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"Observatorio"

"Periodismo en la 4T: ni un muerto más. Calderón y EPN, ruines; ¿y AMLO qué?"

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OBSERVATORIO

    alexsicairos@hotmail.com

     

    Por los 49 compañeros asesinados en México durante el sexenio de Felipe Calderón, por los 47 caídos en el gobierno de Enrique Peña Nieto y por los seis que van en 108 días del mandato de Andrés Manuel López Obrador, los periodistas salimos a la calle ayer simultáneamente con los colegas de San Luis Río Colorado que el 15 de marzo sufrieron el asesinato del reportero Santiago Barroso Alfaro. Fuimos a gritar justicia porque es lo único que podemos hacer.

    También por Javier Valdez Cárdenas, que el viernes sumó 22 meses de impunidad en la cuenta que apunta a dos años de escandaloso tortuguismo contra la velocidad burlona con la cual el crimen cobra más víctimas y evade la ley. Gritamos “ni uno más” aun sabiendo que el peligro se cierne contra el ejercicio de las libertades y que hay más periodistas bajo amenaza en México y Sinaloa.

    Exclamamos  justicia, como un recado en la botella lanzado al mar de la indiferencia gubernamental, por si la quiere tomar el Presidente Andrés Manuel y darle al periodismo la garantía de la libre expresión y la del derecho a la información a los mexicanos. Por lo pronto, no se ve en el horizonte de los cien días la cuota de la Cuarta Transformación que corresponde a comunicadores y medios.

    Al salir a exigir justicia en apoyo a los periodistas sonorenses que en un mes han perdido a dos de los suyos, Reynaldo López el 17 de febrero y Santiago Barroso el 15 de marzo, el gremio nuestro salió a solidarizarse consigo mismo. Recuerdos y gritos en ráfaga por los casos Gregorio Rodríguez, José Luis Romero, Óscar Rivera, Humberto Millán, Alfredo Jiménez Mota y Tony Gamboa, evocaciones todas con el común denominador de la impunidad.

    Este tipo de clamores se convierten en el periodismo en una especie de rugido del león atrapado entre predadores. Nos sabemos en riesgo, tenemos la certeza de que una vez consumado el ataque vendrá la ausencia de ley, pero de cualquier forma el bramido ha de sentar el precedente de la indignación. Antes de cumplida la sentencia criminal contra los reporteros, que se escuche al menos la rebeldía a ser silenciados.

    En Sinaloa, por ejemplo, dos periodistas han sido dañados durante 2019 en la seguridad personal como efecto del envalentonamiento de cobardes que antes sujetos pávidos hallan en el linchamiento discrecional de periódicos y periodistas el valor para denostar, arredrar y si les es posible llevar al límite la sed de sangre. Otros han recibido amenazas veladas que por cuestiones de integridad de ellos y sus familias están bajo secreto.

    Y el gobierno prosigue imperturbable en el sopor de “¿me repite por favor su exigencia de justicia?”. En vez de asumir la obligación de hacer valer la ley, le resulta más rentable para la popularidad unirse a las masas que reconocen la intolerancia como catarsis social, alentada por nuevos mesías que desde hace tiempo soñaban con el autoritarismo socialmente aceptado.

    Es imposible pedir que en el griterío en torno al cadalso cibernético alguien escuche la voz de los inocentes sentenciados a callarse por miedo o por muerte. Dejó de ser el periodista el interlocutor confiable que llevó a las audiencias al actual momento democrático, para ser transformado por los fanatismos de moda en los Judas contemporáneos que dicen verdades más allá de las que quieren oír los semidioses en el nebuloso olimpo donde ciegos y sordos buscan el tirano que siempre llevaron dentro.

    Solo tenemos que gritar más fuerte. López Obrador le debe al periodismo mexicano la libertad y seguridad que corresponden a un régimen fincado en la confianza. Las etapas de intolerancia escritas con sangre de periodistas durante los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto deben acabar por obra de la esperanza que instaló el cambio en México. La voluntad por transformar la relación prensa-gobierno ha de vencer, ya, la tentación por ampliarle plazos al sectarismo.

    Ni un periodista más asesinado por hacer suya la libertad de expresión, es lo que pedimos. El reclamo de justicia sintetiza el coraje de un sector que aun en la indignación confía en que a cada comunicador atacado le corresponda el verdadero agresor puesto a disposición de la justicia. Ya van seis reporteros asesinados en México, mil patíbulos instalados contra la prensa, y usted Presidente AMLO, no ha empezado a defendernos.

     

    Reverso

    Para no callarnos ahora,

    Para que no maten la verdad,

    Desde Yucatán a Sonora,

    Que se escuche: ¡más libertad!

     

    Malhecho en México

    Quién sabe en qué País eso está bien hecho pero en México se entregarán al Instituto Sinaloense de las Mujeres los recursos federales que antes recibían sin tanta triangulación las víctimas de la violencia y los refugios implementados por organizaciones civiles. El Ismujeres sabe bien que en materia de recursos públicos “gavilán que agarra y suelta, no es gavilán”.

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