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"En su columna Luis Ángel Gómez habla sobre la elección de la Reina del Carnaval de Mazatlán 2019"
19/02/2019 12:51

“¡Agua! ¡Refrescos!”, eran las exclamaciones de los vendedores en los pasillos del Centro de Usos Múltiples, justo cuando una de las candidatas a Reina del Carnaval de Mazatlán 2019 estaba dando su respuesta a la pregunta que se le formuló en la etapa de criterio, durante la noche de elección de soberanas el viernes, por lo que no pudimos oír bien lo que contestó. Al rato, otro vendedor preguntó a alguien sentado detrás de nosotros, “¿light o amarilla?”.

Se supone que ese evento es uno de los vitales de la gran fiesta porteña y requiere de solemnidad, que siempre se ve rota por las frases motivantes de las porras, algo que se espera, pues la pasión y el apoyo de los simpatizantes cobra fuerza ese día, pero estar siendo molestados por los vendedores, pues no. Ahora sí que nos recordó estar en una función de lucha libre o de box, que fueron los comentarios que recibimos de gente que asistió a la elección, cuando aún estábamos en el lugar, pues nos dijeron que el escenario les recordó un ring, el cual no fue de 360 grados porque las gradas de su parte posterior no estaban ocupadas y una tela negra colgaba, a manera de fondo, cubriendo esa parte de las localidades. Antes de iniciar el espectáculo, una tela blanca caía cubriendo el perímetro del cuadrilátero y ahí se comenzó a proyectar la multimedia con la que arrancó el evento, pero desenfocada o al menos así se veía; quizás el proyector no era de la potencia apropiada, pero tampoco era siquiera una tela para pantalla. De pronto, cayó y dejó al descubierto una pirámide, “edificada” a base de pantallas de video, en las que se vieron imágenes siderales, recreando la cosmogonía de los mayas que, por cierto, el vestuario que vimos en las coreografías nos recordó, más que nada, a los del Antiguo Egipto, pues los mayas portaban collares de huesos, piedras semipreciosas o pieles de animales en sus cuellos o sobre su pecho, principalmente de jaguar, que para ellos era símbolo de poder, lo que nunca se vio. Los petos de los bailarines eran más estilo egipcio, aunque los mayas los utilizaban, el diseño fue erróneo para este evento, pero además, todo el vestuario nos pareció de comparsa de concurso, sin el nivel del que hemos visto en elecciones anteriores. Por primera vez vimos a los emblemas del Carnaval en acción: la chica que representa a la Luna fue puesta de edecán para sostener el ánfora con las preguntas, mientras quien representa al Sol llevó el micrófono en su pedestal al frente del escenario, para que las candidatas contestaran las preguntas. También bailaron en las coreografías, al igual que las aspirantes; o sea, las deidades y futuras reinas, ¡a bailar se ha dicho!, cuando toda la fiesta es en torno a ellas, en su honor. Luego, rompiendo con la tónica del espectáculo, el cantante José Narváez sube al escenario para interpretar canciones de moda y la mística de los mayas, pues quién sabe. Ojo, la culpa no es del artista invitado. El lunes, nos comentaron que en las transmisiones de la elección no se distinguía si era una pirámide y las proyecciones en los monitores que la formaban, parecían escenas de videojuegos, que en las pantallas laterales se debió haber puesto escenas del espectáculo o acercamientos de las candidatas, no solo las calificaciones, que el lugar se veía enorme y el evento se perdía, así como las bailarinas con el atuendo floreado con las flores en los monitores. En el lugar, el sonido del evento se escuchó mal por la misma acústica. Las Reinas 2018 no dieron su mensaje de despedida como es tradición. Previo al anuncio de las ganadoras, todas las candidatas están en el escenario, se les menciona y de inmediato recogen sus rosas rojas, pero ahora estuvieron tras bambalinas; se mencionaba su nombre y no aparecían sino hasta que llegaban al lugar que se les había asignado en la pirámide, cuando ya habían mencionado a dos o tres y solo una salía ya con rosas en mano, lo que puede dar lugar a malas interpretaciones al no salir en cuanto se dice su nombre, si es que lo siguen haciendo así. Rosas doradas y plateadas para las ganadoras, ¿en serio? Son reinas, no atletas de las Olimpiadas. Los papaquis, el himno de las reinas con el que cierra el evento, eran grabados, sin la presencia de una banda sinaloense. Al otro día, sábado, otro revuelo que causa el Instituto de Cultura al anunciar al ganador del Premio Mazatlán de Literatura 2019, Guillermo Fadanelli al premiar su trayectoria y no el trabajo del año previo al Carnaval, justificándose que quieren regresar a los orígenes del Premio, pues la primera vez se dio a José Gorostiza por “Obras”, pero se trata de un texto que reúne varios trabajos, que es donde creemos reside la confusión o tergiversación. Por la naturaleza de este galardón no se hace una convocatoria, pero sí hay un reglamento sobre a qué libros otorgarlo, pues se ha manejado que se rompió la tradición del Mazatlán de Literatura, cuando lo que se rompió fue su reglamento, como otras cosas durante lo que lleva esta administración desde noviembre, diciendo que es un cambio, pero el Carnaval ya tiene un nivel, la vara está muy alta en ese rubro y lo que hemos presenciado hasta ahora ni siquiera iguala a lo anteriormente hecho.