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"OPINIÓN"

"Notas sobre los paradigmas de AMLO en torno al desarrollo económico de México"

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    (Basadas en cifras de crecimiento del PIB durante el periodo 1941-1970, que se conoce en la historia oficial como el periodo del “modelo de desarrollo estabilizador”, con crecimiento anual promedio del PIB del 6%; y durante el periodo 1989-2018, durante lo que AMLO llama el “modelo neoliberal”, con crecimiento promedio del 2%).

     

     

    El engaño de AMLO

    AMLO no ofrece una explicación real y completa sobre las causas del bajo crecimiento económico que ha tenido México en los últimos 30 años, y tampoco ha identificado las medidas que necesita México para crecer más, más allá de hablar de un modelo a su juicio fallido (el “neoliberal”) que debe ser desmantelado, y un modelo a su juicio exitoso (el “desarrollo estabilizador”) que debe ser restituido.

    Durante toda su carrera política AMLO ha difundido una narrativa sin argumentos, tergiversada e incorrecta, sobre el bajo crecimiento de México, diciendo que se debe a un “modelo neoliberal fallido”, promovido de modo corrupto por las élites político empresariales para su propio beneficio, a costa del pueblo. 

    El término “modelo neoliberal” es por sí mismo un concepto construido artificialmente por la ideología política que profesa AMLO, y no sirve para explicar con argumentos por qué México no ha crecido a un mayor ritmo. 

    En su lógica, propone que para que México crezca más debe entonces desmantelar ese modelo.

    Es de notarse que en los últimos 30 años (durante el “modelo neoliberal fallido” según AMLO) sí hemos tenido algunos años de crecimientos elevados, mayores al 5%, y reducciones importantes en tasas de pobreza de la población en general. Así mismo, durante este periodo, varios estados del país (como Qro, Ags, NL, Gto, Coah, CdMx), han tenido crecimientos de su PIB muy por encima de la media nacional del 2%. Esto implica que las tasas promedio por debajo del 2% en todo el periodo 1989-2018 corresponden a circunstancias y variables causales que van más allá de “un modelo económico” que lo explique todo.

    Las explicaciones de fondo que sí existen del bajo crecimiento del PIB en los últimos 30 años en México -realizadas con análisis y datos, aplicando lógica y no ideología, son muy distintas a las que asume AMLO (y que hoy moldean su programa de gobierno), y nos llevan a propuestas constructivas sobre cambios específicos en política pública, fiscal y regulatoria que pueden detonar un mayor crecimiento.

     

     

    Análisis objetivos y profesionales del (bajo) desarrollo económico que ha tenido México

    En los últimos años se han publicado análisis muy serios y completos sobre el ritmo de desarrollo de México, con recomendaciones de fondo. Se hace referencia aquí a una muestra de cinco publicaciones de autores respetables y conocedores, y fuentes diversas y apolíticas.

     

    https://publications.iadb.org/bitstream/handle/11319/8971/Esfuerzos-mal-recompensados-La-elusiva-busqueda-de-la-prosperidad-en-Mexico.pdf

     

    Del economista mexicano Santiago Levy. Ex funcionario federal, creador del programa Oportunidades; hoy economista del Banco Interamericano de Desarrollo. Aparentemente fue invitado por AMLO para fungir como Secretario de Hacienda, pero no aceptó por motivos personales. Formula básicamente cuatro propuestas concretas de política pública y fiscal para lograr que México crezca más:

    - Unificar los regímenes de aseguramiento social y universalizar el derecho, ofreciendo a todos la misma calidad y cobertura independientemente del estatus laboral;

    - Sustituir las regulaciones sobre despido por un seguro de desempleo;

    - Reducir los impuestos al trabajo asalariado, unificar el IVA (con las compensaciones correspondientes) y nivelar la carga a las empresas de distintos tamaños;

    - Fortalecer las instituciones jurídicas encargadas de cumplir los contratos.

     

    https://www.mckinsey.com/~/media/McKinsey/Featured%20Insights/Americas/A%20tale%20of%20two%20Mexicos/MGI_Mexico_Executive_summary_March_2014.ashx

     

    De la consultoría McKinsey. Identifica la divergencia en productividad entre empresas según su tamaño y prácticas de trabajo, y brinda una serie de propuestas de mejora de raíz, similares a las que hace Levy. 

     

    http://www.economia.unam.mx/publicaciones/nueva/econunam/24/04arevalorodil.pdf

     

    De Óscar Rodil Marzábal (español) y Jorge Alberto López Arévalo (mexicano). Publicado por la UNAM. En la cual ofrecen explicaciones sobre los bajos (y negativos) crecimientos que han tenido algunos estados en el país, versus los altos crecimientos de otros en los últimos 25 años.

     

    https://growthlab.cid.harvard.edu/files/growthlab/files/chiapas_diagnostics_cid_wp_304.pdf

     

    Del Center for International Development de la Universidad de Harvard. En el cual se analiza la situación particular de Chiapas y las causas de su rezago versus el resto del país, y se formulan propuestas concretas. Con hallazgos que sorprenden y van contra algunos paradigmas arraigados.

     

    http://siteresources.worldbank.org/EXTPREMNET/Resources/489960-1338997241035/Growth_Commission_Final_Report.pdf

     

    De la comisión sobre crecimiento y desarrollo del Banco Mundial, compuesta en su mayoría por líderes de países en desarrollo. Detalla la serie de políticas económicas comunes que han implementado, y las dinámicas esenciales que han seguido países en las últimas décadas para lograr mayores tasas de crecimiento sostenido. Así como algunas políticas que han demostrado una y otra vez que no funcionan. 

    Ninguna autoridad de la nueva administración federal ha hecho alusión sobre alguna de estas publicaciones. Esto es una muestra de que no hay interés real de adoptar diagnósticos, ideas y propuestas sobre desarrollo económico de fuentes que vayan más allá de la propia ideología de AMLO. (¿Se podrá deber al hecho que ninguno de estos documentos hace uso del término “modelo neoliberal”?). 

     

     

    Contexto

    Durante el periodo de 1941-1970 (“modelo de desarrollo estabilizador”), el mundo vivía circunstancias muy distintas a las actuales. Casi todos los gobiernos protegían sus industrias con aranceles y cuotas a pesar de que ello implicara mayores precios y productos de menor calidad para sus poblaciones; los gobiernos controlaban grandes empresas paraestatales y monopolizaban amplios sectores de sus economías; dedicaban poco al gasto social, educación y salud. Se asumía que la economía de un país podía manejarse y planearse en su totalidad por un estado interventor.  

    Todo esto fue cambiando rápidamente desde finales de los 70 e inicios de los 80, por muchos factores sociales, culturales y tecnológicos. En esas décadas el mundo se interconectó mucho más por medios de comunicación y de transporte más accesibles; la fabricación de productos y bienes cada vez más complejos, en búsqueda de eficiencias, fue desarrollando cadenas de suministro más internacionales; se adoptaron nuevas tecnologías a paso acelerado; el capital intelectual y el know-how fueron tomando más valor contra el capital físico; la cultura del consumo y esparcimiento fue adoptada por muchas sociedades; etc. Las economías nacionales en todo el mundo, más allá de sus circunstancias internas, influidas por estos factores de escala global, empezaron a funcionar de un modo muy diferente.

     

     

    El éxito económico de las políticas (neo) liberales en el mundo

    Gobiernos y sociedades de todo el mundo encontraron que para sostener su crecimiento económico era necesaria una mayor competencia de mercado y que esta fuera entre empresas de capital privado, abriendo sectores antes controlados por empresas paraestatales y regulando de modo atinado; encontraron también que, para lograr un mayor aprovechamiento de sus ventajas comparativas y al mismo tiempo beneficiarse de importaciones a menores precios, convenía entrar en acuerdos de libre comercio con otros países; y que para potenciar su mayor recurso, el humano, convenía invertir en una educación de mayor calidad, y propiciar un ambiente laboral dinámico donde las personas puedan desarrollar al máximo sus competencias y especialidades. 

    Se adoptaron los principios liberales del individuo, de la economía y de gobierno; en búsqueda de círculos virtuosos de desarrollo, donde el pastel creciera para todos -más allá del paradigma “suma cero” donde las mejoras logradas por unos fueran a costa de otros. No fueron ideas nuevas, que pudiéramos atribuir a un concepto “neo”-algo… sino principios formulados desde el Siglo 18 -y que, por cierto, influyeron mucho sobre el liberalismo mexicano del Siglo 19, que AMLO tanto admira.

    El resultado positivo de ello ha sido una generación enorme de empleo en el sector privado productivo, mejor remunerado, donde las personas “se ganan” en todo el sentido de la palabra esa remuneración, por la productividad y valor económico real que aportan desde su rol o función que tienen en el negocio; así como una creciente oferta de mejores productos y servicios a precios más accesibles para la población general. 

    Con ello, ha habido un incremento masivo, sostenido por la iniciativa privada, en la calidad de vida de miles de millones de personas en todo el mundo, México incluido. Lo cual a su vez generó los recursos necesarios para que los gobiernos incrementaran a niveles sin precedentes (incluido el gobierno de México), en términos absolutos y relativos, su gasto en seguridad social, educación y salud, mejorando las oportunidades de los niveles socio-económicos más bajos. 

    Los gobiernos de México en los últimos 30 años optaron por sumarse y buscar el desarrollo exitoso del país bajo esos principios de libertad; con acciones como la firma del TLCAN y la apertura a la competencia de sectores antes monopolizados por empresas paraestatales. Pero como todo cambio social profundo, ha sido accidentado, ha exigido a muchas comunidades y sectores un alto grado de adaptación, y no ha sido uniforme: a algunos ha afectado de modo negativo, especialmente en municipios y estados del país históricamente rezagados, donde no se activó (o ni existe todavía) una dinámica de generación de riqueza interna, ni atractivos para recibir inversión privada y generar empleo productivo. 

    Como lo han señalado economistas como Dani Rodrik (https://www.project-syndicate.org/columnist/dani-rodrik), ha hecho falta que de parte de los gobiernos se haga mucho más para brindar oportunidades de desarrollo a los más afectados, regular mejor, y atender de modo más cercano a la gente ante las complicaciones y exigencias de los cambios.

    En México en particular, las autoridades en este periodo implementaron y mal-implementaron regulaciones desactualizadas, incompletas e inadecuadas, fomentando que en varios sectores de la economía persistieran una muy reducida competencia. Así mismo las autoridades de todos los niveles fueron abriendo espacios, de modo ilegal, a negocios de todo tipo que “secuestran rentas” a costa de los contribuyentes, en muchos de los cuales han participado, de modo corrupto, funcionarios públicos o actores políticos -en lo que correctamente se identifica como un “capitalismo de cuates”. Todo ello ha restado productividad y dinamismo a nuestra economía. En sectores como el de telecomunicaciones, hace muchos años debimos de haber tenido una mayor competencia (cosa que ya tenemos); mientras que en el sector financiero nos sigue haciendo falta (cosa que se puede lograr reduciendo la carga normativa que inhibe la fundación de más bancos que compitan mejor en tasas y servicios). Muchas de esas situaciones ya han sido denunciadas y documentadas (por ejemplo por analistas como Denise Dresser, denisedresser.com), y algunas se han corregido o se están atendiendo. Todavía queda bastante por mejorar, y el camino que nos ha demostrado el resto del mundo es que debe ser por la vía institucional: mediante órganos o comisiones especializadas que se desempeñen mejor, legislación más atinada, regulación fiscal que promueva la productividad y formalidad, y el fortalecimiento del estado de derecho.

     

     

    La visión de AMLO: una ideología anclada en el pasado

    El hecho de que en la implementación de esa serie de cambios en política económica haya habido y siga habiendo errores y en particular corrupción, no implica que los principios liberales de fondo que motivaron los  cambios en sí sean incorrectos o fallidos. 

    AMLO no parece notar esta importante diferencia. En lugar de mantener esos principios, corregir los errores y cerrar espacios a la corrupción; AMLO aplica una lógica estatista que asume que la economía de México, en su enorme complejidad, se puede manejar en base a modelos, y rechaza lo que para él es un “modelo fallido” (el “neoliberal”) que consecuentemente debe ser suplido por otro. 

    Ese otro modelo, en ausencia de opciones, lo toma simplemente del pasado inmediato de México (“modelo de desarrollo estabilizador”), quizá en ausencia de opciones o de ideas, sin importarle que las circunstancias de nuestra economía, y la del mundo, hayan evolucionado profundamente.

    Si revisamos la historia económica de México, los retrocesos económicos más fuertes que hemos sufrido, fuera de periodos de guerra, se deben a políticas económicas mal fundadas y mal orientadas que no se basaron en la razón y en datos y argumentos sólidos, sino en ideologías o plataformas político-electorales. Y que fueron promovidas e implementadas por Presidentes de la República que no tuvieron la apertura intelectual ni la voluntad para entender mejor los factores causales del bajo crecimiento económico que querían remediar, ni quisieron o supieron encontrar propuestas de solución ajenas a sus propios paradigmas.

    Por otro lado, durante todos los periodos de la historia de México en los que hemos tenido un crecimiento acelerado, es obvio que sí se hicieron muchas cosas bien por parte de la administración pública en materia de política económica, fiscal, regulatoria, y promoción del desarrollo. 

     

     

    La corrupción

    También se han hecho muchas cosas mal en esos mismos aspectos durante los periodos de bajo crecimiento -entre ellas la corrupción en la administración pública. Pero eso no significa que las políticas positivas y negativas se hayan atenido a un marco rígido que podamos catalogar como un modelo. Y menos en una economía tan compleja como la de México, moldeada día a día por cientos de millones de decisiones económicas que toman millones de personas y organizaciones (o agentes económicos) en circunstancias infinitamente variadas; tanto del lado de gobierno y órganos autónomos, como de la iniciativa privada y los consumidores.

    Los “modelos económicos” no rigen las conductas ni el sentido moral de las acciones que cometen los individuos. La corrupción es un comportamiento humano parasitario y destructor, que no forma parte ni emana de algún modelo en sí; sino de defectos y vicios humanos. Los actos de corrupción afectan gravemente el desarrollo económico de cualquier país, sin importar sus modelos, políticas o circunstancias. 

    El que AMLO tenga la firme intención de combatir este delito y vigilar que su administración se comporte de manera honesta es muy positivo (ojalá realmente sume a los esfuerzos que estamos haciendo muchas personas en ese sentido); pero no significa, como ha querido convencernos, que con ello esté “desmantelando un modelo corrupto fallido”. Lo que está haciendo al combatir la corrupción es básicamente cumplir con una de sus muchas obligaciones legales que adquirió al asumir como Presidente de México.

     

     

    Otra perspectiva del ‘periodo neo-liberal’

    Contrario a la idea de AMLO, que identifica al “modelo neoliberal fallido” como la causa general de las altas tasas de pobreza en México, es probable que en los últimos 30 años las familias más pobres en México hayan mejorado más su calidad de vida, en términos relativos, que durante el periodo del “modelo de crecimiento estabilizador”. El Banco de Mundial por ejemplo señala que entre 1998 y 2016 la tasa de pobreza extrema en México se redujo de un 11.5% a un 2.5%.

    Si hubiéramos tenido al Coneval y el Inegi desde hace 80 años, valorando y censando las condiciones económicas de las familias mexicanas más pobres, podríamos cuantificar el salto que dieron en sus condiciones de vida desde el año 1941 al 1970, en términos relativos contra su base en 1941; y medir también el salto que dieron del 1989 al 2018, contra su base en el 89 (en términos relativos).  El problema es que algunas de las mediciones que usamos ahora no son plenamente comparables con las que usábamos antes (en 1989). La definición “oficial” misma de lo que constituye un nivel de pobreza o pobreza extrema ha ido cambiando. Entonces, por falta de datos, carece de sustento el juicio de AMLO de que el “periodo neoliberal” ha sido una “fábrica de pobres”.  

    Lo que sí tenemos de datos comparables, de al menos 30 años, nos dice que las condiciones de los mexicanos más pobres han mejorado mucho en términos relativos, en cuanto a equidad de oportunidades básicas (cobertura de educación y salud, desarrollo infantil y apoyo alimenticio); servicios públicos; condiciones de vivienda; oportunidades laborales mejor pagadas; y  variedad, precio y calidad de productos y servicios a su alcance. 

    Una muestra de ello la podemos ver en el periodo en el que AMLO fungió como Jefe de Gobierno del Distrito Federal (2000-2006, justo durante el “modelo neoliberal fallido”), cuando esa entidad recibió una inversión privada nacional y extranjera sin precedentes, generando cientos de miles de nuevos empleos formales privados productivos y bien pagados. Esta mejora en la economía le permitió a AMLO ejercer un presupuesto público per cápita muchísimo mayor en términos reales versus el que se ejercía en Ciudad en las décadas de los 50 y 60, lo cual aplicó en programas sociales, ampliar servicios públicos, movilidad, y seguridad pública. En ese periodo, motivo de una dinámica económica liberal, que derivó a su vez en un mayor gasto público, la calidad de vida en la Ciudad de México mejoró y la pobreza se redujo en proporciones quizá mayores a cualquier otro periodo de seis años de su historia.

     

     

    Adrián Coppel Calvo

    Reside en Culiacán. 

    Ingeniero Civil y Maestría en Administración de Empresas. 

    Colabora en Grupo Coppel.

    Participa en organismos como: Instituto Municipal de Planeación de Culiacán, Iniciativa Sinaloa, Coparmex, Impunidad Cero, Comision de Acceso a la Información Pública de Sinaloa. Y como Testigo Social de Obra Pública del Estado de Sinaloa.

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