"Algo Maz"
Siempre hemos dicho que los mazatlecos no saben cuán afortunados son en cuestiones climáticas, pues tener el mar al alcance de la mano ayuda a que el verano sea soportable en el puerto, mientras que en otras ciudades de Sinaloa no se tiene esa fuente de frescura. Por ejemplo, jueves o viernes de la semana pasada, el termómetro marcaba 42 grados de temperatura en Guasave, así que puede imaginarse la sensación térmica. Ya habíamos olvidado esa cantidad de calor, acostumbrados a vivir en Mazatlán, donde nos quejamos aunque esté plenamente justificado, pero al menos en el puerto, al ocultarse el Sol, se puede salir a platicar con los vecinos, sentados en la banqueta bajo una sombra, lo que no pasa en Culiacán, Guamúchil, Guasave y Los Mochis, pues aunque la noche esté de lleno, sus habitantes están metidos en el aire acondicionado de sus casas, quienes si, cotidianamente caminan solamente una cuadra, sus camisas están empapadas de sudor, como si hubieran estado bajo la regadera con ellas puestas. Los rayos del Sol caen como brasas y aún el sudor que provoca el clima de esas ciudades, no lo amaina, pero que pone también a las mujeres de malas porque su arreglo es más tardado y en ocasiones se estropea por el sudor. El cambio de clima se sintió desde la carretera en el trayecto a Guasave, en el que tomamos la libre y pudimos disfrutar del intenso verde que habían causado las lluvias sobre la vegetación que puebla en ambos lados de la cinta asfáltica: ver los cerros erguidos, cubierto de ese jade intenso y el cielo azul, adornado con algunas nubes, causó una sensación de alivio visual y, a la vez, aunque se lea raro, “refrescó” nuestros ojos, en una sensación de letargo y relajación placentera. Al llegar a la zona del valle, se sintió el cambio de temperatura al cruzar por Culiacán, que además de ser la capital sinaloense, es la capital del calor en el Estado, que aún en el aire acondicionado del auto, fue perceptible. Poco más de una hora y entramos a Guamúchil, al cual vimos cambiado, con más comercios y una infraestructura más moderna, que se va alejando de los recuerdos que teníamos de él, incluyendo el hotel ubicado al lado de la carretera al norte, que desde la distancia y de pasada, permanece muy parecido al de nuestra infancia. Aproximadamente 40 minutos después, empieza a avizorarse el puente sobre el Río Sinaloa y al pasar sobre él, el pecho se nos invadió de una nostalgia al ver ese cuerpo de agua, por cuyo centro corren islotes con arbustos y se vinieron en tropel la infinidad de memorias del que fuera el escenario de infinidad de aventuras infantiles y de la temprana adolescencia, que vivimos entre amigos y vecinos, que cuando vimos la película Súper 8 o vemos algunas escenas de la serie Stranger things, nos remite a esa época de nuestra vida, cuando los muchachos podían salir a jugar o irse caminando para adentrarse en espacios abiertos y naturales, sin el riesgo de que algo pudiera pasar en las vacaciones largas, como les llamábamos entonces, a las de verano. Los recuerdos se acentuaron más durante la estancia en Guasave, donde el paso de la modernidad se hace presente. Ya no están casas o negocios que fueron ícono de varias generaciones en la ciudad, sino tiendas de conveniencia, residencias con fachada minimalista, cafeterías, restaurantes, heladerías, edificios de departamentos, pequeñas plazas comerciales, fábricas en lo que era la periferia de la ciudad en campos de cultivo, numerosos gimnasios y diversos establecimientos llenos de gente que ya no conocemos, así como sitios emblemáticos, que han sido demolidos para dar lugar a otras construcciones o está su espacio vacío, que todavía no se sustituye con otro edificio, como un hueco de la nostalgia que causa a quienes supimos lo que había ahí. También permanecen construcciones o casas que son parte de nuestros recuerdos, resistiendo estoicamente, entre otros a los que íbamos a convivir, cuya imagen han cambiado para mantenerlos abiertos o simplemente están cerrados, viniéndose abajo lentamente, hasta que alguien vea un nicho comercial en ellos. Una ciudad que se expande, que une zonas que nos parecían lejanas y ahora están tan cerca que nos parece una locura la distancia que antaño les adjudicábamos. Esa melancolía se acentúa porque amigos y gente a quienes profesamos todavía un cariño especial, con quienes convivimos durante muchos años, ya no están ahí para charlar y departir durante horas como en otros tiempos, esa es otra ausencia que también cala hondo. Dicen por ahí que todo tiempo pasado fue mejor, aunque tal vez haya algo de razón en esto, pues a nosotros nos tocó vivir muy semejante a nuestros papás y abuelos porque fue la formación que se acostumbró por casi un siglo, en que la seguridad nos permitía hasta dormir en la calle, con la puerta principal abierta, cuando se iba la luz en verano, cuando el calor no era tan intenso y no pasaba nada. Más que tiempos mejores, simplemente eran diferentes. Esa es la ley de la vida y nada se puede hacer contra el paso del tiempo, como solían decir nuestros abuelos, excepto vivir cada etapa lo mejor que se pueda, a pesar de los momentos no tan gratos, enriquecida por las experiencias de otras épocas, a las que recordamos como si fueran escenas de una película con protagonistas que no fuimos nosotros, sin embargo, lo éramos, por lo que en medio de la melancolía, hay que voltear a ver el pasado dedicándole una sonrisa, porque si podemos recordar es que seguimos en el aquí y ahora.
Y adelantándonos al ahora, los buenos deseos van para nuestra admirada Lissy Bernal, que este viernes estará celebrando su cumpleaños, así que lo mejor para ese día y a disfrutar este fin de semana, que no podía iniciar de la mejor manera.
Las felicitaciones también para Cecilia López de Cima y Luis Roberto González Manjarrez, ya que nos acabamos de enterar que esperan a su segunda princesa, así que la familia que forman con su primogénita, Cecilia María, va a aumentar. ¡A disfrutar la espera de esta nueva bendición!
Una bendición en sí es la vida, y como leímos por ahí, que nos pareció un excelente consejo: “Si algo no te gusta, ¡cámbialo! Si algo te da miedo, ¡supéralo! Si algo te enamora, ¡agárralo! Pero vive, carajo, ¡vive!”