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"Madres de la "guerra sucia""

"Aún los esperan…"

"A estas mujeres ni la edad las ha doblado. Desde hace 36 años, iniciaron la búsqueda. Salieron a la calle. Tomaron plazas. Se enfrentaron al "sistema". Todo por un hijo. Hoy rebasan los 80 años y se reúnen de vuelta. Ni en el invierno no pierden la f"

    Lo primero que uno ve al entrar en la casa de doña Rita Gaytán Núñez es un retrato colgado en la pared. La fotografía, en blanco y negro, de un joven de 17 años. Lleva décadas, ahí. El tiempo congeló con esa imagen el espacio, y el aire, de Rita. Es Henry López Gaytán, uno de los cerca de 550 desaparecidos políticos en la época llamada "Guerra sucia", de fines de la década de los 70, cuando el Gobierno, en los años de esplendor del presidencialismo priista, secuestró, desapareció y exterminó a miembros de la Liga Comunista 23 de Septiembre, un grupo radical de la izquierda, de inspiración marxista, que buscaba cambiar al País bajo el poder de las armas.
    Quieta, la imagen de Henry ha "visto" desde aquel 15 de julio de 1976, fecha en que fue levantado por la Policía Judicial Federal, los muchos ires y venires de doña Rita. Hasta que su cuerpo no pudo más. Hoy sus pasos son lentos y se auxilia de una caminadora, para desplazarse. Ella es la anfitriona de otras madres, que como ella, sacan energía no sé de dónde, para recordar que aún los esperan.
    Qué importa y sean 36 años, ya.
    Como el primer día de búsqueda
    A la Unión de Madres con Hijos Desaparecidos de Sinaloa ni la vejez de sus integrantes, todas por arriba de los 80 años, ha podido doblegarla.
    Cierto, la edad resta movilidad a cualquiera. Chuyita Caldera de Barrón, su presidenta, adelantó la partida hace 6 años.
    Pero estas mujeres albergan en su alma ese ímpetu del primer día de búsqueda, al que obliga el instinto y el corazón maternal, que no se equivoca: ellos viven.
    Otra historia se contaría si estas mujeres, que se reúnen en casa de doña Rita, hubieran optado por la resignación en lugar de la protesta pública. Salir a las calles y las plazas, para desafiar al "sistema", por la desaparición de sus hijos.
    En Sinaloa nadie ha escrito el final de estas 42 historias. Y una a una, ellas esperan vivir, para contarlas.
    Y por eso aquí están Rita, Catalina, Margarita, Martha y Rosa María, reunidas por Martha Camacho Loaiza, universitaria, maestra en Historia, quien pariera a su hijo en medio del secuestro, de aquellos años de "Guerra". Y que hoy sale a las calles, con la misma manta que cientos de veces alzaron las madres, ahora ancianas, para recordar a todos la injusticia, sin castigo aún.
    Terca memoria, no admite el olvido. No, mientras haya historias sin sepultar.
     
    Fiscalía Especial, un fiasco
    A Catalina Castro todavía hace unos 8 años tocaron a su puerta. Ya había perdido el PRI la Presidencia y el Gobierno foxista aceptó investigar las desapariciones. Se creó una Fiscalía especial, que fue un fiasco. Pero a Catalina le juraron, unos visitadores de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que le llevaban una "gran noticia". "Miren", les dijo desconfiada y sin permitir pasaran a sentarse a la sala de su casa, "Yo no conozco más buena noticia, que vengan ustedes con mi hijo". La convencieron cuando los de "la CNDH" le aseguraron que después de realizar una investigación, habían descubierto que tres de los muchachos de Sinaloa, estaban vivos.
    "Y me dijeron los nombres, Carlos Alemán Velázquez, Pérez Manrique y Luis Francisco García Castro (su hijo). 'Están vivos', me dicen, '¿Dónde están?", les pregunto. No me contestaron. Entonces les dije, 'Si viene a darme noticias, denlas completas".
    A Luis Francisco lo detuvieron y desaparecieron el 29 de agosto de 1977. Doña Cata enloqueció y cada vez que veía a un joven de espalda parecido al hijo, lo seguía hasta alcanzarlo y ver que su rostro, no era el de él. Los de la CNDH le generaron otra vez, la expectativa. Seis meses después de la visita, la noticia no llegó. Por eso se entregó a Dios. "Si está vivo, lo voy a ver. Si está muerto, lo veré cuando me muera", repite, cada vez que narra la espera. Lo único cierto, dice, convencida, es que el corazón de una madre ni por dónde se equivoque. Y Luis Francisco está vivo, con 51 años a cuestas.
    "Para el corazón de una madre está vivo. Sólo cuando lo entierras sabes que ya no. Esto está abierto ante Dios. El capítulo no está cerrado".
     
    Todo con tal de volverlos a ver...
     
    Cada año a Margarita Velázquez, madre de Carlos Alemán Velázquez, desaparecido el 27 de agosto de 1977, la llaman a comparecer ante el Ministerio Público federal. Es a la única que el Gobierno federal la sigue buscando. De algo tiene certeza ella, lúcida, a sus 88. "El Gobierno no se interesa por los muchachos que ya están muertos", cree. Carlos tenía 17 años y era un "luchador, que andaba en la bola", dice. En cinco semestres terminó la Prepa y tenía "ideas de cambiar el mundo". Le irritaba ver el trato déspota contra los "oaxaquitas", los indígenas del sur, que vienen cada temporada a cultivar la tierra. Margarita, como las demás, hicieron todo y de todo con tal de volverlos a ver. Aun con las amenazas del Gobierno, de aplacar la protesta en la calle, si no querían ver a sus otros hijos desaparecer. Anduvieron de oficina en oficina, en plantones ante Presidentes y Gobernadores, sin respuesta. Huelgas de hambre, caminatas. La última vez que la visitaron los abogados, para que compareciera por enésima vez ante el "MP" y preguntarle lo mismo, de que "si está convencida de que su hijo vive", le repitió lo mismo: sí, sí, sí.
    Y es que no puede ser de otra manera, porque según ella, después de que los judiciales lo desaparecieron, a Carlos lo llevaban en carros con vidrios polarizados, para que detrás del cristal "la viera". Otros ex guerrilleros, liberados, también le confirmaron que desde el Campo Militar Número Uno, donde se les recluía, seguían saliendo noticias de Carlos.
    "A los muchachos los militares los tienen todavía. He sabido que Carlos no está preso. Carlos anda trabajando en la sierra. Ya anda libre. No se comunican con nosotros, porque tienen temor de que les hagan algo. Pero yo lo sigo esperando".
     
    No les cumplieron

    "Ignacio Carrillo (el ex fiscal designado por Fox para investigar las desapariciones) nomás vino y nos sacó la sopa. Nada averiguaron", acusa Martha Murillo. A su hijo Óscar César Gaxiola Murillo lo desaparecieron el 15 de febrero de 1978.
    Era un líder nato. Se involucró en luchas estudiantiles lo mismo en Culiacán que en Morelia.
    "Yo tengo 12 hijos. Éste me salió muy luchador", comenta mientras saca del pecho su desencanto por Vicente Fox, que al igual que los presidentes priistas, no les cumplió.
    "Es un payaso, igual que todos", dice para luego leer un verso, frente a las otras madres, y asomar el alma. "Yo estuve. Yo viví la tormenta que hoy tenemos. Eran los días aciagos de la vida. Altos dolores como ramas. Herías nuestra alma atormentada. En el abandonado, los muros del silencio". Para doña Martha no hay tampoco respiro, ni tregua.
    "Mientras Dios me deje voy a seguir andando, en busca de él. No me voy a sentar", dice al honrar al hijo ausente, tan diferente a los muchachos de ahora, que "pareciera están capados".
    La herida abierta

    Rosa María Herrera Álvarez no es la madre, sino la hermana de Ángel Manuel, a quien dejó de ver desde el 31 de julio de 1977. Es quien junto a Martha Camacho sigue saliendo, con mayor frecuencia, a calles y foros, para recordar la herida abierta.
    Madre y padre de Ángel Manuel murieron, en la raya. La primera en irse fue ella, en 1978, cuando la llama aún ardía. El movimiento de estudiantes y guerrilleros estaba en apogeo. Como el coraje e indignación, por los compañeros desaparecidos. El Gobierno temía una revuelta, en pleno sepelio, y presionaron para que se enterrara el cadáver de la madre de Ángel Manuel. "Mi papá siguió en la lucha mucho tiempo. Iban a la Ciudad de México, hablaban con los presidentes que entraban. Había marchas, paradas, casi todo los días", recuerda. Y también falsas promesas y engaños, por rencontrar a su hermano. A los años el padre también enfermó y falleció. Ahora es "Rosita" la encargada de prender la vela.
    "No tengo duda de que se tiene que saber con esto, algún día. No puede quedar en la impunidad tanto desastre que hicieron".
     
    Desapariciones

    La primera desaparición en la "Guerra sucia" fue la de Lourdes Martínez Huerta, en 1975. Siguió la de José Caldera Barrón, por la que su madre, Chuyita, fallecida en junio de 2006, generó un movimiento precursor en la lucha por la defensa de los derechos humanos en Sinaloa y el País y en contra la desaparición de personas, por sus ideas políticas.
    Pero ni con su muerte se puso final a esta historia y apagarse esta lucha, que escucha Rita Gaytán, en su casa de la Colonia Libertad, donde un 15 de junio de 1976 sacaron a Henry, mientras dormía. Ahí empezó su historia, cuando tenía fuerzas para caminar y enfrentarse a judiciales y militares, que un día la arrastraron cuando fue a exigirles le regresaran al hijo, al de la fotografía colgada en la pared, que la "escucha", con la voz cortada de sus 85 años, cuando suplica a sus compañeras, de muchas batallas: "Yo ya no puedo caminar, pero a ustedes les ruego que sigan luchando".

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