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"Observatorio"

"Sinaloa: desastre y negligencias"

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OBSERVATORIO

    Atender daños, castigar apatías
     
     
     
    Ahome y Culiacán presentan las dos caras de la devastación por las lluvias. En el norte los daños materiales incuantificables; en el centro la tragedia por la pérdida de vidas humanas, también en números imprecisos. Y en los dos casos, las aguas bravas del coraje social que exigen que alguien pague por las negligencias cometidas.
    En las últimas horas del 19 de septiembre y gran parte del día 20 aprendimos a desbordar todas las presas y rebosar todos los diques de la tolerancia. En medio de la histórica solidaridad de los sinaloenses se desató la tormenta de indignación contra servidores públicos que desde lo alto de la torre de las ineptitudes culpan a la naturaleza de sus descuidos.
    ¡Ah, la cruel naturaleza! La inclemente e impredecible biósfera que quiso vengarse de la población y sus malos hábitos. La madre de los ecosistemas que se vuelve refugio de los desidiosos cuando éstos no encuentran mayor justificación a sus culpas. Entonces la acusamos sin derecho a la legítima defensa, mientras los servidores públicos la toman de evasiva y la gente como enemiga.
    Nadie ha dicho, más allá de responsabilizar al loco comportamiento climático, qué pasó en Sinaloa con los funcionarios incompetentes por naturaleza. ¿Dónde quedó el atlas de riesgo, el sistema preciso de previsión de fenómenos atmosféricos, las obras anunciadas en septiembre de 2013 tras el embate del huracán Manuel y, entre tantas cosas, los miles de millones de pesos que el fideicomiso Fondo de Desastre Naturales le destinó entonces a la entidad?
    La lluvia se ha llevado todo, menos las insolencias. Valle Alto y el arroyo El Piojo en Culiacán, así como los drenes construidos con lodo y el insuficiente drenaje pluvial en Los Mochis, se convierten en gigantescos monumentos a la desidia, nuestros propios muros de los lamentos que anegamos de lágrimas una vez que las trombas los han sumergido.
    Enseguida de los desastres derivados de fenómenos meteorológicos han venido siempre puntuales los huracanes de las ineptitudes, más devastadoras que la naturaleza. Se repite la estrategia de fijarnos en las desgracias y quitarles la vista de encima a los que tuvieron posibilidades de evitarlas, con el necio ardid de que ya habrá tiempo para castigar las negligencias. Y ahí nos quedamos atorados, todos y siempre.
    Es cierto todo, incluso las mentiras. Las dejadeces de la población que en el desespero cruza los arroyos para salvar al prójimo, la incultura de abandonar la basura en las calles o la invasión del territorio que les corresponde a los afluentes naturales. Todo eso es reprochable en nuestras ciudades donde hay servicios públicos de primera, señalización moderna en zonas de riesgo y planeación urbana de primer mundo.
    ¿Existen otras tablas de salvación en medio del afluente de impericias, aparte del sarcasmo colectivo y el lavado de manos y de conciencia en que incurren las autoridades de Protección Civil? Ya vuelven las aguas a la normalidad y retorna también la situación al punto exacto de las explicaciones.
    Todo es cierto y al final de cuentas ahí quedan los muertos y las irresponsabilidades se convierten en balas perdidas que nadie sabrá nunca quién las disparó. Esa es la pretensión de las voces que ahora sufren ataques súbitos de mesura y llaman a primero restaurar los daños y después buscar a quienes los provocaron.
    Este es el momento, Gobernador Quirino Ordaz Coppel, de revisarlo todo y talar de raíz las apatías e indolencias que exponen a Sinaloa a vivir siempre con el agua de la desidia hasta el cuello. Frente a emergencias como la actual, los mandatarios han de ser ambidiestros: extender la mano derecha para levantar al caído, y segar con la izquierda a los desidiosos que lo tumbaron.
     
    Re-verso
    Te sentencio, naturaleza,
    A cien años de reproches,
    Exhibiste, ¡qué tristeza!,
    A funcionarios fantoches.
     
    En defensa de nosotros
    La forma en que Quirino Ordaz Coppel se puso de tiempo completo al frente de la atención a la contingencia en el norte de Sinaloa, el espíritu invencible de rescatistas y voluntarios, la estirpe fuerte de un pueblo que no se queda a llorar sobre las ruinas y la solidaridad estatal y nacional, es lo que queda para jactarnos de que más allá de que venga o no el Presidente Enrique Peña Nieto, ya sabemos cómo levantarnos de la adversidad.
     

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