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"DESDE LA CALLE"

"¿Quiénes son los responsables de las inundaciones en Culiacán y en otras ciudades? Aquí algunas pistas"

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DESDE LA CALLE

     
     
     
    Se dice que Culiacán es una ciudad resiliente, y es en parte cierto. Su gente puede ser golpeada muchas veces, pero volverá a levantarse. Quizás porque la tragedia ya no es eventualidad; tenemos más de medio siglo lidiando con epidemias de homicidios, crisis de desplazados, generaciones perdidas y enterradas bajo la tierra, y ahora pocas cosas nos asustan.
     
    Pero esa resiliencia la hemos confundido con conformidad, y luego apatía. La tragedia que no es cotidiana nos conmociona un par de días, nos indigna, y luego volvemos a lo de siempre.
     
    Así tomamos los desastres que trajo Manuel, provocados por las negligencias y la indolencia. Y así también podremos asimilar los resultados de las lluvias de septiembre del 2018, en las que murieron ahogadas tres mujeres y cientos de familias perdieron parte de sus pertenencias.
     
    Dentro de la tragedia, la buena noticia es que algo está despertando en los culiacanenses. Además de barrer el lodo y limpiarse las heridas, las personas comienzan a preguntarse quiénes son los responsables de estos desastres. Se han planteado diversas respuestas:
    Todavía, algunos piensan que la responsabilidad es de los fenómenos naturales. Lo cierto es que, aunque los fenómenos sí son naturales, los desastres NO lo son.  Aunque es difícil o improbable predecir ciertos fenómenos, sí es posible prevenir o al menos mitigar sus efectos. El nivel de afectación se puede reducir evaluando la vulnerabilidad y actuando de manera oportuna. En nuestras ciudades, históricamente, las zonas más vulnerables son las más pobres, porque ante la falta de suelo disponible, y de información (y esto es MUY importante), las familias se establecen en los cerros, en laderas inestables, en los cauces de los arroyos naturales, en los esteros, y en otras áreas que los ponen en peligro. Pero ya no son los únicos, los municipios han estado aprobando construcciones de clase media y alta en sitios que representan graves peligros para quienes los habitan. Estos peligros son casi el único fenómeno que ha avanzado hacia la equidad en nuestras ciudades.
     
    Algunas otras personas consideran que la culpa es de “la gente”. Según el Centro Nacional de Prevención de Desastres Naturales, el 50 por ciento de las inundaciones y encharcamientos en el país se origina por la acumulación de basura en las alcantarillas. Esto es común en algunas calles del centro, donde se acumula mucha basura. Además, es usual encontrarse con inundaciones que son provocadas por personas que realizan obras sobre los arroyos naturales de las colonias, o tiran desperdicios hasta obstruir el flujo del agua. La identificación y sanción de estos comportamientos raras veces se ejecuta.
     
    Hay quienes culpan al gobierno. La responsabilidad de las autoridades estatales y municipales se presenta en diferentes niveles: Primero, por la falta de atención oportuna ante la contingencia. Segundo, porque aun teniendo información no ejecutaron medidas de prevención para mitigar los riesgos en zonas que saben son susceptibles a inundación, deslizamientos y derrumbes. Tercero, porque han autorizado fraccionamientos en sectores que generan peligros para quienes los habitan.
     
    De acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), en Culiacán y en otras ciudades que cuentan con atlas de riesgos o peligros, se han detectado lugares que no son aptos para el desarrollo urbano, y aun así los municipios autorizan la construcción de fraccionamientos en esos sitios. Casi cada Presidente Municipal, de los últimos nueve que ha tenido Culiacán en 10 años, ha sido entrevistado por la prensa sobre los tres atlas de riesgos, y la respuesta ha sido una evasiva. Jesús Valdés, por ejemplo, se comprometió con los vecinos de Valle Alto y Villas del Río para ejecutar la obra de ampliación del dren de Bacurimí. Los habitantes de estos fraccionamientos han perdido sus pertenencias dos veces en cinco años, y siguen esperando las promesas de un gobierno que autorizó que se construyeran sus casas en una de las zonas más bajas del valle.
     
    Además, tener o no el atlas de riesgos ya no es un pretexto. Cenapred integró la información de los atlas que han revisado a una sola base de datos nacional, la que puede ser consultada por cualquier ciudadano con acceso a internet. Ahí pueden revisarse parte de los resultados del Atlas del 2011 que financió la Segob. No puede consultarse la simulación porque el Ayuntamiento desde hace cinco años dejó de pagar el servidor. Esta es la página:  http://www.atlasnacionalderiesgos.gob.mx/archivo/visor-capas.html
     
    La irresponsabilidad por las inundaciones provocadas por la negligencia pública y privada siguen sin castigarse, y esto es porque los códigos penales no establecen sanciones, a pesar de que en el artículo 84 de la Ley General de Protección Civil se estipula que “Se consideran como delito grave la construcción, edificación, realización de obras de infraestructura y los asentamientos humanos que se lleven a cabo en una zona determinada sin elaborar un análisis de riesgos y, en su caso, definir las medidas para su reducción, tomando en consideración la normatividad aplicable y los Atlas municipales, de las entidades federativas y el Nacional, y no cuenten con la autorización de la autoridad correspondiente”. 
     
    Aunque las constructoras se amparan con los permisos que les otorgan los gobiernos, y los gobiernos en los vacíos legales, todavía hay algo que se puede hacer, y esto me regresa al punto número dos de este escrito: la responsabilidad de la “gente”. Es necesario que nos organicemos y comencemos a exigir soluciones a las autoridades. Necesitamos: información, unión y una agenda ciudadana. Un grupo de ciudadanos ya estamos trabajando en ello; apreciable lector, necesitamos que te nos unas: envíame un correo electrónico.
     
    Respecto a la información y difusión, la masa crítica de la ciudad tiene también responsabilidad. Mientras los académicos sigamos dispersos y preocupados por asuntos públicos de menor escala, como la orientación vial de una calle, y el construir o no una ciclovía de tres cuadras, seguiremos perdiendo de vista temas urbanos centrales como la necesidad de instrumentos para evitar riesgos, contener la expansión urbana, atender las necesidades de vivienda de los más pobres, y construir una ciudad segura y equitativa para todos. 
     
    Ser resilientes implica enfrentar los problemas, y también prevenirlos.
     
     

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