de la Copa Mundial como un experimento para determinar que equipo es mejor es un ejercicio de futilidad. Un juego de futbol representa cientos de jugadas y estratagemas; sin embargo, cada equipo solo promedia una docena de tiros a gol, y el resultado es usualmente determinado por unos cuantos eventos vertiginosos y aleatorios. En la mayoría de los juegos no se anotan más de tres goles, y el típico margen de victoria es un solo gol.
     
    Para un científico, los datos son muy escasos como para generar una conclusión estadísticamente confiable sobre cuál equipo es mejor. El marcador probablemente es más un resultado de un error de medición, mejor conocido como “suerte”. Gracias a los “ranazos”, pocos goles, y muchos partidos que terminan en empate, el futbol es menos predecible que la mayoría de otros deportes.
     
    En las ligas nacionales, es más habitual deleitarse con partidos donde el marcador tiene una brecha más grande entre los goles del ganador y del perdedor. Asimismo, resulta más improbable que un equipo desvalido como los Lobos BUAP resulten victoriosos ante un equipo como el de Toluca.
     
    El equipo nacional nunca ha figurado como un candidato plausible para el título de campeón mundial. A pesar de esto, México venció con relativa facilidad al campeón de la Copa Mundial 2014, y después de la victoria contra Corea, a todos los “villamelones” como yo (y seguramente tú también) nos resulta muy asequible subirnos al “tren del mame” del power mexicano en Rusia 2018.
     
    Pero siendo sinceros, ¿México realmente tiene posibilidades de ganar?
     
    Para responder esta pregunta, analicemos el concepto de “la paradoja de la habilidad”. Supongamos que el mejor jugador de Scrabble (una computadora) compite contra un novato. La habilidad de la computadora asegura una victoria rutinaria y predecible sobre el principiante, a pesar de que el novicio obtenga mejores fichas. Empero, si esta computadora juega contra un oponente con la misma habilidad (una computadora idéntica con el mismo programa), el resultado de esa partida será determinado simplemente por la suerte (las fichas que les tocan).
     
    Esta paradoja de habilidad puede ser aplicada en los deportes, negocios, y prácticamente cualquier tipo de competencia. Entre más alto y uniforme es el nivel de destreza entre los dos equipos, la suerte se torna cada vez más un factor decisivo.
     
    Esto es lo que estamos observando con nuestra querida y celebrada Selección Mexicana en la Copa Mundial. La habilidad, destreza, y experiencia de los jugadores aztecas es equiparable con los jugadores de cualquier equipo que haya ganado la Copa Mundial. Ergo, el resultado de los partidos, desde un punto de vista estadístico, no ha sido más que una consecuencia de la suerte (jugadas inesperadas, madruguetes, clima, errores del equipo contrario, etc.); es decir, todo aquello que resulta inesperado.
     
    A pesar de todo el alboroto generado por la convergencia de las elecciones y la Copa Mundial, las victorias del equipo mexicano representan un atisbo de esperanza para un México despojado de honores y buenas noticias.
     
    Resulta imposible no poder sentirse identificado con el equipo mexicano, un equipo sin oportunidades aparentes de ganar ante las superpotencias mundiales.
     
    En un México donde la brecha entre los “favoritos” y los “desvalidos” (ricos y pobres) es cada vez más amplia, los partidos de la Selección Mexicana simbolizan un recordatorio de que cualquier persona nacida en territorio mexicano puede resultar triunfante si las condiciones son más equitativas.
     
    Todos hemos imaginado el día en el cual la Selección Mexicana por fin levante la Copa Mundial, tal vez no sea este año, pero es una posibilidad. Asimismo, todos soñamos con un México en donde todos sus ciudadanos tengan las mismas herramientas y oportunidades para desarrollar sus sueños, y de esta manera tener un país próspero y feliz.
     
    La realidad, es que hoy en día resulta más probable que México sea campeón mundial, que México sea un país próspero y equitativo; empero, así como los jugadores y entrenadores de la Selección Mexicana han trabajado para llegar hasta ese nivel, muchos mexicanos están trabajando para lograr el México que la mayoría de nosotros deseamos.
     
    Para tener un México de “primer mundo” como nuestra Selección, deberíamos de otorgar la misma pasión con la cual gritamos “gol”, a nuestro quehacer por una mejor sociedad. Todos estamos juntos en esta contienda, independientemente de nuestras convicciones políticas, religiosas, e ideológicas. Necesitamos un México con “fair play”.
     
    Nuestro nacionalismo no debe de limitarse al contexto futbolístico, debe permear en todos los rubros de nuestra cotidianidad, tenemos que traer bien puesta la camiseta de México todos los días.
     
    No me queda más que desearle suerte a nuestra Selección, y espero que algún día, no solo nuestro equipo sea campeón mundial, sino que el resultado de una contienda deportiva sea una de nuestras pocas preocupaciones.
     
     

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